Arturo Ruiz, el joven asesinado la víspera de Atocha Imprimir
Nuestra Memoria - La Transición
Escrito por Olivia Carballar   
Viernes, 01 de Febrero de 2019 06:17
Arturo Ruiz, el joven asesinado la víspera de Atocha

Como tantos otros crímenes cometidos en la Transición, el de este joven estudiante quedó impune.

Manuel Ruiz llama por teléfono y dice: “Estoy junto al monumento dedicado a los abogados de Atocha”. La frase guarda un halo de tristeza, tal vez incomodidad, que expresa después en la entrevista: “Es que creo que el crimen de los abogados ensombrece la muerte de mi hermano y la de la estudiante Mari Luz Nájera”. Su hermano se llamaba Arturo Ruiz. Fue asesinado por un guerrillero del grupo ultraderechista Cristo Rey el 23 de enero de 1977, la víspera del asesinato de los abogados laboralistas. Mari Luz Nájera murió también esa misma semana trágica de enero de 1977 en la manifestación de protesta contra el asesinato de Ruiz. “Somos las familias las que tenemos que estar peleando para que se reconozcan y se sepan estos hechos, para que se honre a estas víctimas”, prosigue. Como tantos otros crímenes cometidos en la Transición, quedaron impunes.

¿Cómo recuerda a su hermano?

Mi hermano políticamente era bastante activo, se movía mucho y andaba metido en todas las historias, de la Joven Guardia Roja… Políticamente estaba muy significado. El otro día estuve hablando con un amigo suyo y me lo recordaba. De ocho hermanos –ahora somos siete–, él era el sexto. Yo soy el quinto. Tenía 19 años cuando lo mataron. Era, como decía mi madre, un abogado de pleitos, estaba en todos los fregados. Peleaba por la amnistía, por la autonomía… y le pegaron un tiro. 

¿Por qué cree que sucedió?

Días antes habían tenido un enfrentamiento en una manifestación con los guerrilleros de Cristo Rey. Él no pasaba desapercibido. Era muy adelantado a su tiempo, llevaba el pelo a lo afro… Y creo que iban a por él. 

¿Cómo vivieron usted y su familia aquellos días?

Los días posteriores fueron terribles. Al día siguiente mataron a los abogados de Atocha y a la estudiante Mari Luz Nájera en una protesta por la muerte de mi hermano. Por casa pasó gente de todo tipo, a tantear a la familia, recuerdo a uno con un abrigo Loden, no sé si del servicio de inteligencia o qué. La idea era siempre mirar por la seguridad de mis padres. Mis hermanos mayores ya estaban independizados. Los únicos que vivíamos aún con mis padres éramos Arturo, mis dos hermanas y yo.

¿Y su padre y su madre cómo afrontaron esa situación? 

Mis padres no superaron nunca nada. Mi padre había estado en la guerra y tenían mucho miedo. Lo único que querían es que no pasara nada en casa. Mi madre lo llevó fatal. Y durante mucho tiempo, todos los años, cuando se acercan estas fechas, nadie decía nada en la familia. No se hablaba del tema para no hacer daño a nadie. Mi padre permanecía callado, era una situación muy tensa. 

¿A qué se dedicaban sus padres?

Mi madre trabajaba en casa y mi padre era secretario en Darro, un pueblo de Granada, pero con tantos niños pensaron que era mejor venirse a Madrid. Nosotros estábamos trabajando y estudiando. Casi todos mis hermanos han estudiado Derecho. Nadie nos comunicó nada oficialmente. Nos enteramos por la tele. 

¿No les llamó nadie?

No, literalmente nos enteramos por la tele. Recuerdo que yo tenía el carné recién sacado. Fuimos al Instituto de Medicina Forense, donde ahora está el Museo Reina Sofía. Después, cuando mis padres se jubilaron se fueron a vivir a Granada de nuevo y se lo llevaron para allá. Está enterrado allí. 

¿Han hecho algo allí en reconocimiento a su hermano?

No. En el viaje que hicimos a Bruselas hace unos meses acompañando a la familia de Manuel José García Caparrós se lo dije de manera rotunda a la eurodiputada del PSOE Clara Aguilera, que es de Granada. Hasta la fecha, nadie se ha comprometido conmigo para nada. En Madrid está pendiente de colocarse una placa en la calle de Silva, esquina con la de Estrella.

¿Cuándo empezó usted a mover la historia de su hermano?

Pues empezamos cuando mis padres ya no estaban. Ahora estoy prejubilado y antes tenía un trabajo bastante absorbente. No tenía mucho tiempo ni muchas ganas. Pero entendí que se lo debía a mis padres y a mi hermano, quiero que se reconozca su lucha. Si la familia no se mueve no se hace nada. Y eso es lo paradójico, que se tengan que pelear los familiares, cuando se se tenía que hacer de oficio, por ley.

¿Para usted qué significó la Transición?

La Transición no fue modélica. Hubo una semana, la última de enero, en la que la cosa estuvo muy fastidiada. Yo recuerdo que la policía nos llevó al cementerio cuando enterraron a mi hermano y lo que escuchábamos por la radio era todo de una tensión terrrible. Estábamos asustados. Eso pasó y no hay que obviarlo. No hubo otra guerra civil, pero tampoco fue un paseo triunfal y se tiene que estudiar en los libros de texto. 

El caso está ahora en manos de la jueza argentina, ¿verdad?

Sí. En la Audiencia Nacional llegaron a abroncar a mi padre, que era la víctima por así decirlo. Si hoy los jueces se dejan influenciar, imagínate en el año 77. Habría jueces honrados, no lo dudo. Pero en este caso como en muchos otros no se investigó absolutamente nada. Son historias que están en el limbo, fuera de todo. Y ahora estamos esperando a la querella argentina.

 

En la imagen superior, el joven estudiante Arturo Ruiz.

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Fuente: La Marea