Hace 80 años: las Brigadas Internacionales. Imprimir
Nuestra Memoria - Brigadas Internacionales
Escrito por Pelai Pagès/ Juan Andrade Rodríguez   
Lunes, 29 de Octubre de 2018 04:55

El día 28 de octubre hará 80 años que, durante la guerra civil, y en plena batalla del Ebro, los voluntarios internacionales que habían venido a combatir junto a la República y en contra del fascismo, fueron despedidos en Barcelona con enorme entusiasmo. La decisión la había dado a conocer el presidente del gobierno de la República, Juan Negrín, el día 21 de septiembre de 1938, en la sede de la Sociedad de Naciones, en Ginebra, y había generado una enorme expectación.

La razón la daba a conocer con los siguientes argumentos: “El Gobierno español, en su deseo de contribuir, no solamente con palabras sino también con actos, al apaciguamiento y a la «detente» que todos deseamos, y resuelto a hacer desaparecer todo pretexto para que no se pueda continuar dudando del carácter netamente nacional de la causa por la que se baten los Ejércitos de la República, acaba de decidir la retirada inmediata y completa de todos los combatientes no españoles que toman parte en la lucha en España en las filas gubernamentales; bien entendido que esa retirada se aplicará a todos los extranjeros, sin distinción de nacionalidades, incluyendo a aquellos que hubieran tomado la nacionalidad española después del 5 de julio de 1936”.

La medida, que quizás preveía, ingenuamente, una contrapartida por parte del bando franquista -más simbólica que efectiva- motivó una gran indignación entre los voluntarios internacionales -muchos de los cuales estaban luchando en el Ebro- que debían abandonar España sin haber conseguido sus objetivos: el triunfo de la democracia contra el fascismo internacional. De hecho, fueron unos 13.000 -la inmensa mayoría- los que se vieron afectados por la orden de retirada. El día 28 de octubre de 1938 fueron objeto de una multitudinaria y calurosa despedida por las calles de Barcelona.

Más de 300.000 barceloneses se volcaron por las calles para aclamar a los voluntarios que habían venido a luchar en España, mientras aviones sobrevolando Barcelona lanzaban el soneto de Miguel Hernández, en homenaje al soldado internacional muerto en España:

Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,

una esparcida frente de mundiales cabellos,

cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,

con arena y con nieve, tú eres uno de ellos.

Las patrias te llamaron con todas sus banderas,

que tu aliento llenara de movimientos bellos.

Quisiste apaciguar la sed de las panteras,

y flameaste henchido contra sus atropellos.

Con un sabor a todos los soles y los mares,

España te recoge porque en ella realices

tu majestad de árbol que abarca un continente.

A través de tus huesos irán los olivares

desplegando en la tierra sus más férreas raíces,

abrazando a los hombres universal, fielmente.

La medida, de hecho, no tuvo ningún efecto diplomático y sólo encontró sorpresa y nostalgia entre los combatientes internacionales. Unos combatientes, vale decir, que hay que recordar y venerar por su comportamiento solidario. Una solidaridad antifascista que, 80 años después de su despedida, hay que recordar y tener presente hoy más que nunca.

Voluntarios extranjeros

Juan Andrade Rodríguez

Nada hay tan deplorable como el papel que vienen representando las “democracias europeas” a partir del mismo momento en que comenzó la revolución española el 19 de julio. Desde el punto de vista de la estricta legalidad burguesa democrática, a la que dicen frecuentemente ser fieles Inglaterra y Francia, la rebelión militar fascista era claramente una insurrección contra un gobierno surgido como consecuencia de unas elecciones. Era, pues, un “gobierno jurídicamente legal”. Desde el punto de vista burgués vigente tenía que ser reconocido como único gobierno el del Frente Popular y, por tanto, debía gozar de todos los derechos inherentes, entre ellos el de poder comprar el material bélico necesario para combatir la insurrección de la mayoría del ejército y del capitalismo terrateniente y financiero. Sin embargo, desde el primer instante se negó este apoyo y se posibilitó, en cambio, el que los fascistas españoles fueran abundantemente abastecidos en armas y aviones por sus colegas extranjeros, de acuerdo con los cuales se había preparado solapadamente el golpe fascista.

La gran invención de la “no injerencia” ha sido el obstáculo mayor que se ha cruzado en el camino de la victoria del proletariado español, para retrasarla en todo lo posible. Con la apariencia de una neutralidad ante la contienda de nuestro país, neutralidad que en la práctica no era tal, se ha imposibilitado siempre el aprovisionamiento del material necesario para hacer y continuar la guerra. Las “democracias europeas” entienden que su obligación consiste exclusivamente en asegurar la neutralidad de todas las potencias frente a nuestra revolución. Y para demostrar su “sinceridad”, adoptaron inmediatamente el acuerdo de suspender todo envío de material guerrero a España. En los primeros tiempos de la revolución, en poder de los elementos militares sublevados media España, las fuerzas populares se vieron en situación de evidente inferioridad para combatir con eficacia. Como a las potencias fascistas no les importaba gran cosa el haber suscrito un pacto de no injerencia para no cumplirlo, permanecieron fieles al compromiso que tenían contraído con Franco para ayudarle con el armamento necesario. De esta manera, los fascistas y reaccionarios españoles han podido contar siempre con una gran superioridad material. Sus numerosos aviones de bombardeo alemanes e italianos, han destruido parte de algunas de nuestras poblaciones y han sembrado de miseria, el duelo y la desolación en millares de hogares españoles. 

Para mayor sarcasmo, hemos visto cómo cuando se ha reunido en Londres el comité de “no injerencia”, ha declarado no encontrar pruebas suficientes que demostrasen la intervención de Alemania e Italia en lo que se refiere al abastecimiento bélico de los fascistas. Sin embargo, para nadie sinceramente podía ofrecer duda que esta ayuda existía en una proporción abundante. Las pruebas presentadas, los diversos testimonios aducidos, quedaron sepultados bajo las formas diplomáticas de la Comisión de “no injerencia” de Londres. Mientras tanto, y más fuertes aún en su impunidad, los alemanes e italianos no sólo siguieron abasteciendo a sus correligionarios españoles, sino incluso, ante los fracasos reiterados de las fuerzas marroquíes que tenían como elementos de choque, han aportado contingentes de soldados regulares suyos, que son los que han intervenido en las últimas ofensivas que se han llevado a cabo en diversos sectores de España.

La clase trabajadora de todo el mundo, a pesar del carácter limitadamente democrático que se quiere imponer a nuestra revolución, ha asimilado perfectamente el profundo sentido de la misma. Ha comprendido también que su aportación al proletariado español, no puede limitarse, como al principio, a la solidaridad exclusiva en forma de envíos de medicamentos y de suscripciones públicas. Ha estimado que había también que ayudar a nuestra revolución con algo más. Y así, voluntariamente, han venido a luchar a nuestro lado numerosos trabajadores de todo el mundo, que son los que precisamente figuran en las filas de la Brigada Internacional, que tan preciosa colaboración nos han prestado en los momentos de más gravedad en la lucha.

Nuevamente han intervenido las “democracias europeas” para tratar del caso de los voluntarios extranjeros que vienen a nuestro país a combatir contra el fascismo. Las potencias democráticas han resuelto impedir la llegada a España de camaradas extranjeros. Francia ha votado en su Cámara una disposición de este género, que, incluso, ha tenido la adhesión de la minoría comunista. El gobierno inglés está preocupado, en estos momentos, principalmente en hacer cumplir lo referente al envío de voluntarios a España. Para ello, pone todo género de obstáculos a los que desean acudir a nuestras filas. Claro está que no podía evitar por completo el que los trabajadores que lo deseen vengan a aportar su ayuda personal a nuestra revolución; pero lograrán obstaculizar el que pueda incrementarse en todo lo posible la venida de nuevos combatientes.

Este es el papel que les corresponde representar en la actual contienda española a las grandes democracias europeas, cuyo ejemplo algunos quieren copiar aquí.

(Publicado en La Batalla, periódico del POUM, el 2 de febrero de 1937)

 

Pelai Pagès es profesor de historia contemporánea en la Universidad de Barcelona. Especializado en estudios sobre el POUM y Andreu Nin
 
Juan Andrade Rodríguez (1898-1981). Militante del POUM
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Fuente: Sin Permiso

www.sinpermsio.info, 28-10-18