En el día que lleva tu nombre: ¡Felicidades compañera! PDF Imprimir E-mail
Mujer y Feminismo - Mujer y feminismo
Escrito por Nuria Martínez López /UCR   
Miércoles, 07 de Marzo de 2018 00:00

Se han vertido ríos de tinta sobre los orígenes del 8 de marzo. Mientras hay sectores que defienden férreamente que su nacimiento se debe a que fue un 8 de marzo del año 1857 cuando un grupo de trabajadoras textiles decidió salir a las calles de Nueva York para protestar por las míseras condiciones en las que trabajaban, yo prefiero ubicarlo en la Rusia zarista.

La Revolución de Octubre de 1917 comenzó unos meses antes y fue conocida como la Revolución de Febrero, que haciéndola coincidir con nuestro calendario gregoriano se ubica justamente en el día 8 de marzo.

 

Rusia se hallaba inmersa en la Primera Guerra mundial, que se cobró un coste humano importante, dejando a las mujeres en una situación muy vulnerable, ya que tenían que asumir el papel de cabeza de familia, de madres, de pilar del hogar y un largo etcétera de responsabilidades que recayeron sobre ellas ante la ausencia de sus compañeros.

También durante aquellos días se sucedieron numerosas huelgas y revueltas, que fueron duramente reprimidas. En febrero de 1917 en la fábrica Putílov trabajaban unos 36 000 obreros, siendo la mayor planta industrial y astillera del país. Ese mes tuvo lugar entre los días 18 y 23 (según el calendario juliano) una gran huelga con manifestaciones y reuniones de trabajadores al grito de:

¡Abajo la guerra! ¡abajo la autocracia! ¡queremos pan!

El hambre, el frío y el desgaste que estaba provocando la guerra mermó la paciencia de las trabajadoras y campesinas de Rusia, de aquellas madres y esposas con seres queridos en el frente o sometidos a tortura en las cárceles zaristas, encarcelados por protestar por las malas condiciones de trabajo en las fábricas.

El 8 marzo de 1917 miles de mujeres prendieron la mecha de la revolución obrera más importante de la historia. En Petrogrado salieron a la calle bajo la premisa “pan y paz”: pan para nuestros hijos y paz para regresar a nuestros maridos de las trincheras. A ellas se unieron miles de los ya extrabajadores de la fábrica Putilov, así como obreros procedentes de otros sectores, como el textil

Aquella protesta masiva fue una amenaza de tal magnitud que incluso las fuerzas de seguridad zaristas, acostumbradas a reprimir con brutalidad y contundencia, no se atrevieron a tomar medidas, posicionándose como meros observadores y, de alguna manera convirtiéndose en cómplices de aquella justa reivindicación.

Por tanto, fueron las mujeres de aquel 8 de marzo de 1917 las que levantaron la antorcha de la revolución proletaria y “prendieron fuego al mundo”.

Con el triunfo posterior de la Revolución de octubre, por primera vez un país tomaba medidas concretas para lograr la igualdad entre hombres y mujeres (derecho al voto y participación en el estado, salario femenino igual al masculino, derecho al aborto legal y gratuito, el divorcio, eliminación de la prostitución, …) La mujer tomaba por primera vez pare activa en un proceso revolucionario.

La mujer rusa se convirtió en pieza clave en la producción, que se concentraba sobre todo en las grandes fábricas, en los complejos agrarios, en las minas, en la construcción civil, en las universidades, …

También accedió la mujer al poder, habiendo abundante presencia femenina en las cúpulas políticas de la revolución. Aquellas mujeres, además de concienciar a la población femenina de su nuevo estatus fomentó un ambicioso plan: “para la plena emancipación de la mujer, para su igualdad efectiva en relación al hombre, era necesaria una economía que librase del trabajo domestico y en la cual participase de manera igualitaria al hombre”

Fue por estos razonamientos por los que se implementaron medidas para que la mujer, frecuentemente madre, pudiera realizarse plenamente. Por supuesto, ni que decir tiene que fue fundamental la alfabetización de aquellas primeras mujeres y acceso por derecho a la educación de las nuevas generaciones.

Se hizo cotidiana la presencia de mujeres en puestos de trabajos estereotipados o donde normalmente se contrataban a hombres.

En cuanto al 8 de marzo, fue una fecha recordada siempre, pero hasta que no se consolidó la revolución no fue una festividad oficial.

Gracias a Alexandra Kollontai, comisaria del Pueblo para la Asistencia Pública y primera mujer en la historia en ocupar un puesto en el gobierno de una nación, se consiguió que el 8 de marzo fuera una fiesta oficial, aunque laborable en sus inicios. Hubo que esperar hasta 1965 para que se le diera categoría de no laborable, ni para mujeres ni para hombres, como el Primero de Mayo.

Consciente del mundo en el que nos movemos, donde las luchas han quedado diluidas en los caudales de la memoria semántica, invito a reflexionar a hombres y mujeres de manera conjunta, no por separado sino como parte de un todo, como parte de una causa que no tiene razón si ambas no se implican, no se complementan, no se apoyan, no se nutren de manera simbiótica.

En este 8 de marzo sólo deseo que haya una presencia masiva de hombres y mujeres libres en todas las calles, que se recupere el espíritu de la clase trabajadora, motor indiscutible en este mundo execrable, estrangulado por la producción despiadada del capital.

¡Felicidades compañeras! En nuestras manos está que este 8 de marzo (101 años después), se prenda de nuevo la mecha que devuelva la dignidad a las trabajadoras y trabajadores que, parafraseando a Marx, tienen más necesidad de respeto que de pan.

Manifestación contra la guerra. Obreras de la fábrica de Putilov, Petrogrado, 2 de febrero de 1917