Arturo Pérez-Reverte: La Guerra Civil contada a los jóvenes (Alfaguara, 2015) Imprimir
Monarquía - Juan Carlos y el Franquismo
Escrito por José Cantón R. / UCR   
Miércoles, 23 de Diciembre de 2015 00:00

Arduo trabajo el de Pérez-Reverte, el querer poner al alcance de los jóvenes un conflicto tan sencillo y complejo a la vez y que, además, sus consecuencias han venido a configurar el vigente sistema político español de Monarquía parlamentaria. Sencillo, porque la Guerra Civil española constituye un capítulo más de la historia política europea en su lucha por el sentido de la justicia de una población en continua expansión demográfica en el marco de la sociedad estamental y luego de clases.

 

Unos conflictos que podríamos remontarlos a la formación de los reinos centralizados del XVI y a la consiguiente concentración de la propiedad de la tierra, el control y administración de todos los bienes, tanto materiales como simbólicos o espirituales, hasta su eclosión en el nacionalismo y colonialismo decimonónico y a las dos grandes guerras del siglo XX. Su complejidad deriva por la concatenación de causas y efectos de múltiples factores, tanto materiales, personales como sociales o institucionales, nacionales e internacionales. Si hubiera que buscar un solo concepto del que pudiera derivar el resto de los acontecimientos políticos, posiblemente habría que recurrir a las obras literarias clásicas, a los fundadores de religiones o a los pensadores políticos religiosos como, por ejemplo, san Agustín: la codicia y la ambición, siempre proporcional al estatus social que se ostente o se pretenda conservar o defender. Al fin y al cabo, la historia política europea no deja de ser más que la historia de la codicia, la ambición y el recurso a la criminalidad y a la guerra de sus respectivos reyes y señores. Y, curiosamente, la visión que se trata de inculcar a los jóvenes sobre el pasado se hará a través de la cultura material y suntuaria que los diversos monarcas europeos nos dejaron a modo de botín en palacios y museos, además de atribuir a los reyes lo que corresponde a una multiplicidad de gentes excepcionales. Sus modos de alcanzar la gloria y riqueza en guerras y batallas vendría a conformar la historia heroica de las diversas naciones europeas, desapareciendo de nuestro campo perceptivo todo aquello que nos muestran los medios audiovisuales sobre las guerras y dictaduras de nuestro tiempo.

Volviendo a la obra de Pérez-Reverte, su mérito estaría en visionar y en humanizar al tenido por enemigo en la Guerra Civil, pues hasta hace muy poco tiempo, bajo la dictadura franquista y los primeros años de la democracia, los defensores de la legalidad vigente representada en la República solo eran unos "comunistas" o "rojos", tenidos por responsables de la guerra, llegando a representar todos aquellos males que la imaginación creadora pudiera concebir, hasta llegar los republicanos españoles, tipificados por Franco como la anti España, a ejercer la función de chivo expiatorio representada históricamente por los judíos.

Tal adscripción ideológica sostenida y difundida en el tiempo ha calado tan hondo en el inconsciente colectivo español que, por una parte, ha llegado a condicionar el actual sistema bipartidista español, así como a tipificar a Adolfo Suárez, tras su fallecimiento, de promotor y artífice de la transición. Suárez solo representaba una de las partes, la que procedía de los aparatos del franquismo. La otra parte, el conjunto de la oposición a la dictadura, quien posiblemente mejor representaba esa Anti España, Santiago Carrillo, se quedaría relegado a los libros de historia, mientras que Suárez pasaba a dar nombre al Aeropuerto de Madrid/Barajas. Y, por otra parte, tal estado de opinión hacia el comunismo, posiblemente también reforzado por la situación de los países del Este, vendría a precipitar la (mala) suerte del Partido Comunista de España e Izquierda Unida, cuando las Mareas y partidos emergentes victoriosos en las recientes elecciones legislativas vienen propugnando unos ideales y programas semejantes. Y algo parecido ha ocurrido con otros partidos como sería el caso de UPyD, cuya buena gestión no es reconocida ni, por lo tanto, representada en unos resultados. En cualquier caso, el Cuarto Poder –uno de cuyos apartados es conformado por la Iglesia- será la imagen más amable e inmediata del resto de los poderes del Estado.

Y el texto de Pérez-Reverte sobre la descripción de la Guerra Civil para jóvenes no será ajeno a los mecanismos del Cuarto Poder. Dejamos al lector el recuperar el análisis del uso de la historia de este texto realizado por David Becerra en El Confidencial (www.elconfidencial.com/cultura/2015-11-11/perez-reverte-guerra-civil-contada-a-los-jovenes_1091187/). Tras las buenas intenciones de Pérez-Reverte de poner al alcance de los jóvenes –quizá aún considerados como unos niños- unos contextos y acontecimientos políticos de nuestro inmediato pasado que aún condiciona nuestro presente, culmina su visión con un auténtico despropósito con relación al rey, a modo de un superhéroe de los cómics o de la pantalla. En el capítulo 30 (pág. 126) titulado "Retorno de la democracia" leemos que "a la muerte del dictador, España se convirtió en una democracia parlamentaria por decisión personal del rey Juan Carlos (...) que había sido designado sucesor por el general Franco. (...) mediante el jefe de Gobierno Adolfo Suárez, asesorado por sus preceptores y con el apoyo de todas las fuerzas políticas del momento, Juan Carlos I volvió a legalizar los partidos políticos, procuró la reconciliación nacional, liquidó el régimen franquista y devolvió a España la democracia".

Sería difícil expresar tantas inexactitudes y falsedades en tan poco espacio, además de pervertir la filosofía de la historia y la propia antropología humana, al atribuir al rey Juan Carlos lo que corresponde a una multitud de hombres, a factores políticos y sociales determinantes, nacionales e internacionales, ajenas a las posibilidades de un solo hombre. Ni la reconciliación nacional –un proceso racional y emocional lento e individual desarrollado en el curso de muchos años- ni la creación de los partidos políticos, ni el sistema político parlamentario, ni la democracia fueron obras del rey Juan Carlos. Más bien el rey se mantuvo a flote de los movimientos sociales subiéndose al tren de los nuevos tiempos para poder seguir siendo rey. Y no parece contener ningún mérito querer conservar un puesto trabajo prestigioso y bien remunerado, transmisible hereditariamente a los hijos. Si algo pudiera representar la idea de monarquía o de Corona, ese algo sería el último testimonio político de una sociedad estamental o de clases del Estado Moderno, cuyos principios de sostenimiento están en contradicción con los valores y principios constitucionales de nuestro tiempo.

José Cantón Rodríguez, doctor en sociología. Sus últimas obras son el opúsculo Para entender la Guerra de Sucesión Española, 1701-1714 (2014); La dictadura y la monarquía neofranquista. Memoria de España para tiempos de cambio social (2014) y Santa Teresa de Jesús y la construcción de la Vieja Europa (2015)