27 de septiembre de 1975: Franco, con el Borbón a su lado, murió matando PDF Imprimir E-mail
Monarquía - Juan Carlos y el Franquismo
Escrito por José Juan Hernández / UCR   
Lunes, 29 de Septiembre de 2014 00:00
El 27 de septiembre de 1975 la dictadura fascista española cometió sus últimos crímenes con su fundador aún vivo (hubieron más asesinatos con el dictador ya difunto). José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz, Juan Paredes Manot y Angel Otaegui fueron fusilados al amanecer. Los tres primeros citados eran miembros del Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico. Reconozco que me parece un nombre precioso. Sus dos últimas palabras son esenciales.

Antifascismo, ese concepto que tan poca fortuna ha hecho en importantes sectores del estado español que, en una sangrienta paradoja, catalogan el antifascismo como una especie de reverso tan indeseable como el propio fascismo. Se plasmaría la idea en la conocida expresión: "son las dos caras de la misma moneda". Así, cuando un grupo fascista ocupa un local en un barrio de emigrantes como Tetuán, para repartir comida solo a los españoles, degradando al hambriento nacido en otras tierras, al hablar de su desalojo no falta el nauseabundo equiparador de turno, el de las caras monetarias, que alega que a varios centenares de metros hay un edificio ocupado por antifascistas. 
También posee una palabra expropiada o quizás arteramente usada para desacreditar causas como la vasca o la catalana: patriotismo. Traeré a colación, creo que ya lo hice en otro texto, una expresión del denostado Jorge Verstringe (para un individuo que recorre, sosegadamente, el camino inverso al habitual, yendo de la ultraderecha a la izquierda, nos convertimos en alegres inquisidores que dejamos de juzgar por los argumentos y nos acogemos a la pereza mental de la etiqueta): "los que no tienen patria son los ricos, los pobres sí". Y es cierto. El fallecido Botín, el prohombre español, tenía por única patria el dinero, intereses y sucursales en decenas de países. Dándole la vuelta a la expresión popular, que sintetiza la extrema pobreza, él tenía tantos lugares donde caerse muerto como coches fúnebres en su entierro. Nosotros, los que tenemos como patrimonio nuestro trabajo, los que pensamos que todo ser humano necesita de la comunidad, queremos una patria ajena a la vacía grandilocuencia propia del fascismo en particular y de las oligarquías en general. Por eso, contra lo que muchos piensan, ser de izquierdas y patriota no es una contradicción, es una coherencia que no impide, sino potencia, ser internacionalista, condolerse del sufrimiento humano y la desigualdad allí donde acontecen. La revolución cubana ha presumido siempre de su patriotismo, de su dignidad ante el coloso estadounidense. Sin embargo, nadie puede negar su elevado concepto del internacionalismo: miles de médicos en los sitios más inhóspitos y castigados del planeta, miles de combatientes en la lucha contra el apartheid sudafricano, miles de niños ucranianos afectados por la catástrofe nuclear de Chernobyl atendidos en Cuba.
Vuelvo al redil. Paredes Manot y Otaegui eran miembros de ETA, hecho que, aunque estemos hablando del combate contra una dictadura fascista, ya les condena a la ignominia. Me pregunto:¿algún verdadero antifascista lamentó el vuelo hacia la eternidad de Carrero Blanco ejecutado por ETA? 
Todos. Los once sentenciados a muerte, cinco fusilados y seis indultados, fueron calificados de terroristas. Se les acusaba de una serie de muertes de policías y guardias civiles. Los juicios no tuvieron las más mínimas garantías procesales y las autoridades ni siquiera permitieron estar a sus familiares en el momento final. Desconozco cuáles de ellos tenían las manos manchadas de sangre. Sí sé que el fascismo llevaba rezumando sangre décadas. Estoy convencido de que la respuesta armada de una pequeña vanguardia era y es equivocada, poco inteligente más allá del debate moral, de hecho la oposición de izquierdas (la única existente) ya estaba en clave de lucha de masas desde décadas atrás. Pero mi desacuerdo no implica mi condena. Combatían un régimen sanguinario, que reprimía a sangre y fuego, con la sangre y el fuego. Pero, aislados del sentir de la gente, no podían vencer. Fidel Castro llegó a tener en el momento de máximo apogeo de la lucha guerrillera apenas cuatro mil hombres, pero derrotó a los ochenta mil del ejército de Batista porque tenía un apoyo masivo de la población cubana. 
En septiembre de 1975 llevaba casi cuarenta años gobernando en España el terrorismo de estado, un régimen que hizo, mediante la represión, del miedo de la población su hábitat natural. Tengo presente la imagen de una mujer, analfabeta políticamente, como era mi abuela, diciéndoles, casi rogándoles a mi padre y a mi primo, hablamos del 74 ó 75, en la casa del barrio de La Isleta en Gran Canaria, donde vivía, que no hablaran de política, esa dimensión básica del ser humano que sólo traía desgracias al incauto que se acercaba a ella. No olvidemos que Franco, el político con más poder en la España del siglo XX, presumía de su apoliticismo.  Este criminal, que aún reposa sus restos en un lugar que se mantiene con los impuestos de todos, salió unos días más tarde, el primero de octubre, al balcón del palacio de Oriente del bracete del Borbón mayor para arengar a sus secuaces. Se iniciaba esa comedia sangrienta que fue la Transición. Una transición pilotada, con la supervisión de EEUU, por una clase dominante que manejó magistralmente, como si fuera colesterol, el fascismo malo, el tenebroso bunker acechante con sus espadones, y el fascismo bueno, dispuesto a concedernos libertades con la intermediación seductora de un par de galanes (¿o truhanes?) en escena (Juan Carlos y Adolfo) y otro en bambalinas (Felipe), presto a rematar la obra. Está versión edulcorada ha triunfado. Los cinco fusilados y miles de víctimas más, de su propio valor ético para encarar al fascismo, han quedado olvidados y ninguneados. Sé que ningún antifascista pensó en el reconocimiento de la posteridad a la hora de arriesgar su libertad física o su vida, pero a mí, melancólico irredento, me entristece la loa encendida a los que saltaron, con todas las redes del mundo, del pedestal fascista al democrático, y el silencio que cubre a quiénes transitaron, casi a ciegas, levantándose en sus caídas, el sendero de la dignidad.
 
 Mano a mano
 
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Artículo también publicado en la página prsonal de autor: Blog de José Juan Hdez
 

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