El decepcionante discurso del rey PDF Imprimir E-mail
Monarquía - Casa irreal
Escrito por Crónica de Aragón   
Viernes, 27 de Diciembre de 2013 06:35

El rey Juan Carlos, como siempre hace la derecha española, se limitó en su último discurso de Nochebuena a mirar a esa parte de la Constitución que habla de la unidad de la patria. Debió de pensar que, como dijo el todavía ministro de Exteriores García–Margallo, todo lo demás es literatura.

 

De los 35 párrafos de su mensaje navideño se puede concluir que quienes rompen el marco constitucional son sólo los que quieren independizarse de España. Ni un solo reproche para quienes pretenden independizarse del Estado social, de la progresividad fiscal, o de la subordinación de toda la riqueza del país –“sea cual fuere su titularidad”– al interés general.

Incluso el monarca, como hizo hace dos años, tuvo la ocurrencia de reconocer que los pensionistas están asumiendo el papel de garantes de la cohesión social al que ha renunciado el Estado, sin incluir a continuación la menor crítica a quienes, desde la Moncloa pero sobre todo desde su trasnochada ideología neoliberal, hacen lo posible cada viernes para que las Administraciones incumplan este mandato de la Carta Magna.

Tampoco resultó demasiado tranquilizadora la frase del monarca que decía que “para mí, la crisis empezará a resolverse cuando los parados tengan oportunidad de trabajar” ¿Se refiere don Juan Carlos a un trabajo que lleve aparejada la remuneración suficiente para que el empleado y su familia satisfagan sus necesidades (art. 35), o por el contrario se conforma con los empleos esclavistas asiáticos o con los minijobs alemanes? Nada precisó sobre este aspecto, en un país donde hoy se denomina “trabajo” a lo que hace diez años se consideraba “explotación ilegal”.

Aunque el mayor despropósito del decepcionante discurso del rey se escondía detrás de la frase “creo en un país libre, justo y unido dentro de su diversidad”. Pues bien, esa España en la que “cree” el monarca es cada vez más diferente a la real. Ni este es un país libre (ya que las medidas económicas no las dictan las instituciones democráticamente elegidas, sino que vienen impuestas por los Mercados), ni es un país justo (basta consultar las estadísticas sobre las crecientes diferencias sociales), ni tampoco es un país unido, después de que la clase empresarial en el campo socioeconómico, y las derechas nacionalistas catalana y vasca en el territorial, hayan roto unilateralmente todos los equilibrios plasmados en la Constitución Española de 1978.

Al menos, el monarca tuvo el detalle de no repetir aquella frase de que “la justicia es igual para todos”. Hubiera resultado un tanto irónica.

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Fuente: Crónica de Aragón

 

 

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