El rey no puede tener bastardos, ja, ja, ja PDF Imprimir E-mail
Monarquía - Casa irreal
Escrito por Arturo del Villar / UCR   
Viernes, 26 de Octubre de 2012 03:49

Albert Solà y la belga Ingrid SartiauLas titulares de los juzgados de Primera Instancia números 19 y 90 de Madrid han rechazado las demandas presentadas por el empordanés Albert Solà y la belga Ingrid Sartiau, en las que reclamaban el reconocimiento de su filiación ilegítima como hijos de Juan Carlos de Borbón y Borbón. El argumento utilizado para el rechazo es que el tercer punto del artículo 56 de la Constitución monárquica vigente proclama que “La persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”.

Ha dicho el abogado de los demandantes, y parece razonable su argumento, que ese artículo podrá aplicarse a las responsabilidades penales, pero no a las civiles. Cierto que el rey lo es desde su proclamación hasta que deje de serlo por su voluntad o por fuerza mayor, pero no es lo mismo que organice un golpe de Estado y que procree un hijo bastardo. Todo lo hace en uso y disfrute de sus facultades, pero los actos son muy diferentes, y sus consecuencias lo son más.

Alega el letrado que el segundo punto del artículo 39 de la misma Constitución avala su demanda, al decir que “Los poderes públicos aseguran, asimismo, la protección integral de los hijos, iguales éstos ante la ley con independencia de su filiación, y de las madres, cualquiera que sea su estado civil. La ley posibilitará la investigación de la paternidad”. Por lo tanto, las juezas debieran obligar a Juan Carlos de Borbón y Borbón a someterse a una prueba de paternidad, si fuera cierto lo que afirma el artículo 14 del mencionado texto legal: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”, en las que se incluye la de ser rey por designación de un exgeneral rebelde.

La señora Sartiau es belga, y en consecuencia no es igual ante la ley que el rey de España, aunque como ciudadana de la Unión Europea podría poner en cuestión ese dato. ¿Y el señor Solà, que es empordanés? Todavía es español, y en consecuencia es igual ante la ley que Juan Carlos de Borbón, y las leyes españolas debieran proteger su derecho a la investigación de la paternidad que reclama. Pero a estas alturas no vamos a espantarnos, al comprobar las diferencias con las que tratan los magistrados a los miembros de la familia irreal en comparación con sus vasallos.

 

Son caros los bastardos

 

El rey católico nuestro señor, siguiendo la tradición borbónica, ha entretenido la atención del pueblo con sus aventuras eróticas. Son incontables las amantes que se le achacan, con especial predilección por cantantes más o menos dotadas para la profesión, generalmente menos, pero de buena apariencia siempre. Su aventura con una señora de fachada bárbara digna de un rey y circense, nos ha costado millones de euros, y eso que no le dio ningún hijo, sino vídeos íntimos y comprometedores.

Que se sepa con seguridad, el rey tuvo una hija con Olghina de Robilant, hija ella de un conde, pero que no por eso se esconde para organizar escándalos y llevar una vida nada ejemplar. La niña, Paola, nació en 1959. Se sabe porque Olghina conservó cuidadosamente 47 apasionadas cartas que le remitió Juan Carlos de Borbón y Borbón entre 1956 y 1960. El estilo literario de nuestro señor el rey católico, que Dios guarde, resulta bastante ridículo; en la correspondencia lujuriosa no utiliza a los escribas que le redactan los discursos oficiales, y eso se nota mucho. Pero semejante asunto de cama, e incluso de Kama Sutra, no nos importaría, si no fuese porque la intrépida Olghina amenazó en 1986 a la llamada Casa Real con publicarlas, si no le pagaban diez millones de pesetas por ellas. Los pagaron, claro que sí, por medio del factótum para asuntos reservados Manuel de Prado y Colón de Carvajal, tan amigo del rey que acabó en la cárcel, como tantos otros amigos del rey, dado que desoye los consejos de su confesor respecto al abandono de las malas compañías.

Ingenuos son los cortesanos de la llamada Casa Real. La astuta Olghina había tenido la precaución de hacer fotocopias de las cartas, y se las vendió a la revista italiana Oggi, que las publicó en cuatro capítulos en 1988, con otros documentos y fotografías. Menos mal que ese puñado de liras no salió de nuestros Presupuestos Generales, es decir, de nuestros bolsillos.

Otra hija bastarda, nacida en 1960, se la proporcionó a nuestro señor el rey católico María Gabriela de Saboya, nieta del rey fascista italiano Víctor Manuel III. Hasta ahora no se sabe que madre o hija hayan aprovechado la situación para sacarnos los dineros, pero todo se andará. Los bastardos son un tesoro seguro, y si van acompañados de cartas lascivas, mucho más rico.

 

Borbones revolcones

 

La afición de los borbones a los revolcones de cama (Sutra) es añeja. En realidad ninguno de los hijos de Carlos IV los engendró él, así que fueron borbones por su madre, la golfísima María Luisa de Borbón Parma. Veinticuatro embarazos tuvo la ardiente reina, al beneficiarse igualmente de la idiotez congénita de su marido y de la obediencia de los guardias de palacio a su real vicio y servicio.

Su nieta Isabel, apodada Isabelona por sus vasallos, debido a las anchuras que lucía, la superó en liviandad y libidinosidad. Once embarazos tuvo, ninguno procurado por su legítimo esposo Francisco de Asís de Borbón. La cachonda señora era muy aficionada a la literatura sicalíptica, así que escribía cartas a sus amantes diciéndoles lo que sentía por ellos, y hubo que comprarlas a precio de oro.

A su heredero Alfonso XII le apodaban El Puigmoltejo, por los apellidos de su padre natural. Salió a la familia, de modo que cultivó por igual la lujuria y la literatura erótica. Tuvo dos hijos bastardos con la cantante Elena Sanz: Alfonso, nacido en 1880, y Fernando, al año siguiente, a los que pasaba una pensión como amante padre, y más amante todavía de su madre. Pero muerto el rey en 1885, su viuda y regente del reino María Cristina, apodada Doña Virtudes, se negó a continuar pagando a los que consideraba hijos del pecado, tal vez molesta por las preferencias del difunto hacia otra mujer desde luego más atractiva que ella.

Elena Sanz contrató al político republicano Nicolás Salmerón para que reclamase al Estado una pensión para sus hijos huérfanos, advirtiendo que en caso contrario publicaría las cartas de amor que le dirigió el difunto. Se las compraron, claro que sí, por 750.000 pesetas de 1886, una fortuna que pagaron los sufridos vasallos.

No contento con ello, Alfonso Sanz reclamó en 1903 el reconocimiento de la paternidad real, exigiendo la utilización del apellido Borbón y, claro está, el pago de una pensión con cargo a los Presupuestos del Estado. Pero el Tribunal Supremo rechazó la demanda en 1907. Como vindicación editó un folleto titulado Los hijos de Elena Sanz y Alfonso XII, que es de lectura recomendable, aunque muy difícil de encontrar, porque las autoridades de la época hicieron desaparecer los ejemplares, en evitación sin duda de malos ejemplos para la juventud.

 

Los hijos del XIII

 

De Alfonso XIII son conocidos varios hijos, empezando por Roger, al que engendró en la francesa Mèlanie de Gaufridy a sus 17 años, en 1903, nada más ser coronado rey para desgracia de España. La lista de sus amantes es tan larga como la de su abuela, pero la que les costó muy cara a los resignados vasallos (hasta que se hartaron de serlo) fue la actriz Carmen Ruiz Moragas.

Engendraron dos bastardos, María Teresa, nacida en 1925, y Leandro Alfonso, nacido en 1929. La relación entre los progenitores comenzó en 1916, y para acallar los rumores de las malas lenguas ella se casó al año siguiente con el torero mexicano Rodolfo Gaona, quien la abandonó enseguida porque en el ruedo los espectadores no distinguían quién era el toro, y les pitaban a los dos.

El generoso rey, con el dinero de sus sufridos vasallos, regaló a la actriz decadente un palacete en el Parque Metropolitano madrileño, en la avenida del Valle, y le pasaba una sustanciosa mensualidad. Qué buen padre, aunque no de sus hijos legítimos. Claro está que los legítimos no eran presentables, debido a sus múltiples taras congénitas, heredades de él y de su legítima esposa, la reina Victoria.

La victoria republicana en 1931 hizo que el rey se largase de Madrid a toda la velocidad de su automóvil, dejando abandonada a su familia legítima, pero entregó al conde de los Andes una fortuna para que fuesen tirando de ella la Moragas e hijos. Ya en el exilio continuó ocupándose de la familia bastarda, y abrió a su nombre una cuenta en un banco suizo, que gestionó el mismo conde para todo.

 

Las cartas de El Soldadito

 

Carmen se consoló de su soledad amancebándose con el escritor Juan Chabás. Murió el 11 de junio de 1936, y a su entierro acudieron los monárquicos recalcitrantes, reconociendo con su gesto que había sido la amante oficial del monarca perjuro detestado por el pueblo español. Fue algo así como una representación grotesca de la tragedia de Vélez de Guevara Reinar después de morir.

Siguiendo la tradición borbónica, Alfonso XIII le escribió numerosas cartas, firmadas por El Soldadito, que fueron subastadas, y algún día serán publicadas. Alguien debiera advertir a los borbones que no deben practicar la literatura pornográfica, porque al final resulta cara. Aunque a ellos el dinero no les inquieta. Al escapar de Madrid como si le persiguiera la revolución, el ex rey Alfonso llevaba una pequeña maleta solamente, pero no necesitaba más, porque su fortuna estaba muy bien colocada en bancos extranjeros. Había sido tan ahorrador como poco patriota.

Así que su nieto Juan Carlos I ha seguido fielmente el ejemplo de sus antepasados, aunque resulte un mal ejemplo. Y encima en su reinado hay vídeos, que son más acusadores que las cartas. De momento los jueces (o mejor dicho, las juezas) no se quieren enterar de sus aventuras kamasutreras, pero es inevitable que salgan a relucir, porque las barraganas no se van de safari erótico con él por su cara bonita, puesto que no la tiene. Lo que les interesa es el dinero, que sí lo tiene en los bolsillos de sus dóciles vasallos. Habrá que ver lo que sucede si aparecen mesticitos botsuanos en esta corte, si no de los milagros, ya que no cuenta con una monja de llagas sanguinolentas, sí de los parados sangrados por los impuestos reales.

 

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