Reales golferías PDF Imprimir E-mail
Monarquía - Casa irreal
Escrito por Arturo del Villar / UCR   
Miércoles, 17 de Noviembre de 2010 06:38

   ¡Abajo la Monarquía!Los vasallos de su majestad Carlos XVI de Suecia están muy divertidos estos días, al leer su biografía secreta, aunque era un secreto a voces. Se titula Den motvillige monarken, que según me dice una amiga sueca debe traducirse por El rey evasivo. El autor principal es Thomas Sjöberg, con colaboradores, y la editorial que lo publica es Lind & Co. La primera edición se agotó en una semana, lo que demuestra el interés de los suecos por su rey.

 

   Carlos XVI es pariente de nuestro rey, por su abuela Victoria Eugenia de Battenberg. En realidad todos los reyes europeos con trono, que ya son muy pocos, están emparentados. Además, todos tienen biografías parecidas.

   El actual rey de Suecia, nacido en 1946, ocupa el trono desde el 15 de setiembre de 1973. Casado en 1976 con Silvia, tiene tres hijos, un varón y dos hembras. Lo mismo que nuestro rey.

   Pasó por las academias militares rápidamente, para obtener los máximos grados en los tres ejércitos, aunque afortunadamente para él y para sus vasallos no ha necesitado demostrar sus aptitudes como estratega. Lo mismo que nuestro rey.

   Sus principales ocupaciones son deportivas. Destaca como cazador consumado, y practica con éxito el esquí y la navegación. Lo mismo que nuestro rey.

   Esta biografía revela otras aficiones menos presentables, porque también es un golfo aficionado a las juergas con jovencitas prostituidas. Lo mismo que Berlusconi.

   Así resulta que esta biografía parece una novela pornográfica. A Carlos le gustan especialmente las muchachas del espectáculo, hasta el punto de haber mantenido una relación erótica estable durante catorce años con la cantante y modelo Camilla Henemark, lo que demuestra su buen gusto, porque tiene una figura bárbara, digna de un rey, aunque con gesto autoritario, como de domadora de leones.

   El rey convocó una rueda de prensa tras una cacería, para librarse del acoso a que le sometían los medios de comunicación desde la aparición del libro. No negó ninguna de las aventuras reseñadas, pero aseguró haber tratado el asunto con la reina, y acordado “pasar página”. Es comprensible: un divorcio resultaría perjudicial para la institución monárquica. Y además ahora ya la naturaleza real está desbiagrada.

   Pero los suecos se preguntan para qué seguir manteniendo a este personaje y su familia, más los sobornos a sus antiguas amantes, un coste carísimo para los presupuestos del reino, cuando su figura es innecesaria. La Constitución de 1974 le adjudica un papel ceremonial, limitado a la recepción de cartas credenciales de embajadores, y a la entrega de los premios Nobel en diciembre de cada año.

   Los españoles tenemos la fortuna de que nuestro rey no haya dado nunca motivos para el escándalo. Por eso es imposible que se pueda publicar en España sobre su majestad católica un libro como el editado en Suecia sobre su rey protestante. Es que la religión influye mucho en la idiosincrasia de los pueblos y sus monarcas.

 

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