Retratos reales. Bildu tiene razón PDF Imprimir E-mail
Monarquía - Casa irreal
Escrito por Arturo del Villar / UCR   
Domingo, 26 de Junio de 2011 06:36

¡Abajp el rey!  El presidente del Gobierno descalabrado, el compañero Rodríguez, y su delfín y ministro del Interior, el compañero Alfredo, amenazan a los diputados y concejales de Bildu con aplastarlos bajo el peso de su ley. Coinciden plenamente con los dirigentes del partido que hace como que es su oposición, el autoproclamado Popular: todos contra Bildu, porque representa el sentir de Euskal Herria, cosa desagradable para los partidos de derechas. Hay una absoluta identidad de criterios entre el partido Pseudo Socialista Obrero Español y el llamado Popular.

 

   Ha hecho muy bien el alcalde de San Sebastián en retirar el retrato del rey católico nuestro señor del salón de plenos del Ayuntamiento, porque no debe figurar en ningún lugar público: este rey es anticonstitucional, según la Constitución aprobada por dos tercios de los vasallos el 6 de diciembre de 1978. Repásese el primer punto del artículo 61: "El rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales, prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer guardar  la Constitución y las leyes, y respetar los derechos de los ciudadano y de las comunidades autónomas."

   Su majestad el rey nuestro señor Juan Carlos de Borbón y de Borbón fue proclamado rey de España el 22 de noviembre de 1975 por las llamadas Cortes Españolas y el Consejo del Reino, instituciones de la dictadura, después de prestar este juramento: "Juro por Dios y sobre los santos Evangelios cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino, y guardar lealtad a los Principios que informan el Movimiento Nacional." O sea, a las leyes ilegales de la dictadura genocida.

Firma de la Constitución

   Una vez aprobada la Constitución de 1978 por dos tercios de los vasallos, el 27 de diciembre se celebró una solemne sesión en el Congreso, en la que pronunció un solemne discurso el solemne presidente de las Cortes dictatoriales, Antonio Hernández Gil, que fue solemnemente aplaudido. A continuación se procedió a firmar en la última página de un ejemplar encuadernado lujosamente de la Constitución, por los jerifaltes de aquella caricatura de Cortes dictatoriales, y por último firmó su majestad el rey católico, quien a continuación pronunció un solemne (faltaría más) discurso, y se dio por terminado el acto.

   Por lo tanto Juan Carlos de Borbón y de Borbón no se ha sometido al requisito estipulado en el primer punto del artículo 61 de la Constitución, luego no es un rey constitucional. Es el rey designado sucesor por el dictadorísimo, en una esperpéntica sesión de sus Cortes, el 23 de julio de 1969, ante las que prestó este juramento: "Sí, juro lealtad a su excelencia el jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y demás leyes fundamentales del reino." Dos juramentos semejantes, el primero en vida del dictadorísimo y el segundo tras su muerte. En cambio, ningún juramento de la Constitución.

   Puesto que no es un rey constitucional no tiene por qué figurar su retrato en ninguna institución representativa de la soberanía nacional, que reside en el pueblo español, según afirma el artículo primero punto 2 de la Constitución de 1978.

Dos tareas pendientes

   Otras dos obligaciones éticas tiene Bildu en Euskal Herria. En primer lugar proponer en todas las instituciones en las que cuenta con representación una condena de los crímenes cometidos por los sicarios de la dictadura. A los 75 años de la sublevación de los militares monárquicos, ya es hora de condenar oficialmente los crímenes cometidos entre 1936 y 1975 por los esbirros del dictador, todos aquellos que cumplían fielmente sus leyes ilegales, agrupadas bajo la denominación de Principios Fundamentales del Movimiento Nacional. Un millón de muertos, medio millón de exiliados, y no se sabe cuántos presos durante esos trágicos cuarenta años esperan todavía una reparación de su memoria. El dictadorísimo se comportó como los antiguos reyes babilonios, asirios, persas y otros semejantes, que exterminaban a sus enemigos para borrar su existencia. Con la colaboración necesaria de sus secuaces, naturalmente, que eran los ejecutores de los crímenes.

   Y la segunda obligación es hacer que se retiren todos los monumentos, monolitos, inscripciones y rótulos de calles en memoria de los militares monárquicos sublevados y de sus ayudantes civiles. Existen en toda España, 75 años después de la rebelión, para recordarnos que ellos ganaron la guerra, y los que no estamos conformes somos sus esclavos.

   Los resignados vasallos españoles seguimos apasionadamente la trayectoria de Bildu en  Euskal Herria.

 

 

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