Princesa busca local Imprimir
Monarquía - Casa irreal
Escrito por Joaquín Soler/ UCR   
Domingo, 08 de Julio de 2018 00:00

Cuando estudiaba en la universidad politécnica siempre buscaba algún trabajo para adquirir material de dibujo, revistas o libros. Una mañana entrando en el vestíbulo, después de los bedeles, había un anuncio que me llamó la atención. Pedían voluntarios para colaborar con un partido político nuevo, la UCD de Adolfo Suarez. Me apunté, di el teléfono de casa y esperé. Era el año 1979 y no tenía ni idea de política. En mi familia no se hablada, solo mi abuelo Joaquín explicaba alguna historia o anécdota que no situaba en el tiempo.

Una tarde me llamarón, tenia que presentarme en la sede del partido y allí me explicarían las instrucciones. Acudí al local, no recuerdo muy bien donde estaba, cerca del Mercat de Sant Antoni. Pasados unos días volví por la documentación y las credenciales de interventor, eran para las elecciones al Congreso y al Senado que serían el jueves 1 de marzo. Durante la jornada electoral tenia que recoger el Acta de constitución de la mesa, seguir atentamente la votación, comprobar el escrutinio, recoger las Actas de cierre y del escrutinio final.

El día señalado mucho antes de la hora prevista me presente a la dirección indicada. Mi sorpresa fue encontrarme frente a un almacén de transportistas denominado: “Mudanzas el Águila, transportes nacionales e internacionales”. Creía que me había equivocado de dirección, pero no, poco a poco me fui ubicando. En la puerta una pareja de la policía armada hacía guardia metralleta en ristre. Los guardias urbanos habían cortado la circulación de la calle para que los conductores movieran y sacaron con gran habilidad los camiones hacia otro destino. Luego barrieron y regaron el local y, poco a poco se fue montando nuestro colegio electoral: mesas, sillas, cabinas de votación, urnas, papeletas, sobres, etc.

Presente mi credencial al presidente de la mesa que tenía asignada, un señor mayor muy serio que había sido un antiguo republicano. Empezó la votación con puntualidad, fueron acudiendo ordenados, en fila, en silencio, y respetuosos los votantes. Había interventores de todos los partidos, me preguntaban mi filiación política. Yo solo iba por la soldada. Los vocales de la mesa, que eran del barrio, me explicaron quiénes eran los responsables de la UCD de la zona. Habían sido antiguos falangistas del régimen y de la Falange española tradicionalista hasta la muerte del dictador. Se habían reciclado en nuevos demócratas del partido del régimen monárquico del 18 de julio.

Aquella jornada fue mi bautismo de fuego en la política y sucedieron innombrables anécdotas. Acudieron todos los artistas y las vedets del Molino, un vecino con el carné del club de futbol español, otro que quería votar a Felipe González y que, como no lo encontró, se fue enfadado. La sencillez del local no impidió que los ciudadanos ejercieran ese día su voluntad y su derecho a elegir a sus representantes. La UCD en Barcelona y en Cataluña no tuvo buen resultado, pero ganó las elecciones en el resto del país.

Me trajeron un bocadillo de tortilla de patatas, una manzana y un botellín de agua. Fue un día inolvidable. Me pase las horas resolviendo dudas a los votantes, ayudando a descifrar las listas del Censo electoral, charlando con los interventores. No recuerdo lo que vote, pero no fue a la UCD. Por la noche fui a la sede del partido, entregué los resultados y las actas, y me pagaron. La desaparecida UCD me pago mi trabajo: 400 pesetas, unos 2,40 € al cambio actual.

Han pasado casi cuarenta años desde esa primera jornada, he estado en muchas votaciones, pero nunca ha vuelto a ser lo mismo. Comprendí la importancia, el respeto y el mérito que tuvo para mí ese día de primavera. Que los ciudadanos y las ciudadanas acudieran a votar a mi humilde colegio electoral, llenaran con sus votos dentro de los sobres poco a poco las dos urnas. Ese día elegían a los nuevos diputados y senadores de las cámaras, sede de la pluralidad política del país. Después en otras votaciones se eligieron a los alcaldes y a los concejales de los municipios, también a los diferentes diputados de los parlamentarios autonómicos. Todos los niveles políticos de representación institucional han sido elegidos y substituidos varias veces, excepto el cargo de Jefe del Estado.

Días atrás, leí en la prensa que busca local, una princesa con el título de Girona. La ciudad tres veces inmortal en la guerra del francés. El Auditori-Palau de Congressos de la ciudad está cerrado por obras de reforma durante este verano. Les costó trabajo encontrar un sitio digno para la entrega de unos premios que no sabemos su utilidad, y lo que es aún peor, la utilidad de la Fundació princesa de Girona. Las fundaciones se crean para recordar, difundir, estudiar, analizar el legado y la memoria de alguien que ha dejado huella en la sociedad. Conozco el trabajo, la labor silenciosa y eficaz de la Fundación Manuel Azaña, Antonio Machado, Alfons Comín y José Antonio Labordeta.

Durante muchos años, desde el 2007, todos los alcaldes de Girona, desde Joaquim Nadal hasta Carles Puigdemont y el consistorio en pleno de la ciudad, han acudido emocionados y en reverenda procesión al evento y a la fiesta de los premios de la princesa. Se han hecho fotografías con los monarcas, su corte de patronos y los oligarcas del régimen que los siguen. En primera fila han devorado los canapés, el jamón, las croquetas y las pastas secas y, sin ninguna vergüenza se han bebido las botellas del cava catalán y el agua de los floreros.

Pero no hay problema, lo han solucionado y encontrado un local para la niña. Unos hermanos cocineros de fama han acudido en auxilio del vencedor. Le han ofrecido su restaurante que tiene un Centro de eventos en un pueblo cerca de la ciudad de Girona, seguro que serán bien retribuidos. Todos los servicios al régimen siempre han estado bien pagados. Unos cuatrocientos comensales hambrientos acudirán a un menú de unos 180,00 € por barba como mínimo.

La dignidad del lugar no es lo primordial. La corona necesita usar los oropeles, la purpura y las joyas para dotarse de la dignidad que no posee. Para tener prestigio se ha rodeado de una corte de lacayos. Aun somos la única monarquía del Mediterráneo, junto con el reino occidental de Marruecos y el principado de Mónaco.

Ha de ubicarse en una sala de prestigio con un menú especial, para dar contenido a un acto vacío y sin sentido, como todos los que rodean a esta institución. Un ente privado que se considera por encima de lo público que es de todos los ciudadanos. Una familia que tiene asignada en exclusiva la representación del Estado. Es la responsabilidad colectiva de todos los ciudadanos y ciudadanas que debemos afrontar juntos que queremos ser, que futuro deseamos, yo me apunto a un mundo mejor.

“La República y la libertad no hace felices a los hombres,

lo que los hace es: simplemente hombres”

Manuel Azaña, 1930, Madrid, mitin de la plaza de toros.

No comprendo que alguien pueda heredar algo más valioso de sus padres que la dignidad y la honradez. Que aun exista hoy en nuestra democracia un cargo político y de representación institucional de origen hereditario. Que además tenga la autoridad moral de tomar juramento o promesa a nuestros representantes elegidos democráticamente. Que refrende todas las leyes democráticas elaboradas por el Congreso y el Senado. Que acepte las credenciales de los representantes de otros países y naciones. Que sea el jefe de los tres ejércitos y además tenga la potestad de elegir al obispo general castrense. Que ostente el poder absoluto, sin ninguna responsabilidad por sus actos privados o no, legítimos o no. Que tenga una protección legal total y absoluta. Que tenga una Familia Real con sueldo para cada miembro, hoy reducido en parte por los escándalos probados, juzgados y condenados. Que ejerza la representación de todos los ciudadanos y ciudadanas de un país.

El hombre o mujer que ejerza la Jefatura del Estado se ha de ganar la dignidad del cargo que ostenta, no solo el favor de los poderosos y lobistas que lo rodean. Estaría bien que saborease el valor de la democracia, que también se sometiera como los demás cargos electos al voto. Al sufragio de todos los españoles y las españolas que, con madurez política, venimos eligiendo a nuestros representantes en las instituciones desde hace bastante tiempo.

 

Joaquín Soler es arquitecto y miembro de UCR Unidad Cívica por la República