La mantilla contraataca PDF Imprimir E-mail
Laicismo - Estado Laico
Escrito por Amadeu Fabregat / La   
Martes, 28 de Junio de 2011 00:00

Dolores de CospedalAtaviada con teja y mantilla, como salida de una tonadilla de Concha Piquer, la Cospedal se ha convertido en el icono de la España que empieza a amanecer. Me ha gustado mucho ese revival del nacional catolicismo que me devuelve a mi niñez de clavariesas de Santa Teresa y procesiones cortando el tráfico. Lastima que se haya pasado el primer trimestre del año que si no me hubiera organizado los siete domingos de San José, para ponerme a tono con la que se avecina.

 

 

 La mantilla de María Dolores ha sido estos días más analizada y debatida que la Sábana Santa de Turín, una orgía semiótica. Como si al clavarse la teja en el moño y calzarse esos voluptuosos tacones de aguja que hubieran vuelto loquito a Buñuel, se hubiera transfigurado, la Cospedal, más sensual que nunca, de luto riguroso por la España agonizante de Zapatero.

Como la derecha no tiene ninguna fórmula novedosa en contra de la crisis, ha decidido sacar las mantillas y los crucifijos, igual que en algunos pueblos sacan a las vírgenes para invocar la lluvia, a ver si cuela. La teja de la Cospedal es como el preámbulo del programa del PP, que parece decidido a encomendar a Dios las soluciones que no han sabido arbitrar los hombres. Bien mirado, tiene su lógica: sólo un milagro puede salvar a España, y con un Gobierno de ateos no parece probable que tal evento vaya a producirse. Dios va a lo suyo, como los banqueros, y no labora para el enemigo. Estos días, la mantilla de la Cospedal ha sido más comentada que la crisis, lo cual es muy positivo porque la crisis se resolverá mejor si dejamos de hablar de ella. Debatir sobre tejas y crucifijos nos va mucho más a los españoles que enzarzarnos con las arideces de la deuda y del recorte, asuntos nada excitantes. Y de paso nos permite practicar la intolerancia, por la derecha o por la izquierda, labor que siempre se nos ha dado muy bien desde tiempo inmemorial.

Discutir sobre usos y costumbres es lo que más nos pone, siempre con el afán de acogotar al adversario para que adopte las nuestras, aunque sea a hostias, y nunca mejor dicho. Zapatero quiso reinventarlo todo y la tomó con los crucifijos, y los crucifijos se vengan ahora saliendo del armario. A mí me gustan los crucifijos como objetos decorativos, con todo respeto, por supuesto, preferiblemente los del Barroco. La izquierda del Parlamento valenciano tenía que haberle exigido al popular Juan Cotino, presidente de la Cámara, un crucifijo con más empaque, como Dios manda, a base de oro y pedrería. Y no la austerísima crucecita de madera que sacó para jurar el cargo. Puestos a creer en Dios, hagámoslo al menos en el marco de una cierta opulencia estética, como mandan los cánones vaticanos.

Cuando Mariano gane la Moncloa, en la próxima rifa electoral, tendremos una España de derechas pero con las leyes sobre derechos civiles más izquierdosas de Europa. Algunos analistas opinan que, con tanta feligresía católica en el poder, lo mismo Dios se pone al tajo y nos saca del pozo con algún milagro «prêt-à-porter». Además de recortar los dineros, Rajoy tendrá que contentar a los suyos recortando abortos y bodas de bisexuales con transexuales, o de canarios con periquitos. Nos espera pues, en cuanto pasen las generales, una larga legislatura de manifestaciones para que el personal pueda seguir haciendo con su cuerpo, y con su entre cuerpo, lo que le venga en gana. También por ese lado, y no sólo con el revival estético del nacional catolicismo, vamos a rejuvenecer muchos contribuyentes de la tercera edad. Manifestarse en Madrid siempre resulta delicioso, si la cosa termina en la céntrica plaza de Colón. Así, después de pedir que los canguros y las canguras puedan escoger libremente su sexualidad, te puedes ir de compras por la milla de oro del barrio de Salamanca, o a merendar a Embassy, donde siempre encontrarás alguna condesa viuda o algún grande de España que se había manifestado en favor de todo lo contrario la semana anterior.

La mantilla contraataca, y el crucifijo también. No se por qué la izquierda nenaza que tenemos arma tanto barullo por esto. Cuando la religión se convierte en espectáculo popular, como sucede continuamente en este país, las aristas del dogma se disuelven en la coreografía. La Cospedal en la procesión del Corpus marca tendencia, desde ahora. No me extrañaría nada ver a más de uno ataviado como la diva del PP, en la cabalgata del «día del orgullo gay».

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Fuente: http://www.lne.es/opinion/2011/06/26/mantilla-contraataca/1094806.html