El catolicismo en la política PDF Imprimir E-mail
Laicismo - Estado Laico
Escrito por Juan Antonio Cortés Avellano   
Jueves, 28 de Mayo de 2015 03:48

Un servidor no es creyente, todo lo que desde pequeño me inculcaron a la fuerza no caló en mis pensamientos, al contrario, produjo más sombras que luces. Cuando fui creciendo observé que la Iglesia apostólica y románica no practicaba lo que predicaba, lo cual confirmaba mi desconfianza a las sotanas. No les aburriré con anécdotas personales que pude sufrir gracias a la férrea disciplina que observé en las escuelas de los curas (férrea por no decir cruel), o la poca piedad que vi en  algunas monjas al cuidar enfermos. No quiero decir que todos los curas y todas las monjas sean iguales, ¡por favor! Pero sí diré que los comportamientos déspotas han sido consentidos con total naturalidad por la jerarquía eclesiástica. Las creencias religiosas de cada cual no afectan para nada en el prójimo si estas se mantienen donde deben estar, en el ámbito privado. Sí estas traspasan ese espacio privado las creencias religiosas se socializan y adquieren ámbito político, no en vano el Partido Popular rechazó retirar la palabra cristiano de su definición como partido.

 

 

Religiosos votando en 1936

 

Desde sus orígenes en 1917, la ACdP apoya a la Confederación Nacional Católico-Agraria. En 1918 funda la Oficina Informativa de la Enseñanza y en 1920, el propagandista Fernando Martín-Sánchez Juliá, que sucedería a Ángel Herrera Oria al frente de los propagandistas, pone en marcha la Confederación Nacional de Estudiantes Católicos

 
En 1917 en España se creó la Confederación Nacional Católico-Agraria, asociación de la que fueron ideólogos los propagandistas católicos liderados, por el que acabó siendo cardenal, Ángel Herrera Oría. A los propagandistas católicos le debemos la creación del diario El Debate, órgano "oficial" de la Ceda de Gil Robles. Según los historiadores Gómez Navarro y Teresa González Calvet:
A partir de este momento la CEDA se convirtió en la principal defensora de los intereses de las patronales agrarias, mientras la ninoría agraria, presidida por Martínez de Velasco, con sus veintinueve diputados, se veía desplazada hacia posiciones más centristas en el terreno político y social. Una de las razones principales de esta derrota fue el control que ejercía la CEDA sobre la Confederación Nacional Católico-Agraria, que, aunque formada principalmente por campesinos pequeños y medios de la región castellana, se encontraba subordinada a los intereses políticos y económicos de los grandes propietarios agrarios.
Una vez que la religión pretende influir en el ámbito social, esta se convierte en enemigo o aliado político y cómo tal es tratado. Solo así se explica el anticlrericalismo español. Un anticlericalismo que viene de lejos y que en algunas capas sociales aún en la actualidad se mantiene. Declaraciones como la de Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano ante el al matrimonio homosexual en el referéndum irlandés dan fe de que la Iglesia católica poco ha cambiado: “No solo se puede hablar de una derrota de los principios cristianos, sino de una derrota de la humanidad. Lamentable declaraciones de un mandamás católico apostólico y románico aleja, aún más a los que están lejos de compartir ciertos ideales de tanto conservadurismo clerical. Que se rece a la Virgen de la Soledad o al Cristo de las Angustias; que se crea que Dios creó el Mundo en 7 días y que la mujer se formó a partir de una costilla del varón, puede crear debate científico, un debate estéril porque en contra de la fe no se puede discutir, pero que la Iglesia pretenda influir en las leyes de los países e imponer su doctrina moralista crea debate político, un debate mucho más desagradable. Después, si las revoluciones estallan las posiciones están bien demarcadas, tanto la de los anticlericales como la de los clericales. A los anticlericales se les perseguirá por un motivo y a los clericales por otro, pero siempre el motivo será político. La izquierda durante la II República se opuso al voto femenino porque decían que la mujer podría ser influida por la Iglesia para que votase a las derechas. La persecución religiosa durante la Guerra Civil fue por motivos políticos y no por motivos de fe. El anarcosindicalista García Oliver explicó que los terroristas de la CNT asesinaron al cardenal Soldevila por su confabulación con el pistolerismo blanco. El cardenal había sido acusado  reiteradamente de ser uno de los principales valedores del pistolerismo patronal. Fuera o no cierto se le señalaba por motivos políticos y no por que creyera en Dios. Ni todos los campesinos asesinados por el fascismo español eran peligrosos revolucionarios bolcheviques, ni mucho menos, todos los clérigos asesinados eran peligrosos derechistas. Pero llevar sotana equivalía haber votado a las derechas y por lo tanto sospechoso de estar con los golpistas, y creer en la reforma agraria significaba ser un peligroso rojo.
Sí pudiéramos saber la opinión del asesinado, muy probablemente a este le importaría muy poco el motivo por el que le habían quitado la vida. Lo que a éste le preocuparía es el asesinato en sí. Y un crimen es execrable tanto si se produce por haber votado al Frente Popular o por vestir con sotana. No hay diferencias y los dos motivos son igual de asquerosos. Pero la Guerra Civil fue una guerra de ideales y no de creencias religiosas. Lamentablemente la Iglesia estaba con la derecha y esto era así antes ya de la II República. Con la llegada del republicanismo esto no cambió. Si todavía se sigue debatiendo sobre este tema es porque la propia iglesia se ha encargado de ello. Antonio Montero Moreno - es un sacerdote católico y periodista, obispo de Badajoz y arzobispo de Mérida-Badajoz retirado en 2004-  escribió sobre el tema, siendo su obra, principal referencia del victimismo clerical , también con la llegada de nuevos papas católicos se empezaron a producir las beatificaciones de los "mártires" por el odio a a la fe durante la Guerra Civil. La Iglesia se equivoca y, en nuestra opinión, se equivoca quien ve en la Guerra Civil una persecución a las sotanas tan solo porque decían misa. No vamos a negar que la muerte de 7.000 clérigos es un hecho lamentable, pero no es menos lamentable el asesinato de muchos más de 7.000 campesinos andaluces y extremeños -o de cualquier otra región- por que votaban al Frente Popular o por ser del PSOE o de la CNT. No nos olvidemos de una cosa, los curas también votaban durante la II República.
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