El "pequeño Nicolás" ensalza "la gran democracia española" PDF Imprimir E-mail
Imperio - Unión Europea
Escrito por Arturo del Villar / UCR   
Domingo, 29 de Mayo de 2011 05:25

Le petit Nicolás Mientras todas las agencias internacionales de Prensa difundían las aterradoras imágenes de la salvaje agresión ejercida por la policía monárquica contra los pacíficos acampados en la plaza de Catalunya, el presidente de la República Francesa resumía los acuerdos adoptados en Deauville en la reunión del G 8, los ocho países más capitalistas del planeta.

   La reunión atendió principalmente a las protestas en algunos países árabes, no todos, porque los intereses económicos son precisamente los que unifican criterios en el G 8, y el petróleo constituye la más poderosa arma económica. Al resumir lo tratado, Nicolas Sarkozy declaró, en francés, naturalmente, pero se lo entendimos muy bien: "No es lo mismo movilizarse en Túnez o Egipto que en España, porque España es una gran democracia." Sí, ésta es la traducción exacta de sus palabras.

 

   Resulta que en Túnez y en Egipto sus fuerzas armadas se negaron a atacar al pueblo del que han salido y al que pertenecen, por lo que fue posible que las protestas triunfasen, y se abra paso a la democracia. En Barcelona la policía cargó violentamente contra el pueblo. Hemos visto apalear a una anciana y arrastrarla por el suelo, pegar a un hombre en silla de ruedas y derribarle también al suelo, y machacar a jóvenes de uno y otro sexo que se limitaban a permanecer sentados en la calle. Eso es lo que entiende Sarkozy por gran democracia ejemplar española.

   Los franceses le apodan Le Petit Nicolas, una exitosa serie de libros para niños, pero que divierte a los mayores, debida al guionista René Goscinny y al dibujante Jean-Jacques Sempé. Ese Nicolás es un niño de diez años, enredado siempre en líos por su imprudencia traviesa. El presidente de la República coincide con él en llamarse Nicolás y en meterse en todos los líos posibles.

   Además, le cuadra el calificativo por su reducida estatura física, aunque con los cuernos la ha incrementado algo. Inútilmente calza unos taconazos enormes para alcanzar la talla de la corista con la que se ha casado. Y desde luego tiene tal presunción ególatra que no para de meterse en líos. Ahora lidera la cruzada cristiana contra los infieles libios, con el beneplácito del emperador Obama I, deseoso de  encontrar lacayos que le alivien la dirección de sus guerras exteriores.

   Dado que el presidente del Gobierno español, el compañero Rodríguez Terminator, se halla sumisamente entregado a cumplir las órdenes del emperador y sus lacayos, Le Petit Nicolas le concede algunos residuos de poder, para que presuma ante los vasallos del reino, como cederle una silla compartida en una reunión internacional. A cambio le marca la política económica que debe seguir, para mayor beneficio de Francia  Y por eso ensalza también el modelo democrático español.

   Si las fuerzas monárquicas represoras causan un solo muerto y estalla la revolución, ¿imitará Le Petit Nicolas a su antecesor el rey Luis XVIII de Borbón en 1823, y reclutará a otros cien mil hijos de putas francesas, llamados por eso hijos de san Luis, para lanzarlos contra el pueblo español?