Venezuela El Vox venezolano detrás del levantamiento de Juan Guaidó PDF Imprimir E-mail
Imperio - Latinoamérica
Escrito por Ociel Alí López   
Lunes, 18 de Marzo de 2019 06:17

El sector que ha salido triunfante de la oposición al chavismo, ahora representado por Juan Guaidó, ha chantajeado a los políticos opositores para obligarlos a radicalizar el conflicto y alejarlo del camino electoral, so pena de terminar “linchados” mediáticamente. Son la extrema derecha venezolana.

Para comprender el movimiento que ocurrió en Venezuela a partir de la autoproclamación de Guaidó hay que analizar cómo se alinearon las tendencias políticas para que los sectores más extremos y antidemocráticos de la derecha venezolana, en abierto tutelaje de Estados Unidos, tomaran el pulso de la política en Venezuela y abrieran los escenarios más violentos. Trataremos de analizar cómo las cúpulas del oficialismo ayudaron en la emergencia de este escenario y si el resto de la oposición terminará de justificar esta dirección, con lo cual podría hipotecar sus fuerzas. Finalmente, hablaremos del papel de Guaidó en todo esto.


Aquí no hay que dejar nada a la libre imaginación. Los sectores de derecha que hoy copan la escena de la oposición venezolana son los artífices, en contra de otros sectores opositores, del boicot a las presidenciales de mayo de 2018 y al previo diálogo de República Dominicana entre oposición y Gobierno. Es un sector que ha chantajeado a los políticos opositores para obligarlos a radicalizar el conflicto y alejarlo del camino electoral, so pena de terminar “linchados” mediáticamente.

Voluntad Popular es un partido dirigido por Leopoldo López, perteneciente a una de las familias más ricas y de mayor raigambre en el país, quien, después de dividir al partido Primero Justicia —de centro derecha— ha fundado esta formación de corte mucho más radical. Puede comparársele a Bolsonaro y a Vox de España, pero no tanto por el discurso anti izquierdista que sabe disfrazar bien en un país igualitarista, sino por su accionar antidemocrático desde el golpe contra Chávez en 2002, hasta la guarimba de 2017. Es un movimiento muy apegado a los halcones estadounidenses.

 

Leopoldo López tiene un punto a su favor: está preso y a diferencia del resto de liderazgos no carga con la culpa de la situación actual de inmovilismo que sufre la oposición. En las primarias en 2012, López fue un precandidato sin ningún chance, y terminó declinando en favor de Henrique Capriles como modo de enfrentar otros sectores socialdemócratas de la oposición quienes mantienen alto caudal de votos sobre todo en las regiones. Los sectores de López no perdonan a Capriles haber aceptado la derrota electoral frente a Maduro. Hoy día, está preso en su casa debido a las manifestaciones violentas de 2014, pero es el único líder que no se ha consumido en la diatriba política, repleta de errores para la oposición, y debido a su juventud, su detención puede suponer la refrigeración de su liderazgo. Actualmente está inhabilitado políticamente, igual que su partido.

Juan Guaidó 23 de enero Caracas
El líder opositor Capriles acusó a Guaidó de usar al pueblo como “carne de cañón”

Martín Cúneo

Voluntad Popular fue el principal convocante de “la salida” en 2014, un estallido rupturista y violento que se efectuó pocos meses después de las presidenciales de 2013 que ganó Maduro y antes de las legislativas de 2015, en las que arrasó la oposición. A partir de ahí ha negado la opción de diálogo y ha llamado a la abstención electoral en las últimas jornadas comiciales. En torno a él y a María Corina Machado, hija de otra de las familias llamadas “amos del valle” debido a su poderío económico, se han afiliado los sectores más extremos que desean una intervención extranjera, especialmente los migrantes venezolanos que se encuentran en Miami y Europa que exigen expresamente el aniquilamiento no solo del chavismo sino también de sectores opositores, como el del ex candidato Capriles y el partido Acción Democrática, que no han tomado posturas tan radicales como ellos y que sí han demostrado fuerza electoral. Hoy la oposición está en manos de familias históricamente ricas, todas provenientes de Europa, quienes no han podido tomar el poder político por la vía democrática porque han sido electoralmente rechazados por los sectores populares Hablamos de sectores eminentemente “mantuanos” o “sifrinos” como se dice en Venezuela a las familias históricamente ricas, todas provenientes de Europa quienes, a diferencia de las clases altas de otros países como Colombia, no han podido tomar el poder político por la vía democrática porque han sido electoralmente rechazados por los sectores populares mayoritarios.

Sin embargo, el malestar creciente contra Maduro y la incapacidad de la oposición democrática de lograr conquistas, hacen que este sector, francamente minoritario, pueda convertirse en una opción popular. Lo que no puede preverse es cómo será su relación con otros sectores opositores con quienes han tenido contundentes conflictos por el camino a seguir en la confrontación con el chavismo.

El mantuanismo no ha podido vencer al chavismo por ninguna vía en estos años de dura lucha política y por eso, para recuperar su estatus perdido de élite, en las instituciones y en las fuerzas armadas, requiere no solo una salida militar, sino expresamente una salida extranjera. Derrotar electoralmente al chavismo no parece ser suficiente para tener nuevamente el control del país. ¿Será por eso que torpedeó las presidenciales de 2018 donde la oposición lucía inderrotable?

El papel del oficialismo en el auge de la derecha 

Es de notar que uno de los principales factores para el surgimiento de esta derecha radical ha sido el manejo interesado y extraconstitucional de las cúpulas dominantes del partido de gobierno (PSUV) quien, sin pasar por discusiones de ningún tipo con la dirigencia nacional ni la militancia, y en su claro afán de detentar el poder en medio de una situación de indignación general por su mala gestión, hizo un conjunto de jugadas sin sustento legal como la inhabilitación de candidatos menos radicales, el bloqueo de la opción constitucional del referendo revocatorio en 2016 y la inclusión en las principales instituciones de militantes poco beligerantes y sumisos a la lógica estatal y partidista.

El juego autoritario del Gobierno es reprochable. Pero es típico de nuestras democracias actuales, tremendamente judicializadas. La cárcel de Lula, el impeachment a Dilma, la persecución a Cristina Kichner y Rafael Correa, el tutelaje chileno. Ni siquiera la izquierda más radical cataloga estos regímenes de derecha como dictadura, hacerlo con Maduro sería una impostura. Sobre todo por un argumento de peso sobre el Consejo Nacional Electoral quien levantó la mano a Maduro el 20 de mayo de 2018, de la misma forma como lo hizo con la oposición en la elección de la Asamblea Nacional de diciembre de 2015. Tanto por las jugadas del Gobierno como por la presión externa que recibió la oposición de negar el camino electoral, se impidieron unas elecciones masivas y consensuadas y se produjo una abstención de 54%, cuando en procesos similares no pasaba de 24%.

Ahora, imaginemos si el PT de Brasil o el peronismo decidieran no asistir a unos comicios. ¿Se invalidarían esas elecciones? ¿Se declararía ilegítimo al presidente electo? ¿Alguien ha declarado ilegítimo a Bolsonaro por no haberse medido con Lula en las presidenciales brasileñas?

Un inhabilitado en la jugada

Otro factor “de suerte” para Voluntad Popular ha sido la composición de la oposición. En enero de 2019, el cuarto año de la Asamblea Nacional, le tocaba a Voluntad Popular por ser el cuarto partido más votado y según un acuerdo de 2015, quien debía presidir la Asamblea Nacional en este lapso. Es una minoría pequeña en el parlamento ya que cuenta con apenas 14 de los 167 diputados.

Allí nació Guaidó como opción presidenciable. El liderazgo de Voluntad Popular está preso (López), asilado (Freddy Guevara) o ha renunciado por no seguir las posturas intransigentes del partido (Luis Florido). Detrás venía Guaidó, un joven diputado de bajo perfil quien perdió unas internas para la gobernación y venía de llegar segundo en las legislativas 2015 en su estado Vargas, donde pudo entrar como diputado. Guaidó ha servido, desde el 5 de enero de 2019, para hacer la conexión del partido con los sectores populares descontentos e incluso con el mismo chavismo. Hace días lo vimos recitar versos típicos del imaginario chavista (Florentino y el Diablo), decretar la amnistía a funcionarios militares que le reconozcan y reunirse con sectores del chavismo crítico, haciendo un esfuerzo por generar confianza en las bases chavistas, imprescindibles para mantener el control del país. Con un trabajo de marketing de última hora está intentando popularizar a la derecha radical.

La ayuda humanitaria y el populismo de derecha

Otro factor, el más obvio, para explicar el auge de la derecha en Venezuela, es la calamitosa situación económica. Ante una oposición paralizada, Voluntad Popular ha levantado la bandera de la ayuda humanitaria en estrecha concordancia con poderosos sectores externos.

Si algo deslegitima internamente a Maduro no es su “origen” electoral, sino su incompetencia para producir logros económicos. De hecho, entre las presidenciales de mayo y su toma de posesión de enero, su plan de recuperación económica fracasó de manera estrepitosa. Así que llega a su nuevo mandato sin la menor expectativa de que pueda resolver la situación. Pero tal como se presenta la idea de la “ayuda humanitaria”, que en cantidad es ridícula, no es más que una dádiva que no puede competir con la capacidad de distribución del Estado.
 
Además, la migración y las crecientes remesas han estabilizado los ingresos de millones de familias. La situación actual no es la explosiva de 2016 y 2017 ( Another Caracazo? , Nacla). El Gobierno ha logrado, en los últimos dos años, políticas de distribución de alimentos (CLAP) que han sido masivas y exitosas. Esas imágenes que viajaron por el mundo, hace pocos años, de venezolanos peleando por comprar comida, de gente comiendo basura no ocurren actualmente con la misma fuerza que años anteriores. La nociva situación del sistema público de salud es comparable a la de muchos países de la región.

Así que la ayuda humanitaria llega o muy tarde, o muy temprano: habrá que ver, las siguientes semanas, cómo las nuevas sanciones de Estados Unidos a la estatal petrolera afectan la cuestión social. Las medidas pueden generar incapacidad para producir gasolina lo que trae problemas básicos en la distribución de alimentos y enseres, sumado a la falta de liquidez del Estado, esencial para la importación de la cual Venezuela es adicta.
 
Por ahora, la situación no parece complicarse, salvo por los apagones de 24 a 100 horas (según el lugar) que han causado estragos los últimos días, pero las consecuencias estructurales aún no se manifiestan con rigor. Sin emabrgo, el apagón no ha permitido a Guaidó posicionarse, sino más apartarse de la escena política. Mientras, Maduro rescata el protagonismo en la medida en que vuelve la normalidad. Si se comprobara un sabotaje dirigido por la oposición o Estados Unidos, el Gobierno terminaría fortalecido. Lo que sí parece claro es que e l Gobierno de Maduro tiene más poder en su argumento central: el responsable directo es Estados Unidos y la oposición que avala sus actos. 

La no presidencia de Guaidó

A seis semanas de su autojuramentación, Guaidó no ha podido dividir las fuerzas armadas, ni forzar un escenario de guerra interna, ni hacer un gobierno efectivo con ministros, perdió la batalla por ingresar ayuda humanitaria y no hay indicios de que pueda dar algún paso con eficacia. Según su relato es presidente del Legislativo y del Ejecutivo, lo que elimina la división de poderes. Ya consumió el tiempo que otorga la Constitución (30 días) para llamar a elecciones. Está por verse si garantiza la cohesión interna de la oposición, porque incluso puede complicarla.

Los gobernadores de oposición no han aceptado la presidencia de Guaidó. Durante la semana pasada renació la rivalidad entre distintos líderes por ser candidatos de una hipotética elección. Capriles y Leopoldo López ya públicamente han asomado la posibilidad. Sectores oficialistas afirman que Guaidó está montando tienda aparte para ser candidato. Una convocatoria electoral imprevista podría terminar de dividir a la oposición y hacerla perder, incluso con Maduro (o un sustituto chavista), quien viene de sacar más de seis millones de votos en 2018, un número nada despreciable tomando en cuenta que la oposición sacó 7,7 millones en 2015, pero puede estar afectada por la emigración que algunos calculan en tres millones. De dividirse electoralmente, la oposición la tendría difícil para vencer al chavismo y ahora hay un solo actor que puede imponer la unidad: los Estados Unidos, y su candidato favorito parece ser López, quien está inhabilitado. Queda por ver si las tendencias más democráticas de la oposición regalan su caudal electoral y se pliegan a sus designios.

El escenario posterior a una “transición”, pacífica o electoral, es más complejo para la oposición radical porque tendrá que empezar un gobierno con el chavismo unificado y poderoso en la fuerza armada, en empresas del Estado como PDVSA, en el resto de las instituciones, en las fuerzas policiales y en importantes territorios populares. La oferta de la ley de amnistía a los funcionarios que reconocieran a Guaidó no ha sido comprada por ningún actor importante. La oposición no parece haber generado confianza en estos sectores, ni siquiera con el giro centrista de Guaidó.

La alineación de las tendencias más antidemocráticas de ambos bandos políticos ha aumentado al tope las probabilidades de escenarios violentos. El desenlace está por llegar. ¿Tendrá la izquierda latinoamericana y mundial alguna posibilidad de oponerse a estos escenarios y coadyuvar a producir una salida negociada? ¿Lo querrá hacer? ¿O se encuentra desmovilizada al punto de hacer mutis ante una intervención estadounidense en América latina?

Pronto lo veremos.

 

Ociel Alí López  es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela
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