EEUU: lugares de memoria radical Imprimir
Imperio - Estados Unidos
Escrito por Sebastiaan Faber   
Miércoles, 22 de Agosto de 2018 03:42
EEUU: lugares de memoria radical

El anticomunismo —que obsesionó a los líderes políticos y policiales norteamericanos desde mucho antes de la Guerra Fría— dificultó durante casi un siglo que se celebrara la impresionante historia de las luchas obreras del país. Pero allí también empiezan a moverse las cosas.

En la era de Donald Trump, es fácil olvidar que la historia de Estados Unidos está llena de luchas políticas que, a la larga, produjeron victorias progresistas. Otra pregunta es si esas victorias, y cómo, son recordadas hoy. La memoria histórica norteamericana es un campo de batalla constante a nivel local, estatal y nacional. Si sus causas siguen vivas hoy es porque se ven conectadas con el presente político.

España, en otras palabras, no es el único país con un Valle de los Caídos o una Avenida General Franco. Así, por ejemplo, quien visite el sur de Estados Unidos —una zona más política que geográfica y que en realidad comienza mucho más al norte de lo que se pensaría— se topará con cantidad de estatuas y monumentos que celebran a los oficiales y soldados del bando que perdió la Guerra Civil, es decir, defensores de la causa esclavista. Cuando, en agosto del año pasado, se reunieron miles de supremacistas y nacionalistas blancos en Charlottesville, en el Estado de Virginia, bajo el lema Unite the Right (Unificad a la Derecha), fue para impedir que se quitara la estatua del general sureño Robert E. Lee, que llevaba casi cien años allí. La contraprotesta antifascista y la respuesta vergonzosamente equidistante de Trump ayudaron a conectar al movimiento Black Lives Matter con el debate sobre las políticas de la memoria. De hecho, fue solo después de la matanza racista perpetrada por el joven supremacista Dylann Roof en 2015 cuando el gobierno de Viriginia decidió plantearse la conmemoración pública de la Guerra Civil y sus legados. Hoy por hoy, la estatua de Lee sigue allí, en Emancipation Park. Pero tiene los días contados.

En muchos otros lugares del país, los monumentos confederados poco a poco han desaparecido. En su lugar, aparecen otros nuevos. El más impresionante —y más que digno de una visita— es el Memorial Nacional por la Paz y la Justicia, inaugurado hace solo dos meses, que conmemora a las decenas de miles de víctimas de los linchamientos que se siguieron produciendo hasta mucho después de la abolición oficial de la esclavitud y de la segregación racial, y que motivaron el desplazamiento de seis millones de afroamericanos del sur al norte del país. Ideado por Bryan Stevenson, el carismático abogado que lleva décadas luchando por reos y presos jóvenes afroamericanos, ocupa más de dos hectáreas en plena ciudad de Montgomery (Alabama). Sus 800 columnas de acero representan los condados donde se produjeron los linchamientos. Pero además, el recinto alberga un monumento separado para cada uno de esos condados, en espera de su adopción por las autoridades competentes. Así, solo cuando todos esos monumentos hayan desaparecido de Montgomery cabrá decir que Estados Unidos —y el Sur en particular— ha asumido la verdad de su pasado de injusticia racial.

Es imposible sobreestimar la victoria política que representa la aparición de iniciativas como la de Montgomery. Y es que, en el Sur, fueron los perdedores los que acabaron escribiendo la historia: a pesar de su derrota, las élites blancas nunca perdieron sus privilegios. Y al fin y al cabo, la memoria oficial siempre pretende ocultar las vergüenzas de los privilegiados. Suelen tener que pasar muchas décadas antes de que se comiencen a revelar.

Así incluso los potenciales momentos de orgullo acaban barridos bajo la alfombra. El anticomunismo —que obsesionó a los líderes políticos y policiales norteamericanos desde mucho antes de la Guerra Fría— dificultó durante casi un siglo que se celebrara la impresionante historia de las luchas obreras del país. Pero allí también empiezan a moverse las cosas. Quien visite hoy la plaza del Haymarket en Chicago, por ejemplo, verá un monumento a los obreros anarquistas cuya protesta, detención y ahorcamiento entre mayo de 1886 y noviembre de 1887 —después de que una huelga general por el día laboral de 8 horas produjera un enfrentamiento mortal con la policía— inspiraron que el 1 de mayo se convirtiera, ya entrado el siglo XX, en el Día Internacional del Trabajo. ¿La ironía? Que ese día se celebre en casi todo el mundo, menos en Estados Unidos, temeroso, como siempre, de todo que oliera a obrerismo radical. En 1955, el entonces presidente Eisenhower (quien cuatro años después abrazaría a Franco) declaró que el 1 de mayo fuera “el Día de la Lealtad”; todavía hoy, en Estados Unidos, Labor Day se celebra en septiembre.

Es significativo que el monumento en Chicago no fuera inaugurado hasta 2004. “Quizá llegue un poco tarde”, confesó la responsable del ayuntamiento. “Algunos dirían que cien años tarde”. En la ceremonia de inauguración, por otra parte, algunos anarquistas denunciaron lo que veían como una escandalosa distorsión de la historia. “A los ajusticiados hoy nos los presentan como socialdemócratas o reformistas liberales”, dijo un activista. “Pero la verdad es que dedicaron toda su vida a la anarquía y la revolución social”. (Hay un monumento mucho más antiguo, de 1893, en el cementerio de Forest Home en las afueras de Chicago, donde se enterró a los obreros ajusticiados).

LAS BRIGADAS INTERNACIONALES

Finalmente, no hay que olvidar que también en Estados Unidos hay una memoria histórica de la Guerra Civil española, que —dado ese mismo anticomunismo— ha costado lo suyo traducir en monumentos públicos. Aun así, hay cuatro que conmemoran a los voluntarios que salieron de EEUU para engrosar las filas de las Brigadas Internacionales. Están en Seattle (Washington), Madison (Wisconsin) y Tampa (Florida). El más grande de todos, inaugurado en 2008, se encuentra frente al Embarcadero de San Francisco (aún se puede visitar aunque está pendiente de una reparación, que comenzará pronto). En Nueva York hay una placa conmemorativa en el campus del City College que recuerda a los 13 estudiantes que salieron de esa universidad para luchar en España. Y en la calle 14 de Manhattan, en el número 239, se encuentra el histórico edificio de la Spanish Benevolent Society (La Nacional), que desde hace menos de un año es la nueva sede de los Archivos de la Brigada Lincoln, organización dedicada a mantener viva la memoria de la lucha española e internacional contra el fascismo.

 

En la imagen superior, el Memorial Nacional por la Paz y la Justicia. ORGANIZACIÓN EJI

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Fuente: La Marea