Portugal y la vergüenza de Cataluña Imprimir
Imperio - Unión Europea
Escrito por Francisco Louça   
Lunes, 02 de Octubre de 2017 06:02

El 25 de septiembre se llevó a cabo un referéndum sobre la independencia del Kurdistán iraquí, convocado por el gobierno regional. Bagdad protestó, la Casa Blanca trató de convencer a los líderes kurdos que pospusieran la consulta, pero finalmente tuvo lugar. No hubo detención de los gobernantes regionales, allanamientos policiales, amenazas financieras u otro tipo de violencia - y es una zona de guerra contra Daesh, para no hablar de los ataques de las fuerzas turcas a las milicias kurdas. A pesar del peligro, la población pudo ejercer su derecho al voto.

En el caso de Cataluña, en respuesta a la decisión de su Parlamento de celebrar un referéndum, algunas autoridades han sido detenidas y todos están amenazados, se suspendió la autonomía financiera, miles de policías de otras regiones fueron desplegados, el Fiscal General anunció que podía detener al presidente catalán y Rajoy amenaza con la madre de todas las violencias. A pesar de que las encuestas indican que la mayoría de la gente quiere tener derecho a elegir su futuro en un referéndum, pero que si fuese consultada, preferiría mantener una asociación con el Estado español, Rajoy intentará evitar la consulta por la fuerza.

Este banquete de amenazas invoca el orden constitucional, que fue establecido en 1978 en la transición post-franquista y durante más de 40 años nunca ha cambiado, a pesar de las repetidas promesas a las autonomías regionales. Durante estas décadas, ni siquiera se ha reconocido una posible solución federal o el derecho a decidir nacional.

Para los que miran de lejos la radicalización del conflicto no son necesarias muchas preguntas. En cuanto a Portugal, nos interesa saber, más que nada, si la derecha gana este pulso y si Rajoy será más agresivo aún contra de Portugal desde la formación del gobierno Costa o si respetará los derechos fundamentales, los mismos que la diplomacia portuguesa ha invocado en el pasado reciente.

De hecho, Timor Oriental alcanzó la independencia a través de un referéndum en el que la mayoría de la población decidió separarse de Indonesia, cuyo poder sobre el territorio, cabe recordar, reconocían los Estados Unidos, la Unión Soviética, China, Cuba y muchos otros países. Sin embargo, Timor resistió durante décadas y consiguió votar por la independencia, la diplomacia portuguesa apoyó el referéndum, la población portuguesa se solidarizó, y la ONU se involucró.

En nuestro tiempo ha habido otros dos referendos sobre el derecho a la autodeterminación: en Quebec (1995) y Escocia (2014), ambos aceptados por el Estado que podría ser objeto de la separación. El pueblo decidió y la independencia perdió en ambos casos. El contraste con el caso español es muy clara: no hubo amenazas, detenciones, juicios sumarios, persecuciones. Y algunos nuevos estados se formado recientemente ejerciendo la autodeterminación, como ocurrió con Croacia, aplaudido por Europa cuando se trataba de destruir Yugoslavia.

Aunque creamos que una Cataluña independiente no es factible o necesaria, o que ese será su destino, sólo hay un punto en el que tenemos que estar de acuerdo: el respeto al derecho a decidir. Es la democracia. Cataluña tiene derecho a votar.

Por último, permítanme los lectores mostrar mi asombro ante los doctrinarios portugueses que, absurdamente, nos vienen ahora a explicar que si no hubiera habido un 1640 y la recuperación de la independencia de Portugal, preferirían ser parte de España y así seguir siéndolo. Hay en esto una ligereza notable, que es esta imaginación delirante de lo que sería la historia si no fuese lo que es. Pura fantasía: si estos doctrinarios tuvieran ruedas podría ser un triciclo, pero no tienen, ¿verdad? Pero hay algo peor, es ese amor a la sumisión a un estado extranjero, como si la historia pudiera corregirse haciendo abandono de nuestra soberanía. Mirar para Cataluña para hacer reverencias a los Borbones se convirtió en el destino de nuestros abandonistas.

 

Francisco Louça es catedrático de economía de la Universidad de Lisboa, ex parlamentario y miembro del Bloco de Esquerda, actualmente es Consejero de Estado.
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Fuente: Público