Jhon Reed, revolucionario, comunista y americano Imprimir
Imperio - Rusia
Escrito por Amparo Lasheras   
Miércoles, 08 de Noviembre de 2017 00:00

En 1917, se trasladó a Rusia para conocer de cerca el desarrollo de la revolución que él soñaba para su país. A partir de ese momento, desde que comprendió que «la conquista del poder por el proletariado era algo lógico e inevitable», Reed entregó su vida a contar cada momento, cada emoción, cada análisis, acontecimiento y entrevista en las páginas del libro que titularía “Diez días que estremecieron al mundo”.

Después de haber leído, con inmenso interés e inalterable atención hasta el fin, el libro de John Reed, “Diez días que estremecieron al mundo”, desde el fondo de mi corazón lo recomiendo a los obreros de todos los países. Quisiera que fuese distribuido por millones de ejemplares y traducido a todas las lenguas, ya que ofrece un cuadro exacto y extraordinariamente vivo de acontecimientos que tan grande importancia tienen para comprender lo que es la revolución proletaria».

Este texto pertenece a V. I. Lenin. Lo escribió en 1919, como prólogo a la publicación del libro en EEUU. La primera vez que leí la obra de Reed, lo hice empujada por la curiosidad de conocer la verdad sobre un hecho histórico tan condenado por la historia oficial del capitalismo. Lo he vuelto a leer y, como afirmó Lenin, “Diez días que estremecieron al mundo”, se puede considerar una obra de gran importancia ideológica y, sin duda alguna, un gran trabajo periodístico. En la primera lectura, me resultó sorprendente y quizás ahora también desconcierte a muchas personas, que el autor de un texto tan importante para el conocimiento de la revolución bolchevique, fuera un escritor norteamericano. «A primera vista, se me antoja extraño que este libro lo haya escrito un extranjero, un americano que ignora la lengua del país y sus costumbres» escribió N. Krupskaya, compañera de Lenin, en el prólogo de la edición rusa. Pero como ella misma manifestó, J. Reed no «fue un observador indiferente». Ante todo, fue un «revolucionario apasionado», un «comunista» que supo comprender «el sentido de la gigantesca lucha» que estaba llevando a cabo el pueblo ruso.

Que John Reed sea el autor de un libro tan necesario para conocer la Revolución no resulta extraño si el trabajo y el personaje se contemplan desde el tiempo que le tocó vivir. De 1900 hasta la mitad de los años 20, EEUU vivió una época intensa, con importantes luchas obreras organizadas y rebeldes. Según escribe H. Zinn, entonces «era evidente que la amenaza de una rebelión de clase estaba ahí, en las condiciones industriales y en el indomable espíritu de la clase obrera».

Nacido en Portland (Oregón) en una familia burguesa, Reed se graduó en Harvard. Al terminar sus estudios, se instaló en Nueva York y en el Greenwich Village frecuentó a la bohemia progresista del momento. Pero, también, conoció a revolucionarios de la talla de la activista Emma Goldman o del sindicalista Bill Haywood, dirigente de la Industrial Workers of the World, el sindicato más combativo de la época. Fue precisamente Haywood quien le planteó que escribiera sus artículos desde el corazón de las luchas que estaba llevando a cabo la clase trabajadora en distintos lugares de EEUU. Albert Rhys, biógrafo y camarada de Reed, lo comparó con un albatros, «el ave de las tempestades», presente siempre allí donde «sucedía algo importante». Sobre la huelga de los obreros textiles de Patterson (Nueva Jersey) Reed escribió: «En Patterson, hay un curioso tipo de guerra. Toda la violencia es obra de un bando, los dueños de las fábricas». En Colorado estuvo al lado de los rebeldes, haciendo frente a los fusiles de Rockefeller al que acusó públicamente de ser un criminal. «Esas son tus minas, esos tus soldados bandidos y mercenarios que incendian las casas, disparan y matan, sois unos asesinos». En 1913, viajó a México y, además de escribir una serie de artículos para la revista “Metropolitan”, se unió a la causa y luchó junto a Villa y Zapata. A su regreso publicó “México insurgente”. Rhys dijo de aquella experiencia, «le gustaban las llanuras infinitas, pero amaba sobre todo a los hombres y mujeres que moraban en ellas, explotados sin compasión por los terratenientes y la Iglesia católica».

En 1914 estalló la Gran Guerra y Reed no dudó en viajar a Europa. Recorrió el frente del este y describe lo que ve como un «auténtico negocio de la muerte». La tragedia y el caos del que fue testigo en las trincheras radicalizo sus análisis. Denunció la entrada de EEUU en la contienda y los intereses económicos de las clases altas estadounidenses en el conflicto. Esta actitud le llevó ante los tribunales de Nueva York. El fiscal le preguntó si, en la guerra que se libraba en Europa, «combatiría bajo la bandera norteamericana». Dijo que no. Y como acababa de sufrir la extirpación de un riñón que le declaraba inútil para el alistamiento militar, con ironía, respondió: «La pérdida de un riñón me puede librar de hacer la guerra entre pueblos. Pero no me exime de hacer la guerra entre clases».

Para entonces J. Reed hacía tiempo que había dejado de ser el periodista bohemio, seductor y rebelde del Village neoyorkino. En 1917, se trasladó a Rusia para conocer de cerca el desarrollo de la revolución que él soñaba para su país. A partir de ese momento, desde que comprendió que «la conquista del poder por el proletariado era algo lógico e inevitable», Reed entregó su vida a contar cada momento, cada emoción, cada análisis, acontecimiento y entrevista en las páginas del libro que titularía “Diez días que estremecieron al mundo”. Regresó a EEUU en 1918. En 1919 publicó su libro y fundó el Partido Comunista de EEUU. Meses después Lenin le llamó a Moscú para trabajar en la Internacional Comunista y luego le envío como delegado al Congreso de los Pueblos de Oriente en Bakú. Allí contrajo el tifus y murió en Moscú el 17 de octubre de 1920 a los 33 años.

Rhys lo describió como un «revolucionario consecuente y de mentalidad científica». «John  reposa en el único lugar del mundo dónde él quería encontrar su último descanso: en la Plaza Roja de Moscú, en las murallas del Kremlin». En la piedra se puede leer, «John Reed, delegado en la Tercera Internacional, 1920». Hoy cuando se cumple el centenario de la toma del poder por los bolcheviques, a esa escueta frase deberíamos añadir: «J. Reed, revolucionario, periodista, poeta, comunista y autor del libro que, desde el ‘fondo de su corazón’, Lenin recomendó a los obreros de todos los países y generaciones».

__________

Fuente: Gara