Los que mandan, de verdad, en el mundo Imprimir
Imperio - Globalización económica
Escrito por Rafael Silva   
Lunes, 23 de Julio de 2018 04:33
Fuente Viñeta: <a href=La coyuntura global que vivimos es de alta complejidad, con problemas tan severos como la recuperación económica lenta, dispar e incierta; la inequidad y la desigualdad; el cambio climático; las crisis migratorias y humanitarias. Luego de 73 años de fundación de las Naciones Unidas el flagelo de la guerra aún persiste. Millones de personas viven a diario los efectos de conflictos armados. María Fernanda Espinosa Garcés (Presidenta electa de la Asamblea General de las Naciones Unidas)

La ONU ha de ser refundada precisamente porque el poder ya cambió de manos, y debe volver a sus legítimas manos, que no son otras que las manos de todos los pueblos del mundo. Pero como ya hemos señalado en anteriores entregas, hoy día los verdaderos amos del mundo ya no son los Gobiernos, ni sus respectivos pueblos, sino los necios e ineptos dirigentes de grupos multinacionales financieros o industriales, de las megacorporaciones transnacionales, o de organismos o instituciones internacionales opacas (FMI, Banco Mundial, OCDE, OMC, Bancos Centrales...).

Además, los dirigentes de todas estas espurias organizaciones no son elegidos por los pueblos, a pesar del impacto de sus decisiones sobre la vida de las personas. El poder de todas estas organizaciones se ejerce sobre una dimensión planetaria, toda vez que el poder de los Estados está limitado a su dimensión nacional. Por otro lado, el peso e influencia de muchas corporaciones transnacionales en el flujo financiero ha sobrepasado con mucho al de los propios Estados, desde hace mucho tiempo. La senda del Pacifismo no puede darse sobre estos mimbres, ya que estas instancias supranacionales y todopoderosas secuestran la voluntad de los pueblos, e imponen sus oscuros intereses, sin importarles si cuesta vidas humanas, de animales o de todo el planeta. Y lo más grave de todo es que no existe regulación para su funcionamiento, dado su ámbito global, ya que no hay todavía una gobernanza mundial que cuide no sólo de las finanzas, sino del destino social y ecológico de la vida y del propio planeta. La senda del Pacifismo no puede ser recorrida desde la ausencia de un sistema que garantice una gobernanza mundial democrática, o lo que es lo mismo, desde la usurpación de las decisiones globales a quienes realmente compete.

Vamos a detenernos a continuación en uno de estos organismos internacionales, realmente paradigmático, como es el Banco Internacional de Pagos, para comprender su peligrosidad. Karen Huds define al BPI de esta forma: "Una organización internacional inmensamente poderosa de la cual la mayoría ni siquiera ha oído hablar controla secretamente la emisión de dinero del mundo entero. Es el llamado Banco de Pagos Internacionales [Bank for International Settlements], y es el banco central de los bancos centrales. Está ubicado en Basilea, Suiza, pero tiene sucursales en Hong Kong y en Ciudad de México. Es esencialmente un banco central del mundo no electo que tiene completa inmunidad en materia de impuestos y leyes internacionales (...). Hoy, 58 bancos centrales a nivel mundial pertenecen al BPI, y tiene, con mucho, más poder en la economía de los Estados Unidos (o en la economía de cualquier otro país) que cualquier político. Cada dos meses, los banqueros centrales se reúnen en Basilea para otra "Cumbre de Economía Mundial". Durante estas reuniones, se toman decisiones que afectan a todo hombre, mujer y niño del planeta, y ninguno de nosotros tiene voz en lo que se decide. El Banco de Pagos Internacionales es una organización que fue fundada por la élite mundial, que opera en beneficio de la misma, y cuyo fin es ser una de las piedras angulares del venidero sistema financiero global unificado". Asusta, ¿verdad? Son las herramientas e instrumentos que la élite global posee a su servicio, con las que diseñan y proyectan las políticas económicas, sociales y laborales del resto del mundo. A esa aberración es a la que estamos llamando bajo el suave apelativo de "Globalización", pero que esconde, como estamos viendo, una dimensión realmente tenebrosa. ¿Podemos aspirar a alcanzar una sociedad que respete los valores pacifistas mientras estemos gobernados por instituciones semejantes? Dejo la reflexión a mis lectores/as.

No podremos alcanzar ni siquiera los mimbres más básicos de una verdadera sociedad pacifista mientras las empresas multinacionales continúen ignorando la legislación laboral y ambiental y el derecho internacional sobre los derechos humanos, dañando las vidas de millones de personas en todo el mundo. No podremos alcanzar los visos de una sociedad pacifista mientras nuestros líderes mundiales continúen paseando sus compromisos incumplidos de reunión en reunión, denegando la ayuda a los países que realmente la necesitan, promoviendo los conflictos armados, y permitiendo que estas macabras instituciones (FMI, BM...) mantengan los flujos de beneficios constantes del Sur al Norte. No podremos alcanzar los moldes de una sociedad pacifista mientras los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la Ayuda Oficial al Desarrollo o aspectos tan trascendentales como el comercio, la deuda externa, los medicamentos esenciales y la tecnología no sean absolutamente suficientes para todos los países del mundo. No podemos alcanzar unos mínimos estándares garantistas y pacifistas mientras continúen existiendo los guetos de pobreza, la extrema desigualdad, las migraciones forzosas, y otros fenómenos que caracterizan nuestro perverso mundo. No podremos alcanzar la paz mundial y el bienestar colectivo mientras no diseñemos otras formas de gobernanza, y otros principios de gobernabilidad. La refundación de la ONU es el más claro ejemplo, pero pueden pensarse otros muchos caminos, otras muchas vías, otros nuevos y mejores complementos. Tenemos claro que este modelo impuesto de globalización no nos interesa, no nos lleva por buen camino. El concepto ha sido extendido al imaginario colectivo como algo inevitable, pero no es cierto. Es sólo el modelo que ha interesado a los Estados más corruptos, a los más belicistas, y a las grandes corporaciones, bajo el paraguas de los organismos e instituciones que las defienden. No es el modelo de los pueblos. No es el modelo de la paz. No es el modelo de los derechos humanos.

El actual modelo de globalización sólo ha producido ámbitos o espacios de decisión más opacos y distantes de la ciudadanía, de ahí que ésta haya mostrado su indiferencia ante dichas instituciones. Existen poderes en la sombra que toman decisiones que afectan a nuestras vidas, y no podemos consentirlo. Sobre todo porque estos poderes son los máximos responsables de haber diseñado el mundo militarista, injusto y desigual que padecemos. Necesitamos nuevas formas de respuesta y de resistencia, otras formas de organización, otros foros representativos de la ciudadanía y de los pueblos, y sobre todo, necesitamos otras propuestas alternativas. Otro mundo es posible, pero no bajo los moldes que a día de hoy nos gobiernan. Es imprescindible, para la senda del Pacifismo, planear, pensar y actuar globalmente, aunando fuerzas para enfrentarse mejor a las verdaderas amenazas que nos acechan. Ello requiere una apertura de miras, una ruptura con el pensamiento dominante, para conocer mejor la complejidad de las nuevas realidades mundiales, y poder así desarrollar mecanismos para incidir de forma justa sobre ellas. La comunidad internacional, a través de la refundación de la ONU (y de terceros foros alternativos) debe imponer criterios democráticos para una gobernanza de verdadero alcance. La senda del Pacifismo requiere entender al conjunto de la ciudadanía en su escala mundial, y no solamente en el reducido marco del Estado-nación. Hay asímismo que entender la dimensión global de los derechos humanos, y justificar la existencia de una justicia planetaria donde puedan ser reclamados. La ciudadanía global sería entonces una especie de comunidad cosmopolita que abarque no sólo las poblaciones de todos los lugares del mundo, sino también el máximo foro democrático de poder y decisión.

Debemos dejar de asociar el concepto de ciudadanía global con los de nacionalidad y territorio, para con ello eliminar las múltiples restricciones que se imponen al ejercicio de los derechos humanos. Las solemnes declaraciones de derechos que hasta ahora se han publicado no se referían a los ciudadanos y ciudadanas de tal o cual lugar geográfico, sino en su sentido abstracto, global, general. Se referían a la ciudadanía global del mundo. Sólo asumiendo esta idea de ciudadanía y de gobernanza global seremos capaces de transitar hacia un mundo más justo y equitativo, libre de desigualdades y horrores. Se trata, en el fondo, de alcanzar un nuevo sistema, un nuevo modelo de globalización inclusiva y solidaria, que respete profunda y universalmente los derechos humanos y el medio ambiente, los animales y los recursos naturales de nuestro planeta, mediante la creación/refundación de Instituciones internacionales que trabajen por la justicia social, la igualdad y la soberanía de todos los pueblos del mundo. Sólo este nuevo modelo de globalización (surgido a su vez de un nuevo modelo de gobernanza democrática mundial) será fiel seguidor de nuestra senda pacifista. El pacifismo sólo podrá recorrerse si el mundo está preparado para ello, y esto compete al concepto de ciudadanía global, de gobernanza global, de instituciones justas y de una justa globalización. Los idealistas no somos quienes pensamos que este nuevo modelo de sociedad global puede alcanzarse, sino quienes piensan que la actual situación mundial de desigualdad podrá mantenerse en el tiempo. Todas las falacias y deficiencias del globalismo actual han de ser denunciadas, desvelando las verdaderas estructuras de poder que se encuentran detrás, responsables últimas de las escaladas armamentistas y de la destrucción y el expolio de pueblos y territorios. Continuaremos en siguientes entregas.

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Fuente: Blog de Rafael Silva