Cataluña y las patrias PDF Imprimir E-mail
III República - Federalismo
Escrito por José Juan Hernández   
Viernes, 03 de Enero de 2014 00:00

2014 tendrá una fecha que va a acaparar gran parte de los titulares de los cenáculos periodísticos y será un foco básico de la acción política.

CiU, ERC, ICV y la CUP han acordado que el 9 de noviembre de 2014 se celebre en Cataluña un referéndum con las siguientes preguntas consecutivas: ¿Quiere que Cataluña sea un estado? Si la respuesta es afirmativa se contestará a una segunda pregunta: ¿quiere que este estado sea independiente?

En septiembre, tras la cadena humana celebrada en la Diada, escribí un texto que titulé: Cataluña necesita la consulta. Pues la consulta ya está programada.

 

Las fuerzas que la apoyan suman 87 de los 135 diputados que conforman el parlamento catalán. La rechazan los 48 restantes. En base a estas cifras la consulta es respaldada por el 64,4% de los representantes del pueblo de Cataluña (casi dos tercios, o sea, una mayoría cualificada). Se perfectamente que no todas las personas que votaron a estas fuerzas son independentistas, pero también sé que dentro del PSC hay una corriente importante que defiende la consulta (quizás a este partido es al que la hipotética consulta le remueve más los cimientos, no les sucede esto al PP y a Ciutadans pues son la bandera del unionismo en Cataluña). Pienso, ya lo dije en otra ocasión, que la independencia y su negación son reivindicaciones políticas que tienen una importante transversalidad social en Cataluña. Una muestra es que CiU y la CUP son, en sus modelos sociales, antagónicos, pero han llegado junto a la izquierda pequeñoburguesa de ERC y a la izquierda ¿transformadora? de ICV, a un consenso que ha cuajado en las preguntas antes citadas.


El tropel mediático españolista, afín al PP y al PSOE (en este caso más cautelosos) , ha salido en tromba afirmando que la consulta no se celebrará bajo ningún concepto. El considerado dubitativo Rajoy ha sido de una inusual contundencia. Sabe que su electorado se reafirmará con cada colleja verbal que de a los levantiscos catalanes. El español construido con vísceras, ese que considera que la españolidad es casi un don divino, ese ser que tan bien modeló el fascismo, ese individuo que está consintiendo con insana docilidad, sin salir masivamente a la calle, las tropelías sociales del PP, ese que ahora mismo está incapacitado para luchar por sus derechos (incluso las luchas laborales son puramente defensivas, por quedarnos como estamos o perder poquito) va a inflarse, aún más, de patriotismo malo, en los próximos meses. Y hablo de patriotismo malo no porque considere que ser patriota español sea, en sí, malo. Pero no puedo olvidar que en el siglo XX el patriotismo español ha sido enarbolado por fascistas y opresores, ligados al ejercito, la monarquía y la jerarquía eclesial, que han considerado a la izquierda -nos guste o no- la antiespaña (¡oh , el alma republicana y escindida del PSOE!) que incuba en su seno al ogro comunista y al cáncer separatista.


Los patriotismos pueden ser diversos. El patriotismo de EEUU es imperialista, expansivo, sometedor. El patriotismo cubano es defensivo, liberador, solidario con otros pueblos. El primero exporta soldados y armas, el segundo médicos. Son visiones diferentes de lo que es una patria y el rumbo que puede tomar.


No es igual el patriotismo que impide que un pueblo decida si quiere crear su propio estado, que el que solicita la posibilidad de, libremente y en paz, pronunciarse a través del voto sobre la citada cuestión.


No existe ninguna ETA en Cataluña que permita la coartada de cobijar al independentismo bajo el ala terrorista. Aunque tampoco obviaré que la conformación histórica de muchos de los estados hoy existentes se forjó a través de la lucha armada. Por ejemplo, hace 250 años no había ninguna nación independiente en América (esto chafa a los que anhelan poner un freno basado en la historia a los pueblos que quieren decidir si constituyen en estado propio), y todas surgieron de guerras de liberación.


¿De qué me sirve ser independentista, pregonarlo a diario a los cuatro vientos, si no dispongo de vías para lograr mi objetivo si éste llega a ser socialmente mayoritario? Se trata de, tras debatir, contarse. El estado español demuestra temor al resultado de la consulta. La antítesis es el caso escocés. Allí, Reino Unido y Escocia han pactado para septiembre de 2014 un referéndum de autodeterminación. Aquí en cambio, algunos sectores, cierto que minoritarios, hablan de la posible suspensión de la autonomía catalana. Y esos sectores, quizás vayan en aumento, quedando en segundo plano el debate de ideas. Creo que la premisa básica de la consulta debería ser que nadie se sienta amedrentado en su voto, que lo reflexione, y que cada opción tenga el mismo espacio para la difusión.


Cataluña, o Canarias, mi tierra, son territorios con un devenir histórico propio. Y la historia es cambio, evolución, transformación. Por eso es ridículo, sí, ridículo que la constitución hable de "la indisoluble unidad de España". Aparte del tufo carcelario, a cadena perpetua, que emana del articulito, es absurdo pensar que un enunciado dictado por el ejército en 1978 podrá frenar indefinidamente a un pueblo que tenga voluntad de constituirse en estado. Con esto no afirmo que vaya a celebrarse la consulta. Al contrario, mi natural tendencia al pesimismo me conduce a pensar que no, que el estado central la impedirá. Hecho que retratará, si así acontece, la faz, ya muy deteriorada, de la democracia hispana y que, de camino, sólo servirá para enconar el conflicto.


Si Cataluña lograra, tras acuerdo con el poder central, votar el 9 de noviembre, sin importarme cuál fuera el resultado, yo pensaría lo que ahora no pienso, que quizás (sólo quizás), es posible otro estado español, aquél que se vislumbró en la Segunda República, y que el patriotismo malo español, encarnado en el fascista general Franco, destruyó. Un estado surgido de la libre unión de pueblos. Un estado que no necesite proclamar absurdas unidades indisolubles con un sustrato ideológico imperialista. Un estado donde quizás un viejo -aparte de rojo- republicano federal, al que tampoco asusta la independencia, se sentiría razonablemente cómodo.

 

Artículo también publicado en el blog personal de  Juan José Hernández