España punto y final PDF Imprimir E-mail
III República - Federalismo
Escrito por Javier Fisac Seco / UCR   
Domingo, 09 de Septiembre de 2012 04:16

España FederalA veces, algunos eminentes intelectuales, como Joaquín Costa y otros no tan eminentes como Franco, han tratado de reconstruir la unidad de la patria española, sin darse cuenta de que España como expresión jacobina de la integridad y unidad nacional de ciudadanos nunca ha existido. Es una paradoja, pero para reconstruir España lo primero que hay que tener es una unidad nacional llamada España sobre la cual empezar a reconstruir, pero si España sólo ha existido como concepto imperial impuesto a ciudadanos que nunca se han sentido españoles, no se puede reconstruir. Sencillamente tendría que haber existido antes, al menos, en el imaginario colectivo de todos los ciudadanos que soportan el peso de un concepto imperial.

 

De hecho, si exceptuamos algunos casos como la creación de los Estados Unidos y la fundación de la nación francesa durante la revolución de 1789, casi todos los Estados-Nación existentes no han sido creados por la voluntad de sus habitantes sino por la voluntad de poderes aristocráticos, clericales y monárquicos que impusieron su Poder, su bandera, su Estado y su nación a quienes habitaban el territorio por ellos conquistado. Las clases dominantes y conquistadoras, asociadas a un territorio desde el que imponen su voluntad a los territorios conquistados y sometidos, son pequeñas minorías, si las comparamos con las mayorías de los pueblos que han sido sometidos. No son los pueblos quienes conquistan a otros pueblos sino las clases que dominan a sus propios pueblos quienes tienen la voluntad de conquistar a otros. De manera que se pertenece a un Estado y una nación porque te lo han impuesto y porque has nacido en un territorio determinado.

Es algo así como el bautismo, que te hacen cristiano porque otros han decidido por ti que tienes que ser, quieras o no, cristiano. Y creces adorando y sometido a la soberanía de un dios del que te han dicho, e impuesto, que ese es tu verdadero dios. Hasta que descubres que existen otros dioses y, aún más, que tú mismo puedes crear tu propio dios. Sólo necesitas tener voluntad para crearlo. Y lo creas.

Existe, sin embargo, una realidad política que no puede ignorarse y es que otros territorios circunscritos al espacio llamado España no se sienten españoles. Son pueblos que quieren ser dueños de sus propios destinos. Se equivocarán o acertarán, pero esa es una consecuencia del ejercicio de su derecho a ser como quieran ser. Y es el caso absolutamente claro de vascos y catalanes. Para construir una nación no hay que recurrir, como hacen los nacionalistas tradicionalistas, a la tradición, la lengua y el territorio, es más que suficiente con tener “voluntad de ser nación”.

No es la tradición sino la voluntad de ser nación lo que garantiza que la autonomía y la soberanía residan en el pueblo y no sea sustituida en provecho de una minoría nacionalista conservadora. Los modelos de naciones que surgieron en toda América de Norte a Sur tenían las mismas tradiciones, el mismo idioma y la misma cultura y religiones que los países, España, Portugal e Inglaterra, de los que se independizaron, simplemente porque querían ser dueños de sus propios destinos.

Toda nación la deben construir los ciudadanos a partir de un territorio propio. Eso significa que la política de Estado sólo puede tener en cuenta los intereses de sus propios habitantes y territorios. Cataluña o Euskadi se construyen a partir de su propio territorio y su política es una política de Estado por ser su finalidad beneficiar a sus habitantes sin subordinar su construcción a los intereses de las demás naciones, especialmente de sus vecinas. Una política de comunicaciones, hidráulica, comercial, financiera y exterior es una política de Estado para esas naciones como para todas. Lo mismo tiene que ocurrir con España. Pero España para construirse tiene que saber cuál es su propio territorio. Mientras no se centre en los habitantes de ese territorio nunca podrá reconstruirse pues siempre estará construyendo algo que le es ajeno y que acabará negando su propia existencia. En términos dialécticos hegelianos lo que hoy se llama España lleva dentro de sí misma su propia negación. La misma razón de Estado que asiste a catalanes y vasco para construir su nación con políticas propias, asiste a la razón de Estado de lo que sea España. Concentrando toda su voluntad de ser en sus propios intereses. Y a partir de las razones de Estado de cada nación se podrá o no establecer algún tipo de relación. Pero ese nunca será el objetivo sino una posibilidad acomodada al interés de la razón de Estado de cada nación.

La llamada España actual es imposible de mantener por mucho más tiempo, por las fuerzas centrífugas que existen contenidas en esa expresión forzada, dinámica que es irreversible y de la que emanará la síntesis de una nueva realidad geopolítica configurada por varias naciones, entre ellas España. Pero para impulsar esta dinámica a partir de la negación del pasado, es necesaria una nueva clase política que dé de lado a la tradicional derecha agraria, católica, tradicionalista, totalitaria, franquista y ridículamente imperialista, incapaz de entender ni la realidad emergente de la situación política del territorio que ocupa España, ni de aceptar el hecho irreversible de que vascos y catalanes no son España, ni de abandonar el discurso franquista de que la España impuesta contra la realidad de las soberanías vasca y catalana es un discurso que evade la realidad de un país con grandes desequilibrios económicos, sociales y regionales, culturales y científicos y permanentemente inestable.

La España de las clases tradicionales, conservadoras y reaccionarias se levanta sobre una estructura inestable que los políticos españolistas tratan de mantener a flote con una política de gratificaciones y concesiones económicas con las que consiguen fortalecer la posición de quienes niegan esa España romántica, imperialista y clerical. Inexistente. Esta es la gran y ridícula paradoja de esta clase tradicionalista y de sus monarcas, ejércitos y generales. Ya ocurrió cuando Felipe II se empeñó en dominar Holanda y al mismo tiempo compraba mercancías holandesas financiando una guerra contra sí mismo. Con el resultado, irreversible, de que Holanda proclamó su independencia.

Se necesita otra clase política, incluso dentro de quienes tienen voluntad de ser dueños de los destinos de España, no de los de Euskadi o Catalunya, que supere el romanticismo imperialista español, caducado, lo miren por donde lo miren, ante el empuje de los pueblos que quieren ser dueños de su propio destino, otra derecha debe sustituir a la derecha actual residuo sentimental e ideológico del franquismo, del imperialismo, del clericalismo y de la decadencia.

Pero si esta derecha es incapaz de renacer sobre sus propias cenizas, las demás fuerzas políticas no pueden esperar ese renacimiento y deben ser ellas, socialistas, comunistas, progresistas, sindicatos, nacionalistas, movimientos sociales periféricos al Poder y todo tipo de organización juvenil, gentes de la cultura, de la prensa, del sistema educativo…quienes deben ponerse de acuerdo, todos a una, en torno a un proyecto de reconstrucción del nuevo espacio geopolítico que inevitablemente se acabará construyendo sobre las cenizas de la España imperialista. De sus símbolos. Ya ocurrió con el inmenso imperio Austríaco, austro-húngaro y finalmente Austria. Y esa es la realidad política, social, económica y cultural de Austria en la actualidad.

Es importante que los partidos políticos de izquierdas junto con los nacionalistas pongan encima de la mesa, ya, el debate, que vienen evitando desde los comienzos de la transición, a pesar de que la dinámica de desintegración de España es cada día más acelerada, sobre la transformación del espacio español en otra realidad geopolítica conformada por las naciones vasca y catalana, junto con lo que llegue a ser la nación española. Unas nuevas naciones en las que los ciudadanos sean los dueños de sus propios destinos. Lo que es posible, sin traumas, como resultado de la presión de todas las fuerzas políticas, encabezando la movilización popular en la dirección hacia la solución final. Esta nueva realidad, contenida en las constituciones de cada nueva nación, será la mejor garantía contra el caos económico y financiero actual, contra la corrupción como forma de gobierno, contra el odio entre vecinos. Por la paz, por la libertad y por el progreso.

 

 

Javier Fisac Seco es historiador, caricaturista político, creador artístico

Últimos libros publicados: Dios es de derechas. Nazismo, franquismo y catolicismo: una alianza contra la libertad y El mito de la transición política: Franco, D.Juan/El Rey y el PCE/ PSOE en la Guerra Fría.

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http://www.unidadcivicaporlarepublica.es/index.php/nuestra-memoria/la-transicion/2888-el-nito-de-la-transicion-politica-franco-d-juan-el-rey-y-el-psoe-pce-en-la-guerra-fria

http://www.ellibrepensador.com/2011/11/15/el-mito-de-la-transicion-politica-de-javier-fisac-seco/

http://www.lacavernadeplaton.com/articulosbis/textscavern/transicion.pdf

En youtube pueden verse videos de este autor sobre: “Feminismo es libertad”, “La mujer en los felices años veinte” y exposiciones de arte en “artelista.com”