República: Algunas razones PDF Imprimir E-mail
III República - III República
Escrito por Gregorio Morales / El ideal de Granada   
Martes, 03 de Mayo de 2011 03:34

Por la III RepúblicaDespachar la opción republicana por los errores del pasado como hace el señor Torné en el artículo publicado en el Ideal   el pasado 10 de abril no es sino un despropósito. Es atarnos una rueda de molino al cuello para que perezcamos con ella. No es diferente de los republicanos que viven anclados en el pasado. Para éstos, la II República fue una etapa gloriosa que hay que repetir. Para otros como el señor Torné, una etapa infausta que jamás hay que revivir. A ambos los ciega el pasado.

 

Los hombres de aquellas repúblicas ya no existen. Para lo bueno y para lo malo, no están aquí. Así que se puede construir una República sin el lastre del pretérito, sin los errores ni aciertos de nuestros bisabuelos, sino con nuestros propios aciertos y errores. ¡Porque en la construcción de una República puede haber errores, claro! Lo importante es arbitrar mecanismos de corrección perennes, eficaces y rápidos.

Tales mecanismos han mostrado su incapacidad en la presente Monarquía, una de cuyas mayores rémoras es la falta de división de poderes. Aunque sobre el papel hay un poder ejecutivo, otro legislativo y otro judicial, y se prohíbe el mandato imperativo a los parlamentarios (no pueden obedecer a sus jefes de partido), en la práctica los diputados son meros aplaudidores y acatan dócilmente las decisiones que les transmiten sus superiores. ¡Y ay del que se farríe! Sus días están contados. Con lo que se produce la impostura de que las leyes las elabora el partido en el poder, que dicta además la actitud de los parlamentarios en las votaciones, y que luego ejecuta la propia ley. Algo que no está lejos de la dictadura.

Si el poder ejecutivo y legislativo son el mismo, no ocurre algo distinto con el judicial, cuyos máximo órganos son también una representación de los partidos. No es extraño por ello que prosperen leyes claramente inconstitucionales y atentatorias contra la igualdad de los españoles.

Pero aunque tales desafueros desaparecieran (lo que por otra parte parece dudoso), aún sería necesaria una República. Los símbolos no son gratuitos. Cuando en la cabeza del Estado hay una familia que se sucede por razón de su apellido, toda la sociedad queda impregnada. El apellido vale más que el mérito. La familia a la que perteneces vale más que tu instrucción o tus conocimientos. Debes beneficiar antes a tu familia que al país. Y esto es lo que hemos vivido en las últimas décadas. Hijos y familiares favorecidos por la política. Y para el pueblo llano, el famoseo, donde vales por tu apellido o por con quién te has acostado, pero no por tus capacidades ni tu formación.

Lo monárquico también se refleja en el sistema electoral: no puedo elegir personas concretas, no puedo elegir a aquellos que considero honrados o preparados o buenos gestores, sino un paquete con siglas. Un búnker atado y bien atado. Elijo una marca bajo la que se refugian individuos de toda condición, pero no puedo elegir a estos individuos.

Por eso no puede ser indiferente la forma de gobierno. Que la Monarquía haya traído prosperidad (es la misma prosperidad que ha vivido Occidente) no es una razón de peso. Como no es una razón vivir con nuestro papá porque vivimos muy bien. Mire usted, yo quiero independizarme. Quiero ser yo mismo, aunque viva peor. Quiero ser yo mismo, con mis virtudes y mis defectos, pero yo mismo.

Por lo demás, los errores de hoy pueden ayudarnos a construir la República del mañana. Así, el desastre autonómico debe introducir correcciones en un sistema republicano. Pienso que el centralismo es una conquista del estado moderno y que implica una garantía de igualdad para todos los ciudadanos. Los derechos históricos son algo medieval, y no tienen sentido en un estado del siglo XXI. Defenderlos, apoyarlos, propiciarlos, es algo reaccionario. Hay por otra parte cosas irrenunciables al Estado, como la Educación.

Así que no tengo la rueda de molino del pasado atada al cuello y, por tanto, me libero del tradicional federalismo republicano español. Es posible construir una república sin los fallos ni ataduras del pasado, llámese éste I, II República o Monarquía parlamentaria. Puedo construir una República desde la razón, la lógica y la democracia.

Tal República no está tan lejos como algunos pretenden. Zapatero ha hecho más por esa República que todos los republicanos juntos. No porque sea republicano, sino porque su gobierno, el peor de la España contemporánea, ha sido una suma de todos los vicios, desvaríos y contrasentidos del actual sistema. El desprestigio en que Zapatero lo ha sumido corroe sus más hondos cimientos. Herido de muerte, se tambalea. Puede que, apuntalado aquí y allá, aún tarde en caer. Pero caerá, de eso no cabe duda. Habrá una III República.

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* Gregorio Morales Villena es socio fundador de UCAR-Granada.