EEUU, Brasil, España: tortura y represión PDF Imprimir E-mail
Derechos y Libertades - Derechos Humanos
Escrito por José Juan Hernández / UCR   
Domingo, 14 de Diciembre de 2014 07:06
Titular del periódico El País :
"El senado de EEUU acusa a la CIA de mentir y torturar sin resultados".
Me parece un titular magistral, pues con las dos últimas palabras transita de la rectitud moral al reproche inmoral. Al principio quedé sumido en el desconcierto. Dudando entre si se condenaba la tortura o la falta de resultados de su aplicación. O si se cuestionaban ambos hechos. Y el titular, al menos tal como está redactado, después de ese primer momento de extrañeza, es diáfano.
Lo que el senado, en concreto la mayoría demócrata, rechaza (insisto, según el titular), es el malgasto, el derroche de la mentira y la tortura carente de rentabilidad. Dos acciones, sobre todo la segunda, consideradas éticamente reprobables, no pueden ejecutarse sin obtener el beneficio de la información. Los republicanos dicen que sí se obtuvieron datos valiosos para la acción antiterrorista. Es un juego político absurdo e hipócrita. EEUU no va a detener su acción de dominio imperial por una tortura más o menos. Aquí el asunto es que no lo han hecho vía militares testaferros, como en Chile o en las otras dictaduras de Latinoamérica. Han sido tan hipócritas que a los presos los han ubicado en el limbo jurídico de la base militar de Guantánamo (territorio de 100 kilometros cuadrados usurpado a Cuba), donde hay detenidos ilegales que llevan allí más de 12 años sin acusación alguna. 
 
En este terreno de la tortura (a veces, en el bello mundo de los eufemismos, se emplea el concepto del maltrato), el laurel repugnante de la sinceridad se lo lleva el expansionista Estado de Israel, cuyo tribunal supremo consideró lícito, en 1999, el uso de la tortura sobre los prisioneros palestinos en determinadas circunstancias. Otros estados se limitan a hacer oídos sordos. Amnistia Internacional ha acusado en diversas ocasiones al gobierno español de la existencia de torturas en dependencias de los cuerpos de seguridad. Tanto el gobierno como las principales cabeceras informativas establecen la ley del silencio. Lo que no se difunde no existe. Ni en el sumario, ni probablemente tampoco en el desarrollo de ningún telediario saldrá esta alarmante noticia que, por supuesto, tiene un calibre mucho menor que la irregularidad administrativa de Errejón. La decretada inexistencia, por parte de los gobiernos españoles del PP y del PSOE, de la tortura, tiene mucho que ver con una sacralización ideológica de las fuerzas de seguridad, que hunde sus raíces en la lógica, nunca quebrada, del fascismo hispano, que consideraba a las policías cuerpos intocables, siempre en el punto de mira de la alabanza.
En Brasil, con la presencia de la presidenta Dilma Roussef, acaba de presentarse un informe de la Comisión de la Verdad sobre los 21 años de dictadura militar, que establece una cifra de 434 muertos y desaparecidos e identifica a alrededor de 300 agentes del régimen con indicios de haber ejercido como represores. En España, no es que sea inimaginable una comisión similar, es que, más lacerante aún, cada fosa que se abre ha implicado una lucha enconada de los descendientes, principalmente nietos ya liberados del miedo que atenazaba a sus padres. Quién se de un paseo con una cierta periodicidad por este callejón sabe que soy un amante de las comparativas. Voy a realizar una entre la dictadura brasileña y la española, poniendo el foco en este pequeño territorio llamado Canarias. Brasil, con cerca de 200 millones de habitantes cifra en cuatrocientas y pico sus víctimas. Canarias con el 1% de esa población tiene una cifra superior (alrededor de mil) en los más de 40 años de fascismo. Y que no se me argumente que en este caso hablamos de una Guerra Civil, pues en Canarias se limitó a un golpe de estado triunfante en unos pocos días. La isla que más tiempo estuvo en manos del gobierno legítimo de la República fue La Palma, que resistió una semana. Por añadidura era un territorio situado, con un océano de por medio, muy lejos del frente. Desconozco si Brasil acabará pidiendo responsabilidades a los represores, pero al menos parece que están leyendo un libro de su historia que aquí, que tenemos entre manos una enciclopedia de la infamia, se liquida con un apelación al buenismo de no volver a pelearnos entre hipotéticos hermanos. 
Recuerdo que en los años 80 se decía, sacando pecho, que la América del centro y del sur tenía que aprender de nuestra Transición. Afortunadamente, algunos países de ese continente no han querido seguir las pérfidas lecciones de la otrora madre patria, que profundizan en la injusticia que padecen esas víctimas de segunda categoría, si establecemos como referente a las de ETA, que son los más de cien mil represaliados (resulta casi ridícula la cifra brasileña) por el fascismo hispano.
EEUU, Brasil, España. La línea de represión cambiará. Se tornará más laxa o más tensa, pero estoy convencido de que siempre estará ahí, presta a acogotar cualquier atisbo de cambio que vaya a la esencia que subyace bajo la inmensa mayoría de los conflictos: un reparto mucho más equilibrado de la riqueza. Parafraseando a Carville, asesor electoral de Bill Clinton en la campaña de 1992, sin que nadie se ofenda, por favor, y por si alguien aún no se ha enterado: ¡es la lucha de clases, estúpidos!
 
Artículo también publicado en la página personal del autor: El blog de José Juan Hdez