Galeano PDF Imprimir E-mail
Cultura - Libros / Literatura
Escrito por José Juan Hernández / UCR   
Viernes, 17 de Abril de 2015 04:54

La muerte de Galeano, para los que esperábamos sus libros con el ansia de unos jovenzuelos abducidos por el enésimo Harry Potter (justo el día antes de su fallecimiento leí que estaba a punto de salir "Mujeres"), significa una baja irreparable y, desde su peculiar prosa, diría que irremplazable. Galeano es parte de mi educación para la conciencia y el disfrute, parte de ese selecto grupo de personas que conforman nuestra familia vital, pues a través de su lectura las interiorizas, estableces un vínculo íntimo con ellas. Me ocurrió algo similar con el periodista Javier Ortiz, sus textos eran para mí un alimento diario que durante mucho tiempo, tras su muerte, extrañé.

 

Con Galeano sentía la cercanía ética. Una historia escrita prescindiendo de los poderosos y poniendo en el foco (con su nombre, sacándolos del anonimato) a los que él llamaba "los nadie". Pero me maravillaba aún más su estética. Quizás exagerando, creo que tendría la osadía de retar a cualquier lector puntilloso a que encuentre una palabra sobrante o ausente en su trilogía "Memoria del fuego" o en la más reciente "Espejos. Una historia casi universal". Ambas siguen un mismo patrón creativo: microcapítulos vertebrados por el eje de la cronología que, pinceladas precisas, nos muestran un fresco vivísimo de América Latina y el Mundo. Al acabar la lectura de sus textos, aunque suene cursi, tenía la convicción de haber asistido a la conjunción de la verdad doliente (o festiva) y la belleza.

No me olvido de que, como yo, era un amante casi compulsivo del opio que, patas de palo, nunca nos amó. Recuerdo que en 2010 declaró que durante el mes de junio, e inicios de julio, pondría el cartel: "Cerrado por el Mundial". Me apetece reflejar, aunque quizás ya lo haya hecho en otra ocasión, una anécdota placentera: recién publicada su obra "El fútbol a sol y sombra" acudí presto a la librería. Cuando uní título y autor la cara de extrañeza, el estupor del librero pensando que estaba ante el profanador del buen nombre de un intelectual comprometido, me llenó de una pérfida satisfacción. No puedo evitar la gamberrada, romperle el esquemita al rojiprogre dogmático antifutbolero me regocija. Hoy ya no es novedoso, pero durante cierto tiempo los rojeras le dimos al opio de manera clandestina.

Quiero, casi para acabar, reñirte, Galeano. Tenías que haberle dicho a la parca que te aguardara un día más, hasta el 14 de abril, pues desde España, estado sin fechas conmemorativas protagonizadas por el pueblo, para muchos habría sido tan hermoso como justo asociarte, para siempre, con el día en que pareció posible "una república de trabajadores de toda clase".

Me parece el mejor colofón de este texto, sentido y desmañado, un capítulo de "Espejos" donde Galeano retrata la ferocidad del fascismo español, y en un párrafo final de cinco líneas nos muestra la injusticia histórica que a veces nos depara el lenguaje.

El Diablo es rojo

Melilla, verano de 1936: estalla el golpe de estado contra la república española.

El trasfondo ideológico será explicado, tiempo después, por el ministro de Información Gabriel Arias Salgado.

– Él vive en un pozo de petróleo, en Bakú, y desde allí da instrucciones a los comunistas.

El incienso contra el azufre, el Bien contra el Mal, los cruzados de la Cristiandad contra los nietos de Caín. Hay que acabar con los rojos antes de que los rojos acaben con España: los presos se dan la gran vida, los maestros desalojan a los curas de las escuelas, las mujeres votan como si fueran varones, el divorcio profana el sagrado matrimonio, la reforma agraria amenaza al señorío de la Iglesia sobre las tierras...

El golpe nace matando, y desde el principio es muy expresivo.

Generalísimo Francisco Franco:

–Salvaré a España del marxismo al precio que sea.

–¿Y si eso significa fusilar a media España?

–Cueste lo que cueste.

General José Millán-Astray:

–¡Viva la muerte!

General Emilio Mola:

–Cualquiera que sea, abierta o secretamente, defensor del Frente Popular, debe ser fusilado.

General Gonzalo Queipo de Llano:

–¡Id preparando sepulturas!

Guerra Civil es el nombre del baño de sangre que el golpe de estado desata. El lenguaje pone, así, el signo de la igualdad entre la democracia que se defiende y el cuartelazo que la ataca, entre los milicianos y los militares, entre el gobierno elegido por el voto popular y el caudillo elegido por la gracia de Dios.

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Fuente: El Blog de José Juan Hdez