Las hipotecas y los aparatos represivos del Poder Imprimir
Opinión / Actualidad - Política
Escrito por Javier Fisac Seco / UCR   
Sábado, 13 de Abril de 2013 00:00

El Poder, dicen algunos, procede de dios, de algún dios sea cristiano o musulmán, otros dicen que procede del partido, del Estado o del dictador de turno. Los hay, muy ilusos, que están convencidos de que procede del pueblo. Tal vez, si especificaran a qué parte del pueblo se están refiriendo, podríamos entender por qué una parte del pueblo se enriquece con las hipotecas y los desahucios y la otra se empobrece. Sí es verdad que las constituciones dicen que la soberanía reside en el pueblo o en la nación, que no es lo mismo, pero parece ser que quieren decir que todos somos poder.

 

Pero esto es una pura fantasía porque luego la misma constitución protege la propiedad privada de los medios de producción porque es un derecho individual. Esto es, que la constitución protege el derecho a explotar económicamente a todos los seres humanos que carezcan de ese tipo de propiedad. Vamos que protege la explotación y el robo. Esto es tan solemne como que se proclama, también, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Y digo yo, cuando menos podríamos hacer dos lecturas del derecho de propiedad; una sería que si existe ese derecho debe aplicarse a todos los hombres y mujeres y la otras es que, puesto que ese derecho sólo lo ejercen unas minorías que acaparan todo el capital, toda la riqueza y todos los medios de producción, está minoría incumple el derecho que todos tenemos a la propiedad. Y la constitución y la ley deberían aplicar ese derecho rigurosamente a todo el mundo. A unos para expropiarlos y a otros para distribuir entre ellos lo expropiado. O buscar mecanismos de propiedad colectiva de los medios de producción. Que sería lo correcto.

Cómo puede ser que unos posean la propiedad de cientos de viviendas y otros no tengan donde vivir o sean desahuciados. Y como puede ser que coexistamos con el robo como si este tipo de ladrones, los propietarios de todo, fueran los padres de la patria. Aquí lo que está fallando es que la soberanía popular tampoco la ejercen los ciudadanos, sino que se les ha arrebatado por un mecanismo de partidos que hacen de su capa un sayo. Algo de culpa tendremos los ciudadanos.

El Poder, a pesar de que muchos o no lo saben definir o definen como les interesa para proteger sus propiedades, es la capacidad para dominar y controlar. Y lo tienen aquellas personas o instituciones que lo ejercen, como el ejecutivo y el legislativo, en las democracias, porque donde ni si quiera existe ésta el legislativo si existe no pinta nada. Pero dominar es reprimir y decidir. De manera que donde no existe represión no existe dominación. No existe Poder donde no existe represión, dominación o control.

Tradicionalmente el Poder se ha estructurado, se ha dado así mismo, una estructura integrada por una serie de aparatos, destacaría, ahora, los represivos que son: el ejército, la religión, la policía y la justicia. La religión es un aparato ideológico represivo. La justicia es un aparato legislativo represivo. Se dedica a imponer las leyes y a perseguir a quienes no las cumplen. Esto es está al servicio de los dueños de la propiedad y de la moral represiva. En este sentido es el brazo judicial de la religión.

Pero hoy día existe, de hecho existe desde los orígenes del capital, pero podría habernos pasado desapercibido, porque si bien la justicia apoya a los explotadores, el Capital tiene sus propios mecanismos legales, aunque son inconstitucionales si aplicamos el derecho de todos y por tanto de cada uno a la propiedad, como son la hipoteca y el desahucio como instrumento de control, de dominación y de represión. ¡Qué curioso! No sólo nos dominan, explotan y reprimen con la moral religiosa, con el ejército y la policía, con la justicia, desde luego, sino haciéndonos propietarios fugaces de un piso, que no es un medio de producción, sino existencial para poder ejercer otro derecho, nada menos que el derecho a la vida. Pero éste sólo les preocupa cuando abortamos. Cuando nos arrojan de nuestro piso les importan un carajo porque la propiedad es privada. La propiedad de los explotadores, claro.

En fin, me ha llamado la atención el enorme poder represivo y de control que tienen las hipotecas. Creo que muy superior a la represión religiosa, policial y judicial. Porque una hipoteca es para toda la vida. Una hipoteca como la mujer española cuando besa, es que besa de verdad. Vamos que más que besar te muerde y se lleva una suculenta parte. Gracias a la hipoteca se pueden desmovilizar masas, se pueden boicotear huelgas, se puede ir al carajo la solidaridad.

Al final creo que con la hipoteca va a desaparecer la clase obrera, campesina, industrial o de servicios, porque para no perder el piso o el trabajo o el derecho a estar pagando durante toda la vida y tal vez más allá, durante toda la eternidad, la hipoteca, renunciaremos a pertenecer a la clase. La clase obrera se desintegrará, para bien del Capital, en átomos o mónadas refugiadas en su casa para evitar que una revolución les embargue y desahucie. El día que el Poder se entere de que la hipoteca es más eficaz que la represión religiosa, policial o judicial mandará al paro a todos los miembros de estas represivas instituciones. Esto es la historia.

 

Javier Fisac Seco es historiador, caricaturista político, creador artístico

 

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