En el coche viajaba Carlos Dívar, presidente del Tribunal Supremo, hoy imputado por un presunto delito de malversación de fondos públicos. Me pareció una enorme metáfora el hecho de vivir en un país en el que el máximo representante del poder judicial circula en dirección contraria, pero por encima de eso me resultó indignante el hecho de que quien debe velar por la legalidad se salte las normas y las leyes que son de obligado cumplimiento para todos y cada uno de los ciudadanos.
La noticia sobre su malversación de fondos públicos viene a hacer patente su triste condición de cabeza de los jueces, que llegó allí con el acuerdo de Rajoy y Zapatero, siendo un gran conservador, además de confeso y fervoroso creyente en la justicia divina, por encima de la humana.
Hace unos meses fu aentregarle por registro una petición ante el Consejo General del Poder Judicial y tuve que cambiar el texto que llevaba para que no fuera entregado por el conducto de su correo privado. ¿Desde cuándo alguien que está en una institución no es exclusivamente el representante de una institución?
Nuestro poder judicial ha demostrado que tiene miembros que se dedican más a la política que a la justicia. A Dívar, ¡oh casualidad! lo nombraron poco antes de que Baltasar Garzón iniciara su investigación de los crímenes del franquismo; él que siendo en beato fundamentalista juró fidelidad al Caudillo al inicio de su carrera judicial. Dejo aquí dos vídeos en los que Carlos Dívar lo explica por sí mismo.
Dívar y sus prefeencias en cuestión de justicia:
Dívar, incapaz de llamar crímenes a las violaciones de derechos humanos de la dictadura franquista:
Dívar y los hechos del régimen anterior
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Fuente: Quitándole el fuego a los dioses