El timo de
la “misión humanitaria”
Público
18 de Octubre de 2009
La guerra es la suma de todas las tragedias que un ser humano puede
sufrir: ver morir a los seres queridos, torturas, violaciones, hambre…
Quizá por esta asociación, muchos gobiernos cambiaron el nombre de
Ministerio de Guerra por el de la Defensa, sin frenar su maquinaria
bélica. Tras las protestas contra las “guerras preventivas”, se
empeñaron en realizar operaciones de maquillaje a las fuerzas armadas
–asociadas a la represión, a los golpes de Estado, a la ultraderecha y
el terror– y añadieron el término “humanitario” al despliegue de tanques
y misiles, y de paso destinaron nuevas partidas de presupuesto a las
guerras bajo el cómputo de “gasto humanitario”. ¡Como si jugar con el
lenguaje cambiara la naturaleza de las misiones bélicas, y los líderes
de EEUU, con 45 millones de indigentes en casa, se desvivieran por los
desharrapados afganos! Las invasiones solidarias son un derecho
exclusivo de las potencias. ¡Que se atreva Benín a mandar sus tanques a
Nueva Orleans para ayudar a las víctimas del Katrina!
La agresión
humanitaria de la OTAN a Kosovo en 1999 tenía el objetivo de controlar
el tránsito de los hidrocarburos procedente de Azerbaiyán, sorteando el
gasoducto ruso. Misión que culminó con la declaración de independencia
de Kosovo por EEUU y la instalación de la mega base de Camp Bondsteel.
Para ello, compasivamente, mataron a miles de personas, lanzaron
toneladas de desechos atómicos, destruyeron cientos de centros de salud,
puentes, escuelas y fábricas.
La misión humanitaria de Afganistán ha costado la vida de casi un millón
de civiles. Mientras estudiaban cómo extraer los recursos de Asia
central, lanzaban bombas de racimo y misiles cargados de uranio
empobrecido. Los ocho millones de afganos que hoy pueden morir de hambre
no reciben más que bombas a diario.
En 2004,
los humanitarios del Pentágono encontraron en el tsunami la oportunidad
de oro para enviar contingentes a la zona de influencia china, reactivar
la base Utapao en Tailandia, firmar acuerdos militares con Filipinas,
Singapur y Sri Lanka y hacerse con el control de Aceh, trasladando su
portaavión nuclear Lincoln a este enclave –un inmenso yacimiento de gas
que conecta el océano Índico con el mar del sur de China–.
La misión
de paz en Irak, sin comentarios.
“No podemos
responder a todas las crisis humanitarias que se producen en el mundo”,
lamentaba Bill Clinton. “¡Menos mal!”, contestó Eduardo Galeano.
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