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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


 

EE.UU: El permanente cinismo del Gobierno estadounidense

Paco Azanza

Baraguá   7 de Noviembre d 2009

A los gobernantes estadounidenses no se les puede caer la cara de vergüenza, sencillamente porque no la tienen –a la vergüenza me refiero, no a la cara-. Y en el caso de que la tuviesen, se pasarían la vida agachados tratando de recogerla del suelo –más bien del subsuelo-. Pero nada de eso, insisto, sucede con los dirigentes imperialistas. Por el contrario, ahí andan arrogantes, cuerpo erguido por bandera, aunque, tan decadentes como están, escaseen sus motivos.

Karzai y Obama

            Cuántas veces no les habremos visto señalar con el dedo a ciertos países, acusando a sus gobiernos de antidemocráticos y castigando a toda su población por cometer tan intolerable  “pecado”. A Cuba, por ejemplo, un país donde los electores no sólo eligen de manera libre y secreta sino que, además, postulan a los candidatos desde la base sin que el Partido intervenga para nada en el citado proceso; donde los dirigentes elegidos rinden cuenta periódicamente a sus electores, y éstos, mediante asamblea popular, pueden revocar sus mandatos si consideran que no les representan como creen que deben hacerlo; donde, caso insólito en todo el mundo, más del 95% de la población electoral acude a votar en todas las convocatorias electorales; donde, mediante infinidad de asambleas y referendos, la inmensa mayoría de sus habitantes tiene la posibilidad real de incidir, con su aportación, primero, y aprobación o rechazo, después, en las propuestas y decisiones más trascendentales que vayan surgiendo.

            No importa nada lo dicho, Cuba sigue siendo para el Gobierno estadounidense un país sin democracia, y, por lo tanto, merecedor de castigo. Ahí está el viejo y conocido bloqueo, rechazado el pasado 28 de octubre por 187 países y apoyado tan sólo por tres. ¡Qué extraña paradoja! Si en democracia es la minoría quien debe someterse al sentir de la mayoría, ¿por qué el Gobierno de los Estados Unidos sigue aplicando una sanción que además de injusta es ilegal? La respuesta no la incluyo, por obvia.

            Recientemente se ha dado un caso donde, por enésima vez, el cinismo de los gobernantes yanquis ha quedado de manifiesto. Me estoy refiriendo a las elecciones afganas. El pasado 2 de noviembre, la Comisión Electoral Independiente –CEI- proclamó a Hamid Karzai como presidente del país asiático.

           

Lo llamativo del caso es que durante el proceso de la primera vuelta –en agosto de este mismo año- hubo faude en las urnas, además de otras graves y numerosas anomalías que favorecieron a Karzai, el hombre de Bush tras la invasión norteamericana a Afganistán y ahora también de Obama. Ante tamaño e inocultable descaro, la comunidad internacional se vio obligada a forzar a Karzai a aceptar su fraude, y respaldó una segunda vuelta con Abdalá Abdalá, segundo candidato más votado, como única salida para la legitimidad del proceso electoral. Pero se precipitaron los acontecimientos. Bush y Karzai

 El mismo día 2, por la mañana, Ban Ki-Moon, secretario general de Naciones Unidas, llegó a Kabul para reunirse con los dos candidatos. No muchas horas después se anunció la sorpresiva y sospechosa renuncia de Abdalá Abdalá y la victoria definitiva de Karzai, cuya familia y ministerios rebosan casos de corrupción por doquier.

            Ya no importaba el “derecho de los afganos a votar” que tanto defendía Occidente un día antes. La CEI  adujo que ir a una segunda vuelta con un solo candidato supondría importantes problemas de organización y seguridad, y ahí se acabó el “democrático” proceso electoral afgano.

            Faltaban, por supuesto, las debidas felicitaciones. El propio Ban Ki-Moon fue el primero en expresarlas; los países miembros de la OTAN hicieron lo propio con el “triunfo” de Karzai; y, cómo no, a través de su embajada en Afganistán, el Gobierno imperialista también felicitó al presidente “por su victoria en unas elecciones históricas”.

            No cabe la menor duda, para el Gobierno de los Estados Unidos sólo serán democráticos los gobiernos que le permitan saquear los recursos naturales y humanos que posean los pueblos. Afortunadamente y con éxito, cada vez son más los que se niegan a ser expoliados; ahí están Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua… y por supuesto Cuba que, vanguardia de todos, lleva casi 51 años de lucha.

 

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