Objetores de conciencia en Israel: el precio de condenar la
ocupación
Laura Villena
Nuestro País
- San
José, Costa Rica
Son aplaudidos en determinados ambientes y repudiados en otros.
Para algunos son "el futuro de Israel", pero entre sus
familiares y amigos no faltan quienes les tachan de "traidores".
Negarse a servir en el ejército no cae nada bien en una sociedad
con arraigados valores militares y su decisión les obliga desde
hoy a pagar un alto precio: su ingreso en prisión.
Emelia, Or y Efi tienen entre 18 y 19 años, pero hablan como si
la vida ya les hubiese curtido. A diferencia de muchos de los
jóvenes israelíes de su edad, no sintieron ganas de convertirse
en 'héroes' cuando recibieron la carta del gobierno para hacer
el servicio militar, obligatorio en Israel durante tres años
para los chicos y dos para las chicas.
Fue en ese momento cuando empezaron una lucha que ha acabado hoy
con su encierro en las celdas de una cárcel militar sin fecha de
salida.
La razón: "no queremos formar parte de un ejército al servicio
de la política de ocupación en territorios palestinos", afirma
Efi, a quien el título de "disidente" en la prensa local le
costó que su padre lo echara de casa.
"La ocupación ha convertido la realidad de los palestinos en
algo insoportable. Los puestos de control, la ocupación de
tierras, el 'muro del apartheid', la construcción de carreteras
sólo para israelíes, los asentamientos, los juicios injustos y
los asesinatos han destruido Cisjordania durante cuatro
décadas", afirman los jóvenes en una carta que enviaron al
primer ministro, Benjamin Netayahu, y al Parlamento israelí.
"El asedio de Gaza y el bloqueo que impide la entrada de
alimentos básicos y de ayuda humanitaria hace imposible que los
palestinos de la franja cuenten con las condiciones de vida
mínimas. No podemos tolerar esta realidad", prosigue la carta,
leída en la cámara por un parlamentario árabe días atrás.
Sobran argumentos para que estos objetores no quieran enrolarse
en el ejército de su país, aunque afirman que no apoyarían a
ningún otro. Son pacifistas, y eso es precisamente lo que más
disturba al "comité de conciencia" de la armada israelí, que
hace unos meses llamó a Emelia y a Or a comparecer.
"¿Eres un puro pacifista? ¿estás en contra de todo tipo de
violencia? ¿significa es que si violaran a tu madre te quedarías
de brazos cruzados?", fueron algunas de las preguntas que
tuvieron que responder.
"Lo que quieren es que acabes reconociendo que la violencia es
necesaria para la autodefensa y que está justificado tener y
servir en el ejército", explica Or.
En un país obsesionado con la necesidad de "sobrevivir" a la
"amenaza existencial" que pesa sobre ellos, según palabras que
utiliza el propio ministro de Defensa, Ehud Barak, la
"autodefensa" se convierte en el perejil de todas las salsas. No
sólo sirve para justificar muchas de las políticas emprendidas
por el gobierno central, sino que es la explicación ante
cualquier acusación que recae sobre el ejército.
Pero "¿Se trata de una verdadera fuerza de defensa o de un
instrumento para seguir avanzando en la ocupación?", se pregunta
Hagai, que ya cumplió su pena en prisión entre 2002 y 2004.
"Continuar la ocupación por razones de seguridad no tiene
fundamento", defienden los objetores en su carta.
A pesar de ser una obligación, el 26 por ciento de los jóvenes
israelíes logran evadir la llamada a formar filas cada año
alegando incapacidad física o mental, o la realización de
estudios bíblicos en una "yeshiva" (escuela para el estudio de
la Torá). Además, un 25 por ciento abandona el servicio después
del primer año, según datos de "New Profile", la organización
que asiste este tipo de casos.
Para Or, Efi o Emelia decir que sufrían depresión hubiese sido
el camino más corto, pero "se niegan a mentir". Quieren "mandar
un mensaje de esperanza a los palestinos y romper el tabú ante
la sociedad israelí", dice Or.
"Nos inculcan valores militares desde la escuela primaria. Los
mandos militares hacen visitas al colegio y desde niños vemos a
soldados armados hasta las cejas en la calle como si fuese algo
normal. También nuestros medios de comunicación están
militarizados", denuncia la joven refiriéndose a la radio del
ejército, la más escuchada en el país.
"Queremos romper el tabú y el precio que pagamos por ello merece
la pena", añade la joven por teléfono mientras prepara la bolsa
horas antes de ingresar en prisión.
A partir de hoy y sin saber hasta cuando, Or y sus compañeros
pasarán periodos de entre 7 y 28 días en prisión, tras los que
volverán a ser llamados a hacer el servicio militar. Todos están
dispuestos a seguir renunciando hasta que la paciencia les ponga
de nuevo en libertad.