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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   


 

Sr. Obama: ¿De verdad quiere convertirse en el nuevo

«presidente de la guerra»?

 

Michael Moore

 

Traducido por  Curro L. Vera

 

Tlaxcala 3 de Diciembre de 2009

Querido presidente Obama:

¿De verdad quiere convertirse en el nuevo «presidente de la guerra»? Si mañana por la noche se dirige a West Point y anuncia que va a incrementar las tropas en Afganistán, en lugar de retirarlas, entonces es Ud. el nuevo «presidente de la guerra». Así de simple. De este modo, hará lo peor que puede hacer: destruir las esperanzas y los sueños que millones de personas habían depositado en Ud. Con un simple discurso mañana por la noche, convertirá a una multitud de jóvenes que conformaban la columna vertebral de su campaña en unos cínicos desilusionados. Les enseñará que es cierto lo que siempre habían escuchado: que todos los políticos son iguales. Me cuesta creer que esté a punto de hacer lo que dicen que va a hacer. Haga el favor de decir que no es cierto.

No es tarea suya hacer lo que los generales le dicen que haga. Nuestro Gobierno está en manos de civiles. Somos NOSOTROS los que les decimos a la Junta de Jefes del Estado Mayor lo que hay que hacer, y no al contrario. El general Washington insistió en que así fuera. Eso fue lo que el presidente Truman le dijo al general MacArthur cuando este quiso invadir China. Tendría que haber despedido al general McChrystal cuando este se presentó ante la prensa sustituyéndole para decirles lo que UD. tenía que hacer. Permítame hablarle con franqueza: nos encanta tener a nuestros chicos en las Fuerzas Armadas, pero no soportamos a todos esos generales, desde Westmoreland en Vietnam hasta, sí, hasta Colin Powell, por haber mentido a la ONU con sus dibujos inventados sobre armas de destrucción masiva (desde entonces, busca la redención).

Ahora se siente acorralado. El pasado jueves, día de Acción de Gracias, hizo treinta años que los generales soviéticos tuvieron una idea estupenda: «¡Vamos a invadir Afganistán!». Y aquello resultó ser el último clavo del ataúd de la URSS.

Hay una razón por la que no llaman a Afganistán el «jardín del Estado», a pesar de que así deberían hacerlo viendo cómo el hermano del presidente corrupto Karzai, al que apoyamos, está metido en el negocio de la heroína y cultiva adormidera. A Afganistán se le conoce como el «cementerio de los imperios». Si no se lo cree, llame a los británicos. Le diría que llamara a Gengis Kan, pero he perdido su número. El que sí que tengo es el de Gorbachov: +41 227891662. Estoy seguro de que tendrá mucho que contarle sobre el error garrafal que está a punto de cometer.

Nuestro colapso económico continúa en pleno apogeo, mientras que nuestros preciados jóvenes están siendo sacrificados en el altar de la arrogancia y la codicia. De convertirse en el «presidente de la guerra», el desmoronamiento de esta gran civilización que llamamos Estados Unidos se enfila a todo gas hacia el olvido. Ningún imperio piensa que el fin está cerca, hasta que realmente le llega. Los imperios piensan que un mal mayor forzará a los paganos a doblegarse… aunque nunca fue así. Lo normal es que los paganos los hagan trizas.

Elija con cuidado, presidente Obama. Precisamente Ud. sabe que no tiene por qué ser así. Tiene todavía unas horas para escuchar a su corazón y a su propio buen juicio. Sabe que no puede resultar nada bueno de enviar más tropas a un lugar del mundo que ni Ud. ni ellos mismos entienden, con el fin de alcanzar un objetivo que ni Ud. ni ellos mismos entienden, a un país que no quiere que estemos allí. En el fondo, es eso lo que presiente.

Sé que Ud. sabe que quedan MENOS de cien miembros de Al-Qaeda en Afganistán. ¿Cien mil soldados para aplastar a cien tíos que viven en cuevas? ¿Lo dice en serio? ¿Se ha tomado la misma pócima que Bush? Me niego a pensar que sea así.

Su posible decisión de propagar la guerra, mientras afirma que si lo hace es precisamente para «poner fin a la guerra», hará más por grabar su legado en una lápida que todas las otras grandes cosas que ha dicho o hecho durante su primer año. Lánceles otro hueso a los republicanos y acabará con la coalición de esperanzados y desesperados… y este país volverá en un santiamén a estar en manos de los dueños del odio.

Elija con cuidado, Sr. Presidente. Los que le apoyan en su equipo le abandonarán tan pronto como quede claro que es Ud. un presidente de un solo mandato y que el país volverá a estar en manos de los idiotas habituales que lo siguen buscando. Y eso podría suceder el miércoles por la mañana.

Nosotros, el pueblo, le seguimos queriendo. Nosotros, el pueblo, seguimos confiando en Ud. Pero nosotros, el pueblo, no podemos aguantar más. No aguantamos que ceda, después de haberle elegido con un margen de millones de votos para que llegue al poder y haga su trabajo. ¿Qué parte de «victoria arrolladora» es la que no entiende?

No se engañe al pensar que enviar unos cuantos soldados más a Afganistán marcará la diferencia o le hará ganarse el respeto de los dueños del odio. Pues estos no pararán hasta hacer trizas este país y sacar hasta el último dólar a los pobres y a los que pronto lo serán. Aunque envíe un millón de soldados, la derecha demente no se dará por satisfecha. Seguirá siendo la víctima del incesante veneno que reparten en sus programas de radio y televisión porque da igual lo que haga, ya que no puede cambiar lo único que tiene Ud. que les saca de sus casillas.

Los dueños del odio no fueron los que le votaron, y tampoco ganarán aunque nos abandone a todos nosotros.

Presidente Obama: es hora de volver a casa. Pregúntele a sus vecinos de Chicago y a los padres de los jóvenes que están combatiendo y muriendo si quieren enviar más miles de millones y más tropas a Afganistán. ¿Qué cree que dirán? «No, no nos hace falta cobertura médica, ni empleos, ni casas. Adelante, Sr. Presidente, mande nuestro bienestar y a nuestros hijos e hijas al extranjero, porque tampoco nos hacen falta».

¿Qué haría Martin Luther King Jr.? ¿Qué haría su abuela? No enviarían más pobres a matar a otros pobres que no les suponen amenaza alguna; eso es lo que harían. No gastarían miles de millones y billones en una guerra al tiempo que los niños estadounidenses duermen en las calles y hacen colas por un trozo de pan.

Todos nosotros que le votamos, que rezamos por Ud., que lloramos la noche de su victoria, hemos soportado durante ocho años un infierno orwelliano de crímenes cometidos en nuestro nombre: torturas, pronunciamientos, abolición de los derechos civiles, invasión de países que no nos habían atacado, bombardeos de barrios en los que «podría estar» Sadam, pero en los que nunca estaba, matanzas durante la celebración de bodas en Afganistán… Vimos cómo descuartizaban a cientos de miles de civiles iraquíes y cómo morían asesinados, resultaban mutilados o padecían angustia psicológica decenas de miles de nuestros valientes hombres y mujeres… Los horrores de la guerra en toda su extensión, de los que poco sabemos. 

Cuando le elegimos, no esperábamos milagros. Ni siquiera esperábamos grandes cambios, aunque algunos sí. Pensamos que detendría la locura, las matanzas, la idea vesánica de que unos hombres armados puedan reorganizar un país que ni siquiera funciona como tal y que jamás lo ha hecho.

¡Deténgase! Por las vidas de los jóvenes estadounidenses y de los civiles afganos, deténgase. Por su presidencia, esperanza y futuro de nuestro país, deténgase. Por el amor de Dios, deténgase. Esta noche seguimos esperanzados. Mañana, ya veremos. La pelota está en su tejado. NO tiene que hacerlo. Puede ser un símbolo del coraje. Puede ser el hijo de su madre.

¡Contamos con Ud.!

Michael Moore 

MMFlint@aol.com   MichaelMoore.com


 

 

 

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