Querido
presidente Obama:
¿De
verdad quiere convertirse en el nuevo «presidente de la
guerra»? Si mañana por la noche se dirige a West Point y
anuncia que va a incrementar las tropas en Afganistán,
en lugar de retirarlas, entonces es Ud. el nuevo
«presidente de la guerra». Así de simple. De este modo,
hará lo peor que puede hacer: destruir las esperanzas y
los sueños que millones de personas habían depositado en
Ud. Con un simple discurso mañana por la noche,
convertirá a una multitud de jóvenes que conformaban la
columna vertebral de su campaña en unos cínicos
desilusionados. Les enseñará que es cierto lo que
siempre habían escuchado: que todos los políticos son
iguales. Me cuesta creer que esté a punto de hacer lo
que dicen que va a hacer. Haga el favor de decir que no
es cierto.
No es tarea
suya hacer lo que los generales le dicen que haga.
Nuestro Gobierno está en manos de civiles. Somos
NOSOTROS los que les decimos a la Junta de Jefes del
Estado Mayor lo que hay que hacer, y no al contrario. El
general Washington insistió en que así fuera. Eso fue lo
que el presidente Truman le dijo al general MacArthur
cuando este quiso invadir China. Tendría que haber
despedido al general McChrystal cuando este se presentó
ante la prensa sustituyéndole para decirles lo que UD.
tenía que hacer. Permítame hablarle con franqueza: nos
encanta tener a nuestros chicos en las Fuerzas Armadas,
pero no soportamos a todos esos generales, desde
Westmoreland en Vietnam hasta, sí, hasta Colin Powell,
por haber mentido a la ONU con sus dibujos inventados
sobre armas de destrucción masiva (desde entonces, busca
la redención).
Ahora se
siente acorralado. El pasado jueves, día de Acción de
Gracias, hizo treinta años que los generales soviéticos
tuvieron una idea estupenda: «¡Vamos a invadir
Afganistán!». Y aquello resultó ser el último clavo del
ataúd de la URSS.
Hay
una razón por la que no llaman a Afganistán el «jardín
del Estado», a pesar de que así deberían hacerlo viendo
cómo el hermano del presidente corrupto Karzai, al que
apoyamos, está metido en el negocio de la heroína y
cultiva adormidera. A Afganistán se le conoce como el
«cementerio de los imperios». Si no se lo cree, llame a
los británicos. Le diría que llamara a Gengis Kan, pero
he perdido su número. El que sí que tengo es el de
Gorbachov: +41 227891662. Estoy seguro de que tendrá
mucho que contarle sobre el error garrafal que está a
punto de cometer.
Nuestro
colapso económico continúa en pleno apogeo, mientras que
nuestros preciados jóvenes están siendo sacrificados en
el altar de la arrogancia y la codicia. De convertirse
en el «presidente de la guerra», el desmoronamiento de
esta gran civilización que llamamos Estados Unidos se
enfila a todo gas hacia el olvido. Ningún imperio piensa
que el fin está cerca, hasta que realmente le llega. Los
imperios piensan que un mal mayor forzará a los paganos
a doblegarse… aunque nunca fue así. Lo normal es que los
paganos los hagan trizas.
Elija con
cuidado, presidente Obama. Precisamente Ud. sabe que no
tiene por qué ser así. Tiene todavía unas horas para
escuchar a su corazón y a su propio buen juicio. Sabe
que no puede resultar nada bueno de enviar más tropas a
un lugar del mundo que ni Ud. ni ellos mismos entienden,
con el fin de alcanzar un objetivo que ni Ud. ni ellos
mismos entienden, a un país que no quiere que estemos
allí. En el fondo, es eso lo que presiente.
Sé
que Ud. sabe que quedan MENOS de cien miembros de
Al-Qaeda en Afganistán. ¿Cien mil soldados para aplastar
a cien tíos que viven en cuevas? ¿Lo dice en serio? ¿Se
ha tomado la misma pócima que Bush? Me niego a pensar
que sea así.
Su posible
decisión de propagar la guerra, mientras afirma que si
lo hace es precisamente para «poner fin a la guerra»,
hará más por grabar su legado en una lápida que todas
las otras grandes cosas que ha dicho o hecho durante su
primer año. Lánceles otro hueso a los republicanos y
acabará con la coalición de esperanzados y desesperados…
y este país volverá en un santiamén a estar en manos de
los dueños del odio.
Elija con
cuidado, Sr. Presidente. Los que le apoyan en su equipo
le abandonarán tan pronto como quede claro que es Ud. un
presidente de un solo mandato y que el país volverá a
estar en manos de los idiotas habituales que lo siguen
buscando. Y eso podría suceder el miércoles por la
mañana.
Nosotros,
el pueblo, le seguimos queriendo. Nosotros, el pueblo,
seguimos confiando en Ud. Pero nosotros, el pueblo, no
podemos aguantar más. No aguantamos que ceda, después de
haberle elegido con un margen de millones de votos para
que llegue al poder y haga su trabajo. ¿Qué parte de
«victoria arrolladora» es la que no entiende?
No se
engañe al pensar que enviar unos cuantos soldados más a
Afganistán marcará la diferencia o le hará ganarse el
respeto de los dueños del odio. Pues estos no pararán
hasta hacer trizas este país y sacar hasta el último
dólar a los pobres y a los que pronto lo serán. Aunque
envíe un millón de soldados, la derecha demente no se
dará por satisfecha. Seguirá siendo la víctima del
incesante veneno que reparten en sus programas de radio
y televisión porque da igual lo que haga, ya que no
puede cambiar lo único que tiene Ud. que les saca de sus
casillas.
Los dueños
del odio no fueron los que le votaron, y tampoco ganarán
aunque nos abandone a todos nosotros.
Presidente
Obama: es hora de volver a casa. Pregúntele a sus
vecinos de Chicago y a los padres de los jóvenes que
están combatiendo y muriendo si quieren enviar más miles
de millones y más tropas a Afganistán. ¿Qué cree que
dirán? «No, no nos hace falta cobertura médica, ni
empleos, ni casas. Adelante, Sr. Presidente, mande
nuestro bienestar y a nuestros hijos e hijas al
extranjero, porque tampoco nos hacen falta».
¿Qué haría
Martin Luther King Jr.? ¿Qué haría su abuela? No
enviarían más pobres a matar a otros pobres que no les
suponen amenaza alguna; eso es lo que harían. No
gastarían miles de millones y billones en una guerra al
tiempo que los niños estadounidenses duermen en las
calles y hacen colas por un trozo de pan.
Todos
nosotros que le votamos, que rezamos por Ud., que
lloramos la noche de su victoria, hemos soportado
durante ocho años un infierno orwelliano de crímenes
cometidos en nuestro nombre: torturas, pronunciamientos,
abolición de los derechos civiles, invasión de países
que no nos habían atacado, bombardeos de barrios en los
que «podría estar» Sadam, pero en los que nunca estaba,
matanzas durante la celebración de bodas en Afganistán…
Vimos cómo descuartizaban a cientos de miles de civiles
iraquíes y cómo morían asesinados, resultaban mutilados
o padecían angustia psicológica decenas de miles de
nuestros valientes hombres y mujeres… Los horrores de la
guerra en toda su extensión, de los que poco sabemos.
Cuando le
elegimos, no esperábamos milagros. Ni siquiera
esperábamos grandes cambios, aunque algunos sí. Pensamos
que detendría la locura, las matanzas, la idea vesánica
de que unos hombres armados puedan reorganizar un país
que ni siquiera funciona como tal y que jamás lo ha
hecho.
¡Deténgase!
Por las vidas de los jóvenes estadounidenses y de los
civiles afganos, deténgase. Por su presidencia,
esperanza y futuro de nuestro país, deténgase. Por el
amor de Dios, deténgase. Esta noche seguimos
esperanzados. Mañana, ya veremos. La pelota está en su
tejado. NO tiene que hacerlo. Puede ser un símbolo del
coraje. Puede ser el hijo de su madre.
¡Contamos
con Ud.!
Michael
Moore