Sí
que pasan cosas en el mundo. La revuelta juvenil en Irán que cuestiona
la reelección del presidente Ahmadinejad; la propuesta inviable del
primer ministro israelí que, quizá por primera vez, dice “Estado
palestino”; las sanciones de la ONU a Corea del Norte por sus ensayos
nucleares y otros estrépitos asordinan los movimientos destinados a
crear polos de poder económico alternativos al de EE.UU. Por ejemplo,
las dos reuniones que tuvieron lugar esta semana al pie de los Urales en
Ekaterimburgo. Se llamó Sverdlosk bajo el régimen soviético y no es
cualquier ciudad: allí fueron fusilados el zar y su familia en una fría
madrugada de julio de 1918 y allí cayó abatido en mayo de 1960 el U2
espía que piloteaba Gary Powers. Hoy la historia es otra.
Los líderes de los seis países que integran la Organización de
Cooperación de Shanghai (OCS) –China, Rusia, Uzbekistán, Kirguistán,
Tadjikistán y Kazajstán– examinaron las posibilidades de mutuo
intercambio al margen de la esfera estadounidense. El martes 16, el
anfitrión, Dimitri Medvedev, inauguró el encuentro –al que asistieron
Irán, India, Pakistán y Mongolia en calidad de observadores– y urgió a
la Organización a emplear las respectivas monedas nacionales en los
pagos recíprocos del comercio intra-OCS y tal vez una divisa
supranacional en el futuro. Dólares no.
El
presidente Medvedev lo dejó neto en sus declaraciones en la conferencia
de abril del G-20 y en el Foro Económico Internacional del 5 de junio
último: calificó de artificial el sistema unipolar, basado en “un gran
centro de consumo financiado por un déficit cada vez mayor y por deudas
cada vez mayores, sin las reservas de divisas que antes poseía y con un
régimen dominante de evaluación de bienes y riesgos” (Johnson’s Russia
List, 8-6-09). Dicho de otra manera: Rusia no quiere seguir subsidiando
el presupuesto estadounidense que, entre otras cosas, alimenta el cerco
militar de Eurasia, las guerras en Medio Oriente y un escudo antimisiles
a dos pasos de Moscú.
El
nudo de la cuestión para la OCS es la capacidad de EE.UU. de imprimir
cantidades ilimitadas de dólares que pagan sus importaciones, compran
empresas y bienes inmuebles en otros países, mantienen más de 750 bases
militares en todo el planeta y terminan en los bancos centrales
extranjeros creándoles una disyuntiva de hierro: o subordinación al
dólar de la moneda nacional, con las consecuencias por todos conocidas,
o “reinversión” en bonos del Tesoro de EE.UU. de bajo interés. Hay
cuatro millones de millones de estos bonos entre las reservas de divisas
de bancos centrales de todo el mundo. El contribuyente norteamericano no
es, desde hace décadas, quien financia al Pentágono y amengua una buena
parte del déficit presupuestario de EE.UU. sino las obligadas
inversiones foráneas en bonos del Tesoro.
Los países de la OCS desean utilizar sus monedas nacionales –así se
beneficiarían de los créditos mutuos– y aplicar el método con otras
naciones. China pactó acuerdos comerciales con Brasil y Malasia en
yuanes renminbi (Wall Street Journal, 6-09). Zhou Xiaochuan,
gobernador del Banco Popular de China, declaró oficialmente que su
cometido es crear una reserva de divisas “independiente de cualquier
nación individual” (Financial Times, 19-5-09). EE.UU. es el mayor deudor
del concierto internacional, pero no parece dispuesto a autoimponerse
las reglas de austeridad que el FMI propina a los demás.
El
mismo martes 16 nació el BRIC, acrónimo de Brasil, Rusia, India y China,
y también en Ekaterimburgo, donde mantuvo su primera reunión. Tal vez
sea el único bloque multilateral inventado por un analista de
inversiones bancarias, Jim O’Neill, de Goldman Sachs, que en 2001 creó
la sigla y explicó que esos cuatro países dominarán la economía mundial
en el próximo medio siglo. La declaración final que éstos emitieron dice
textualmente: “Creemos muy necesario tener un sistema de divisas
estable, de fácil pronóstico y más diversificado” (Wall Street
Journal, 16-6-09). Igualito que la OCS y una nueva presión contra el
dólar.
El
crecimiento económico de los integrantes de BRIC es evidente. En una
década duplicaron su participación en el producto mundial: pasó de 7,5
por ciento en los ’90 a más del 15 por ciento en 2008 (Financial
Times, 15-6-09). Se acentúa el contraste entre la declinación de las
economías superdesarrolladas del G-7 y la emergente de grandes países
latinoamericanos y euroasiáticos. Los perfiles de la deuda pública de
los unos y los otros así lo muestran: la de EE.UU. asciende al 80 por
ciento del PBI, la de Italia a más del 100 por ciento, la de Japón al
199. Del otro lado de la mesa se encuentran, entre otros, Brasil, 45 por
ciento, Indonesia 34, Corea del Sur 28, China 18 y Rusia apenas 6 (Global
Research, 10-6-09). ¿El monoimperio tendrá entonces que achicarse?
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Juan Gelman,
escritor y poeta argentino, militante de izquierda de larga y respetada
trayectoria, fue el Premio Cervantes en 2007.