Hay
hechos que provocan sentimientos
antagónicos. Tal es el caso de la
revisión de la condena de Antonio
Guerrero Ramos, uno de los cinco
antiterroristas cubanos, por la jueza
Jean Lenard, de Miami, quien ahora la
redujo a 21 años y 10 meses en lugar de
la sentencia de por vida más 10 años
impuesta por ella misma en junio de
2001. Por un lado infunde esperanza, por
otro indignación. Esperanza por que
confirma que la escala adquirida por la
solidaridad internacional con los cinco
preocupa a Washington, que desde el
principio ha hecho de éste un proceso
netamente político en que a los
antiterroristas se les hace pagar
vengativamente por la voluntad de lucha
por su independencia y autodeterminación
mostrada por el pueblo cubano durante
medio siglo. De modo que, como se ha
comprobado desde el juicio en Miami y en
las distintas instancias de apelación,
en este caso no hay nada que esperar del
sistema de administración de justicia
y todo de la solidaridad internacional.
Sin ella no se habría producido la
reducción de la sentencia de Antonio, ni
su anulación previa, junto a las de
Ramón Labañino Salazar (cadena perpetua
más 18 años) y Fernando González Llort
(19 años) ordenada por el tribunal de
apelaciones de Atlanta. Los tres llevan
11 años tras las rejas junto a sus
compañeros Gerardo Hernández Nordelo,
condenado a dos cadenas perpetuas más 15
años, y René González Sehwerert, 15
años.
Sólo en la medida en que continúe
creciendo este clamor en el mundo será
posible arrancar a los cinco de los
calabozos del imperio. No en balde la
fiscal federal Caroline Heck Miller
alegó que el acuerdo de reducción de
sentencia con la defensa de Antonio (a
20 años) estaba dirigido en parte a
acallar las tergiversaciones y
distorsiones que han circulado alrededor
del mundo
. Aquí comienza la
indignación ante una sentencia reducida
pero igualmente injusta, pero sólo
comienza pues en un hecho insólito en
Estados Unidos la jueza Lenard determinó
añadir un año y 10 meses a la nueva
condena por encima del acuerdo
fiscalía/defensa.
En suma, ¡más de 21 años para Antonio, a pesar de que no se le han podido probar los cargos ni a él ni a los demás! Lo reconoció tácitamente el mismo tribunal de apelaciones cuando consideró excesivas las penas impuestas por el tribunal de Miami y ordenó anularlas argumentado que a los condenados no se les pudo probar la sustracción de información que dañara la seguridad nacional de Estados Unidos. Si es así, ¿por qué no ordenó su liberación?, ¿por qué continúan presos sujetos a sentencias totalmente desproporcionadas con los cargos nunca probados que se les imputaron?
El fondo de la cuestión es que este proceso está viciado de origen por la intervención directa y grosera de la contrarrevolución de Miami, que tomó a los cinco como chivos expiatorios de su impotencia ante la contundente derrota asestada por Cuba al conseguir la devolución del niño Elián González, secuestrado por ella en Miami. Todo en este proceso ha sido arbitrario e irregular. Debe recordarse que existía un compromiso solemne de la administración Clinton de cooperar con Cuba en el combate al terrorismo originado en Miami. Una visita de Gabriel García Márquez a la Casa Blanca narrada por el escritor con lujo de detalles fue la antesala del viaje a la isla de una delegación de alto nivel de la FBI, a la que le fueron entregadas decenas de videos, ubicación de los terroristas, cintas magnetofónicas de intercepción telefónica a Luis Posada Carriles y hasta muestras de explosivos encontradas en el escenario de atentados organizados por éste en La Habana.
A los pocos meses vino la respuesta
yanqui. En lugar de detener y enjuiciar
a los terroristas, la FBI actuó contra
los que los vigilaban y obviamente
enviaban a Cuba aquellos informes. Allí
comenzó la cadena de arbitrariedades
contra los cinco, que incluye la
selección amañada y mafiosa del jurado,
como se comprueba en una nota del 2 de
diciembre de 2000 de El Nuevo Herald
de Miami. “Sí tengo miedo por mi
seguridad –declaró un jurado– si el
veredicto no es seguido del agrado de la
comunidad cubana”. A los cinco se le
separó en distintas cárceles de alta
seguridad a todo lo ancho de Estados
Unidos y se les ha sometido a
condiciones reservadas a los peores
criminales pese a su excelente conducta,
pero ello no impide que actúen a una en
su digna actitud, ejemplo para el mundo,
ante su carcelero imperialista.