La Jornada 9 de Octubre de 2009
La dictadura hondureña y sus patrocinadores se emplean a fondo para lograr el reconocimiento internacional de las elecciones del 29 de noviembre, fórmula mágica que supuestamente borraría los crímenes que ha cometido y el carácter ilegal e ilegítimo de sus actos. Que la OEA, la ONU y la Unión Europea envíen observadores y den como buenos unos comicios organizados por fascistas con candidatos presidenciales y un Tribunal Electoral golpistas. En apoyo a esta farsa han desfilado en los últimos día por Tegucigalpa varios legisladores estadunidenses de ultraderecha partidarios del gorilato. Pero la lista no estaría completa sin la presencia de los tres diputados de origen cubano por Florida, Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln y Mario Díaz-Balart, los que de modo ostensible vivieron horas de auténtico éxtasis junto a los más relevantes personeros del régimen golpista. Es natural, ardientes admiradores de dictadores como Batista, Somoza, Trujillo y Pinochet, ¿en compañía de quiénes podrían sentirse más a gusto y recibir más apapachos que de los actuales inquilinos de la Casa de Gobierno en Tegucigalpa? Además, debe reconocerse, la oligarquía del país centroamericano siempre ha dispuesto un espacio generoso, sea para la contrarrevolución (anti)cubana o cualquiera otra de las fuerzas de ultraderecha del área. Por su parte, la extrema derecha de origen cubano de Miami le enfiló los cañones al presidente Manuel Zelaya en cuanto se percató de su proyecto de reformas sociales y su intención de ingresar a la Alba, de la misma manera que ha apoyado el golpe desde el primer día e, incluso, conviene recordarlo, varios de sus miembros, como Otto Reich y el propio embajador yanqui Hugo Llorens, intervinieron en su preparación, denuncia formulada por Fidel Castro que nadie ha desmentido.
Esto dijo Ros-Lehtinen cuando se conoció
la decisión de Zelaya de formar parte de
la Alba: Es una pena que un fuerte
aliado de Estados Unidos, como es el
gobierno de Honduras, vaya a firmar este
acuerdo... la Alba va en contra de los
esfuerzos a favor de la democracia y los
derechos humanos en la región
.
¡Democracia y derechos humanos!: no cabe
duda, en estos temas es difícil superar
el prontuario de la señora y sus
compañeros de viaje a Honduras. Si
alguien lo duda allí está incólume el
bloqueo a Cuba, que tanto han hecho por
recrudecer; las víctimas de su
terrorista favorito Luis Posada
Carriles, el secuestro del niño Elián
González, el fraude electoral en Florida
que llevó a George W. Bush a la
presidencia, las agresiones a Palestina,
Irak y Afganistán y sus acciones contra
los movimientos populares y gobiernos
progresistas de América Latina. Y es
que, puede confirmarse en las actas del
Congreso de Washington y en reportes de
prensa, no hay fechoría del imperialismo
estadunidense y del Estado hebreo que no
haya contado con su respaldo
incondicional.
La contrarrevolución (anti)cubana de Miami es uno de los grupos más reaccionarios existentes en el planeta, enemiga activa de todas las causas populares en el último medio siglo, periodo de tiempo en que ha actuado invariablemente como aliada de casi todas las acciones subversivas del imperio yanqui y sus grupos más extremistas: en la frustrada invasión de Bahía de Cochinos y las campañas terroristas contra Cuba, el asalto a las oficinas del Partido Demócrata en el edificio Watergate, la represión de los movimientos revolucionarios de los años 60 y 70 en América Latina, Asia y África, el escándalo Irán-contras, los planes desestabilizadores contra el presidente venezolano Hugo Chávez y, según muchos indicios, muy probablemente en el asesinato del presidente Kennedy.
Por eso es totalmente coherente con su historia y con documentados antecedentes que la extrema derecha cubana esté a la cabeza de los grupos políticos que en Estados Unidos y América Latina intentan impedir el retorno del régimen constitucional a Honduras y la frustración de los objetivos de justicia social del movimiento revolucionario que se gesta en el seno del pueblo. La resistencia hondureña vive una coyuntura amenazante y en que fuerzas políticas de distintos matices de la derecha pueden hacer el juego a los golpistas. Lo confirma la denuncia por Zelaya de una actitud complaciente de la OEA con el afán de la dictadura de seguir ganando tiempo para perpetuarse en el poder.