Honduras: un fracaso
anunciado
Editorial de La Jornada
9 de Noviembre de 2009
A una semana de que se suscribió el acuerdo entre el régimen de
facto encabezado por Roberto Micheletti y el gobierno
constitucional de Manuel Zelaya para restituir la institucionalidad
democrática en Honduras, y luego de que el Congreso de ese país se
negara a ratificar la restitución del legítimo mandatario, los
usurpadores formularon ayer un enésimo intento para preservar su
aventura: la creación de un gobierno de unidad –como en efecto
lo planteaba el denominado acuerdo Tegucigalpa-San José–, pero
encabezado por el propio Micheletti, sin la participación de Zelaya.
Ante ello, el presidente constitucional dijo que el referido convenio es
letra muerta , y dio por fracasado el proceso de
negociación, lo que vuelve a plantear un callejón sin salida para la
crisis que se vive en ese infortunado país centroamericano.
El
beneplácito mostrado inicialmente por la comunidad internacional ante la
firma del acuerdo -pese a que éste resultaba sumamente benévolo con los
golpistas -se vio eclipsado por el nuevo disparate del régimen de
facto. Desde Washington, el secretario general de la Organización
de Estados Americanos, Miguel Insulza, deploró los planteamientos
de Micheletti, mientras que el Departamento de Estado de Estados Unidos
se dijo decepcionado por la situación, y urgió a ambas partes
a trabajar en el mejor interés del pueblo hondureño y regresar a la mesa
inmediatamente para alcanzar un acuerdo en la formación de un gobierno
de unidad .
El llamado
de Estados Unidos encierra un despropósito mayúsculo, toda vez que fue
el propio gobierno de Washington el que supervisó y avaló la suscripción
del acuerdo Tegucigalpa-San José, y que el incumplimiento de éste
debería ser motivo suficiente para reconocer lo que es evidente a los
ojos de la opinión pública internacional: a los golpistas hondureños no
les interesa negociar ni mucho menos restablecer la legalidad y el orden
constitucional en Honduras, sino perpetuar su proyecto y garantizarse
impunidad mediante las elecciones presidenciales del 29 de noviembre
próximo, con la imposición de un candidato a modo.
La tibieza y ambigüedad iniciales del gobierno
estadunidense hacia los participantes en la asonada oligárquico-militar,
y su actual convocatoria a restablecer un diálogo que sería tan infértil
como el anterior, refuerzan la percepción de que, pese al rechazo
expresado en reiteradas ocasiones por el presidente Barack Obama hacia
el golpe hondureño, éste es visto con buenos ojos por algunos grupos
políticos y empresariales al interior de ese país y por el propio
Departamento de Estado.
El incumplimiento del acuerdo abre, así, un
escenario desastroso para la diplomacia internacional en general, y para
la ejercida por Washington en particular, y plantea nuevas perspectivas
de sufrimiento y penurias para los habitantes del país centroamericano,
quienes han resentido la aplicación de unas medidas de aislamiento
económico a todas luces insuficientes para persuadir a los golpistas,
pero devastadoras en términos sociales para la segunda nación más pobre
de la región, sólo por detrás de Haití.
En suma, el fracaso de las
negociaciones en Honduras acerca la posibilidad de que la camarilla
empresarial y castrense que se hizo del poder hace más de cuatro meses
en aquel país logre su propósito de mantenerse en él hasta la
realización de los comicios al cabo del presente mes. Si ese escenario
logra concretarse, el mundo asistirá, así sea con repulsión, a la
consolidación de un régimen ilegítimo y criminal, se asestará un golpe
demoledor a la vigencia de las incipientes democracias latinoamericanas
y se enviará un mensaje de aliento a los sectores retrógradas y
antidemocráticos de Honduras y de toda la región
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