El
fascismo, en sus características generales necesita un líder
imprescindible, un jefe (Duce/Fürher) que se presenta como una
fusión de líder-pueblo. El líder del fascismo criollo es Alvaro
Uribe Vélez.
“Pero sí le puedo
decir que la gran mayoría de nosotros apoyamos a Uribe porque
recibimos instrucciones de los comandantes, y así lo hicimos en
todos los departamentos del bloque norte. Como el discurso
ideológico de Uribe parecía calcado del nuestro, pero dentro de la
legalidad, lo apoyamos inmediatamente.” Salvatore Mancuso,
29/05/2009 Revista Cambio.
El fascismo ya no oculta su
rostro en Colombia. Cuando un poeta, un periodista o columnista de
opinión o un académico se vuelven peligrosos para un régimen por el
simple hecho de emitir una crítica o un punto de vista diferente al
unísono del régimen, eso se llama en cualquier idioma: fascismo.
En Colombia, los principios
básicos del fascismo se imponen en la práctica cotidiana del ejercicio
del poder político, económico y militar del régimen colombiano.
El jefe
El fascismo, en sus
características generales, necesita un líder imprescindible, un jefe (Duce/Führer)
que se presenta como una fusión de líder-pueblo. El líder del fascismo
criollo es Álvaro Uribe Vélez. Pero debemos decirlo claramente, el
fascismo criollo no se agota en la figura del narco-presidente, Uribe
sintetiza esos principios y los representa, pero es sólo un instrumento
para materializar ese proyecto de poder. Desde palacio, nadie se toma el
trabajo de desmentir o de ocultar los principios básicos de este
proyecto. Al contrario, se justifican con toda suerte de sofismas y
cortinas de humo para legitimarlo con la idea de que Álvaro Uribe es,
sin lugar a dudas, el hombre para salvar a Colombia.
La oligarquía colombiana
portadora del fascismo nos vehicula cotidianamente la idea de un Uribe
portador de ciertos valores nacionales que sintetizan supuestamente
nuestra identidad, Uribe es nuestra salvación, es un hombre berraco*,
frentero**, y un verdadero patriota. Estos elementos se refuerzan con la
triada "tradición, familia y propiedad". Las fotos que ilustran estas
actitudes sacras del fascismo criollo son: Uribe de rodillas rezando,
Uribe rodeado de sus hijos, Uribe con su tono paternalista en los
consejos comunitarios y Uribe gritando para defender su misión sagrada.
Este menú necesita crear o
inventar un enemigo constante para justificar su autoexistencia: La
insurgencia colombiana, especialmente las FARC-EP. Para el fascismo no
existe la lucha de clases, sólo existen los enemigos específicos, reales
o imaginarios. Este menú para autoafirmarse necesita transmitir
cotidianamente la idea de que se va ganando, idea paralela a la
popularidad del jefe. Los partes de guerra, meticulosamente preparados,
hablan de la derrota constante de la insurgencia, tantos dados de baja,
tantos desmovilizados, tantos desertados; tantos que, sumados todos, se
traducirían en el final de la insurgencia. Esto explica como cada día
sus encuestas de bolsillo nos recuerda su 80% de popularidad. Su
popularidad aumenta, en la medida de que los escándalos de la corrupción
del régimen irrumpen, pues la propaganda oficial los presenta como
ofrendas de la oposición política o de los enemigos de la nación. El
líder es presentado como un prohombre de la patria, cuyas estatuas
rodearán todas las plazas públicas de la nación. Toda crítica contra el
jefe es un delito contra la nación.
Ésa es la estética de la
seguridad democrática, sus mitos y símbolos son más terrenales; la
motosierra y los hornos crematorios remplazaron las fosas comunes, los
pozos de cocodrilos y la extracción del aparato digestivo, la idea es
que no flote, la idea es que no se note, que no se pueda encontrar, que
produzca miedo pero, sobre todo, terror.
En el fascismo
desaparece la división de poderes
Es el jefe, el que regenta
naturalmente el poder, el “Estado soy yo”, “el poder judicial soy
yo”, “la Corte suprema soy yo”, “el fiscal soy yo”, "el procurador soy
yo”, “el banco emisor soy yo”. Todo comienza y termina en el jefe, menos
las responsabilidades. En un régimen fascista, la Corte suprema o,
mejor, el Poder Judicial es un subconjunto del ejecutivo. El Estado se
apropia de la sociedad en su conjunto y, para ello, controla los medios;
esto explica la elección de un mediocre como vicepresidente, porque
cumple dos funciones: primero, no opaca al jefe; segundo, sirve de
correa de transmisión frente a la oligarquía que controla la
información. “El Estado soy” tiene al ejército oficial a su servicio,
tiene un ejército paramilitar privado, controla la inteligencia del
Estado para que no se mueva una hoja sin saberlo.
Los delitos de
opinión
Para el fascismo, el pueblo
no tiene conciencia en sí: él, el jefe es su conciencia. Toda opinión
contraria es subversiva, pues contradice la verdad hecha verbo de la
autoridad suprema. La libertad de conciencia no existe, todo pensamiento
es castrado. Un poeta, un pintor, un teatrero, un mimo, un profesor, un
columnista, en general, los intelectuales y los obreros, los campesinos,
negros e indígenas, son todos terroristas en potencia si son sujetos de
reflexión. Nadie tiene derecho a pensar en voz alta y, mucho menos, a
actuar. Es tan peligroso un lápiz como un fusil, una pantomima tan
peligrosa como una emboscada, una huelga tan peligrosa como un artículo,
un poema tan peligroso como una guerrilla. La libertad política no
existe si no apoya al fascismo criollo, todos los otros son traidores,
apátridas, terroristas. Se impone la unanimidad de la coalición única,
del partido-jefe; los otros son sólo eso, nada.
La mejor definición
del fascismo colombiano, su característica clásica, es esa
estrategia de juzgar sistemáticamente a la gente de izquierda no
por lo que hace, sino por su pertenencia a un grupo [la
izquierda es igual a la insurgencia, los sindicatos igual a la
insurgencia, un magistrado crítico es una guerrillero
infiltrado, un profesor crítico es igual a un insurgente].
No ocurre lo mismo
con los miembros de la derecha; en ese caso las
responsabilidades son individuales: el ministro del Interior y
de la Justicia no tiene la culpa de tener un hermano
paramilitar. El presidente no es responsable del DAS***, pero sí
se atribuye los éxitos del organismo de inteligencia. El
presidente no es responsable de las ejecuciones extrajudiciales,
los mal llamados falsos positivos, pero con ellos va ganando
supuestamente la guerra. |
|