Chile: triunfo del pinochetismo
La
Jornada
15 de Diciembre de 2009
La derrota del ex presidente Eduardo Frei en la primera vuelta de las elecciones
presidenciales realizadas ayer en Chile constituye una alarmante muestra del
desgaste experimentado a lo largo de dos décadas en el poder por la gobernante
Concertación, la alianza centrista de democristianos (derecha moderada) y
socialistas (centroizquierda).
Más grave aún, la anunciada victoria de la Coalición por
el Cambio y su candidato presidencial, el
multimillonario Sebastián Piñera, constituye una
expresión inequívoca del avance logrado en ese lapso por
el pinochetismo civil, organizado en los partidos
Renovación Nacional (RN) y Unión Democrática
Independiente (UDI).
El historial de Piñera, involucrado en toda suerte de
escándalos y episodios sórdidos, es el de un
beneficiario del desmantelamiento del sector público
emprendido por la dictadura militar y uno de los
principales encubridores parlamentarios de los crímenes
del pinochetismo. El crecimiento de su popularidad no
sólo refleja el declive de la Concertación y el
desencanto de amplios sectores de la sociedad chilena
con sus políticos tradicionales, sino también una crisis
moral y de valores acaso equivalente a la que en Italia
ha permitido ejercer el poder a un personaje con tanta
fama pública de corruptor como Silvio Berlusconi.
Ciertamente no hay elementos para considerar
inevitable, ni siquiera probable, una victoria de
Piñera en la segunda vuelta; todo indica, por el
contrario, que el campo progresista del espectro
político chileno, dividido en las candidaturas de
Marco Enríquez-Ominami y de Jorge Arrate, cerrará
filas con la alianza gobernante para impedir un
escenario tan catastrófico como sería la llegada del
empresario ultraderechista al Palacio de La Moneda.
Desde otro punto de vista, el surgimiento electoral
de franjas de izquierda desvinculadas de la
Concertación (que entre los votos de Arrate y de
Enríquez-Ominami suma más de 25 por ciento de los
sufragios) constituye un dato esperanzador frente al
inmovilismo político y al continuismo económico a
que ha sido condenado el país austral durante los
gobiernos de Patricio Aylwin, Ricardo Lagos, Eduardo
Frei y Michelle Bachelet. Ese caudal de votos no
sólo podría ser garantía para cerrar el paso a la
ultraderecha pinochetista en el segundo episodio de
los comicios, sino también podría ser un elemento de
presión para que la coalición gobernante se sacuda
inercias y adopte posturas más avanzadas en lo
político y en lo económico.
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