Lo sucedido
en las recientes elecciones de Afganistán nos puede servir para
comprobar hasta donde puede llegar el proceso de jibarización
del concepto de democracia.
“La UE considera que los comicios son un
hito en la democratización de Afganistán”,
titulaba El País el 23 de septiembre. Una vez desarrollados los
mecanismos de convencimiento necesarios para conseguir modular
las intenciones de votos de los ciudadanos, basta con reducir a
eso un sistema para decretar la democracia. En Afganistán el
ochenta por ciento de los ciudadanos no saben leer ni escribir
por lo que no pueden leer ningún programa electoral y sólo uno
de cada cuatro tiene acceso a una televisión para ver los
mensajes de los candidatos. Ningún candidato que surja del
pueblo tiene la posibilidad de viajar por el país para explicar
sus propuestas. Los electores afganos tienen al cincuenta por
ciento de sus hijos sufriendo malnutrición, cada día mueren 600
niños por enfermedades evitables. 2'3 millones de habitantes
sobreviven ilegalmente cultivando opio.
Ya
en 2005 la ONU había gastado en las dos convocatorias
electorales un tercio del dinero destinado a la reconstrucción
del país. El gobierno español anunciaba el pasado mes de abril
que España, como está “comprometida con el proceso de
democratización” de Afganistán, destinará “cinco millones de
euros a adiestramiento del Ejército Nacional Afgano y cuatro
millones para el fondo electoral”. Esa es toda la ayuda,
obsérvese que está en consonancia con el concepto que se tiene
de democracia: soldados y elecciones.
El modelo dominante trabaja para que nadie
se plantee que es imposible una democracia entre ciudadanos que
no saben leer ni escribir, que no tienen para comer, cuyos hijos
mueren diariamente por falta de asistencia y que sólo pueden
trabajar cultivando droga ilegal para el resto del mundo. El
pasado mayo, con motivo de las elecciones en India los medios no
cesaban en sus referencias a ese país como la democracia más
poblada del mundo (RTVE 13-5-2009, Europa Press 17-5-2009).
La mayor democracia del mundo ha votado,
llegaron a titular algunos medios. A ninguno se le ocurrió dudar
de esa afirmación con 620 millones de ciudadanos viviendo con
menos de 1,35 dólares al día.
Quizás podrían preguntar a muchos afganos o indios si cambiarían
su papeleta por un plato de arroz, una medicina para la diarrea
o el acceso a agua potable. Así podrían saber muchos europeos y
estadounidenses lo que piensan allí de su democracia.