Pidiendo árnica

Alberto Piris (*)
Semanario
Estrella Digital. España, septiembre del 2003.

 

La incomparable María Moliner, en su también insuperado «Diccionario de uso del español», explica que pedir árnica significa «declararse vencido o en una situación apurada y pedir ayuda». Vaya esto por delante en atención a los jóvenes lectores cuyo vocabulario no incluye habitualmente tan castizas expresiones.

Lo que el Gobierno Bush está haciendo ahora, con no mucho disimulo, es pedir árnica a la comunidad internacional, para que le ayude a salir de la apurada situación en la que tan irreflexivamente, según algunos (o perversamente, matizaríamos otros), se ha dejado entrampar en Irak, si bien no se atreve a declararse vencido. Al fin y al cabo, hubo una victoria militar rápida y brillante, aunque haya sido seguida de un continuado fracaso estratégico y político.

No hay que perder de vista que 2004 será año electoral en EEUU y que lo que menos desea Bush es que la embrollada situación iraquí se convierta en una cuestión que le envenene la campaña electoral. De sobra tendrá otros problemas - economía, desempleo - a los que dedicarse si desea seguir capitalizando la emotiva ola ultrapatriótica que inundó EEUU a partir del 11-S y que tanto bien le ha hecho ante la opinión pública nacional.

Estos días, la Oficina de Presupuestos del Congreso, que analiza por su cuenta las políticas nacionales, le ha dado a Bush argumentos suficientes para advertir que algo tendrá que cambiar en la política de EEUU respecto a Irak. En un informe le anuncia que será imposible mantener una fuerza militar ocupando este país durante largo tiempo y, a la vez, atender a otros requerimientos militares, cuando el problema coreano hace renacer inquietudes en el Pacífico Occidental. En concreto, advierte que si las tropas han de disfrutar de los necesarios permisos, para que su moral no sufra, y han de seguir los obligados periodos de reentrenamiento, en el invierno de 2004 no podrán desplegar en Irak más de 64.000 combatientes, lo que reduciría la presencia militar estadounidense a menos de la mitad.

En vista de eso, Bush vuelve a dirigir sus miradas al viejo edificio del East River neoyorquino, y ya no le parece la ONU "un irrelevante club de debates", como afirmó en febrero pasado, sino una organización que puede ayudarle a sacar las castañas del fuego (otra vez M. Moliner: "sacar a alguien en un apuro en el que se ha metido"). Esto parece una broma, pero es la realidad. En vez de exhibir de puertas afuera las tronantes declaraciones de Donald Rumsfeld, Bush se apoya ahora en las más apaciguadas de Colin Powell, que en conferencia de prensa acaba de decir que EEUU seguirá teniendo el papel hegemónico en Iraq pero que "hay espacio para que otras naciones proporcionen tropas para la seguridad iraquí, puesto que hay muchas misiones a desempeñar". Y añadió: "Creemos que cada nación amante de la paz en el mundo, que le gustaría ver un Oriente Medio más estable, debería contribuir a ello". Es necesario poseer un amplio sentido del humor para entender este viraje. Después de iniciar ilegalmente una guerra preventiva que ha llevado a la ocupación de Irak y ha sembrado el caos en este país, para lo que fue necesario falsear los argumentos y engañar a la opinión pública, ahora desde Washington se dulcifica la expresión, se habla de las naciones amantes de la paz y se les pide ayuda.

Un editorial del New York Times lo decía sin ambages: "La implicación plena de la ONU no solo reduciría los costes de EEUU en vidas y en dinero, sino que aumentarían las probabilidades de éxito". Así que ahora se trata de forzar una nueva resolución en la ONU para que nuevos países contribuyan con "vidas y dinero", pero sin que EEUU pierda el mando militar y político de la ocupación. Y para que, de paso, pueda pensar en iniciar una nueva guerra preventiva en otra parte: Corea, Irán, Libia...

No es ilógico, por tanto, que el eje de la sensatez europea, que hoy pasa por París y Berlín - y bastante lejos de Madrid -, exija muchas matizaciones antes de poder aprobar en el Consejo de Seguridad una resolución que, en último término, intenta sobre todo atender a los intereses propios de EEUU y pretende recomponer los destrozos que la arrogante política de la Casa Blanca ha producido en la comunidad internacional. Está bien y es necesario ayudar al pueblo iraquí a que se sobreponga al terrible trance que está sufriendo. Pero sin olvidar que la principal culpabilidad de la situación actual no es solo Sadam Husein, sino quienes desde Washington y otras capitales europeas apoyaron la perversa idea de una guerra preventiva, engañaron a sus ciudadanos y desencadenaron el fuego y la destrucción sobre el sufrido pueblo mesopotámico. Admitido esto, como premisa ineludible, todo sea por un futuro mejor para Irak y Oriente Medio, pero sin tener que aceptar más mentiras y distorsiones de la realidad.

(*) Alberto Piris general de Artillería en la Reserva del Ejército español y analista del CIP-FUHEM.

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