Otra
ocasión perdida
FRANCISCO
PRENDES QUIRÓS
(Presidente
del Ateneo Republicano de Asturias)
La Nueva España 28-12-03
Una
más, como tantas. La Asturias oficial es madre ingratísima para sus mejores
hijos. Tal parece como si nuestra madre patria provincial no tuviera hoy más
ocupación que la acicalarse, coqueta, para asistir a la gran gala televisiva,
que a fines de año se la llama «Concertación Social». No le queda tiempo a
la pobre para otra cosa. La fiesta es de 700 millones de euros, o más. Mucha
fiesta. Muchos millones, pero, Dios me perdone, ¡cuán pocas ideas para tanto
euro!
Mientras, la Asturias real, la desconcertada, la de la calle, no la de la futura
boda, que aún conserva parte de la fuerza de la vieja Asturias industrial y
obrera, marcha mohína hacia su jubilación final; o hace dolorosas procesiones
de tono menor por las calles a golpe de pancarta y petardo; o toma, con los últimos
empujes, como años ha, las grandes grúas del puerto para guerra de intereses,
como volverá a tomar las del astillero para las navales que vuelven a
anunciarse.
Este año que acaba, feliz para algunos, lleno de derrotas para casi todos, tenía
guardado en las últimas hojas del calendario un aniversario importante: el
sesquicentenario de la muerte, en Noreña, un 16 de diciembre de 1853, de don Álvaro
Flórez Estrada. Ninguno de los que hoy están al frente de la región, bien sea
en el poder o en la cómoda oposición, estará en iguales puestos, gracias sean
dadas a Dios, cuando se cumplan dentro de cincuenta años los dos siglos de la
muerte del gran asturiano. Y a pesar de lo único de la ocasión, ni un acto
oficial, ni una palabra, ni siquiera un disparo de cañón. El actual procurador
general no honró la memoria de su antecesor. Lo propio, con mucho más motivo,
hará la Historia con él.
Cuando se vuelven los ojos al pasado y se reconocen los méritos de alguno de
los grandes hombres que nos precedieron en estas tierras, es necesario recordar
la admonición del profesor Gil Novales, que recordó la figura, y la mejor obra
política de Flórez Estrada, su «Introducción para la Historia de la Revolución
de España», en «Las pequeñas Atlántidas», Seix Barral, 1959: «Nosotros
tenemos la obligación de lanzar por los ajetreados caminos de España el
pensamiento de estos hombres preclaros». No por diversión, sino para, sigo
citando al profesor Gil Novales, «suscitar interés y entusiasmo, y contribuir
a que emerja de nuevo lo que estaba soterrado». Y, sin embargo, pocos atienden
esta obligación, muchos menos de los que los domingos y fiestas de guardar
cumplen con la misa, aunque los que acuden a pesar de los novedosos reclamos de
D'Artañanes Evangélicos, sean pocos. Pero algunos cumplen, el Ateneo
Republicano de Asturias, orgullo da decirlo, ha cumplido, aunque en la modestia
de su ámbito, y a los actos en recuerdo del aniversario de Flórez Estrada
hemos sumado gratia et amore a los profesores Gil Novales, en Gijón, en el
pasado mes febrero, y Varela Ojeda, hace unas fechas, en Noreña. Para los tres
nuestro agradecimiento.
Los buenos españoles
Hay otros estudiosos y profesores, que han trabajado la época apasionante de Flórez,
y han dado a luz obras en las que aparece don Álvaro. Son los y las, Francisco
Carantoña, en sus magníficas publicaciones sobre la Guerra de la
Independencia; Alicia Laspra Rodríguez, en su imprescindible repertorio
documental sobre las relaciones de Asturias e Inglaterra durante la misma
guerra, que tantos datos revela sobre el Procurador General; o doña Marta
Friera Álvarez, cuyo trabajo monumental sobre la Junta General, recientemente
editado, es una aportación inapreciable para el conocimiento de setenta y cinco
años cruciales de nuestra historia. Con estas tres personas jóvenes, otra
gijonesa casi desconocida, doña Marta Ruiz Jiménez, que bajo la dirección del
profesor Gil Novales hizo su tesis doctoral sobre «El liberalismo comunero»,
orden a la que perteneció don Álvaro. El liberalismo radical de los comuneros
se opuso en el trienio tanto al absolutismo de los serviles, como al liberalismo
masónico moderado -que englobaba a otros asturianos, Toreno, San Miguel o Argüelles-,
que una y otra vez mendigó, inútilmente, la gracia de Fernando VII.
No es cierto que los buenos españoles deban decir siempre dos cosas, o dos
vivas... como hace pocas fechas dejó dicho en
Irak nuestro peregrino y amortizado presidente. Por desgracia, los buenos españoles
lo que deben hacer es peregrinar de cementerio en cementerio para encontrar las
huellas de nuestros grandes hombres porque en esos campos santos, y no entre los
vivos, reposa, vergüenza da decirlo, el honor nacional.
La luz de su remota estrella
No sería posible resumir en unas líneas todo el pensamiento y toda la acción
política de Flórez Estrada. Sólo cuatro trazos. Declaró el primero en España
la guerra a Napoleón, haciendo posible lo que parecía imposible en la apartada
Asturias. Comprendió y justificó, mientras sus contemporáneos temblaban
aterrorizados, la Revolución Francesa, y hasta la ejecución de Luis XVI, en su
brillante «Introducción para la Historia de la Revolución de España», y a
la pérdida de «la virtud republicana» de los revolucionarios franceses, achacó
la aparición de Napoleón, el usurpador de la libertad de la nación. Presentó
un proyecto de Constitución a la Junta Suprema Gubernativa, 1809, en el que
admitiendo la monarquía colocaba por encima de la figura del rey el cuerpo de
representante de la nación, el Congreso Nacional, único que podría usar el título
de soberano, y el de alteza su presidente; en él reconoció los congresos
provinciales con amplias facultades, adelantándose en muchos años a la nueva
regulación territorial. Y estableció en su Constitución tocante a la parte
militar el servicio de armas como personal y obligatorio, única garantía de la
libertad de la nación.
En su primer exilio compuso, y editó en Londres, su famosa «Representación a
su Majestad Católica en Defensa de las Cortes», que recorrió en mil
traducciones toda Europa, y clandestinamente América y España. Su Representación
fue un grito de dignidad frente al tirano, que aún hoy enardece los ánimos
liberales. Fustigó, sin piedad, pero con respeto, al rey felón por su conducta
con los buenos patriotas de Cádiz que pudiendo despedirle y buscar otro rey
-cuando vil y cobarde había renunciado a sus derechos y celebraba las victorias
del tirano sobre sus propios reinos-, o pudieron proclamar la República,
razonaba Flórez, pero prefirieron defender y amparar sus derechos, y luego
fueron agradecidos por su Majestad Católica con sentencias de muerte unos, con
graves penas de cárcel o destierro, otros.
En su segundo destierro, don Álvaro dio a luz en Londres varias obras sobre
economía y, por fin, en 1828, su monumental «Curso de Economía Política»,
tantas veces ampliada y reeditada, y en la que aún trabajaba a la hora de su
muerte.
Vuelve a España después de la desaparición del horrible Borbón, frente al
modelo desamortizador de Mendizábal, su amigo y compañero de exilio, que
apostaba por la venta de tierras, propuso don Álvaro el reparto a censo de los
bienes nacionales entre colonos y llevadores para propiciar el establecimiento
de una nueva clase de pequeños o medianos propietarios agrícolas interesados
en la defensa de las nuevas ideas contra los poderosos defensores -corona,
clero, nobleza- del viejo régimen, que hubiera cambiado la historia de España.
Muchas de las ideas que don Álvaro anticipó fueron recogidas años después
por la corrientes avanzadas de la España democrática y prerrepublicana, cuando
comenzaba a gestarse lo que algunos llamaron «el Partido de la Revolución
Democrática». Revolución, como casi todas, aún pendiente, y para la que el
recuerdo de la obra y el pensamiento político de don Álvaro, en este
aniversario, debe servir de aliento renovado para que por fin surja en España
lo que don Álvaro Flórez Estrada dejó anunciado en su obra.
La luz que desde su remota estrella nos envía hoy don Álvaro Flórez Estrada
no ilumina sólo la conciencia de Asturias, está iluminando el camino de las
Españas. Tal como él iluminó en 1821, insistiendo en relaciones e intereses,
las disputas de las dos Españas en su «Examen imparcial de las disensiones de
América con España». Que su recuerdo viva, al menos, otros ciento cincuenta años,
y quienes lo desluzcan, como en esta ocasión hicieron nuestros responsables,
por menosprecio, olvido o ignorancia, que carguen para siempre con la cruz de su
culpa.
Francisco Prendes Quirós es presidente del Ateneo Republicano, organizador del
último homenaje a Flórez EstradaPágina
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