Los piqueteros y el Rey de España

Enrique Oliva
Nac&Pop

En estos días nos quejábamos de la poca respuesta de la sociedad  argentina (en especial políticos, economistas, sindicatos, estudiantes, intelectuales, etc.) ante la angustiosa necesidad de involucrarse para resolver verdaderos problemas de estado como la deuda externa, privatizaciones y otros temas muy graves, es decir, de toda la ciudadanía frente a los embates de los grandes empresarios y banqueros españoles, encabezados por el Rey Juan Carlos I. Nadie se ha pronunciado al respecto cuando la crisis amenaza hasta nuestra supervivencia misma como nación a manos de la colonización en auge en este mundo globalizado por los más fuertes. En muchos otros temas importantes a resolver podemos estar en desacuerdo y discutirlos entre nosotros, hasta apasionadamente, pero cuando menos, no meter palos en la rueda.

Dejemos para otra oportunidad el tratar a fondo el tema piqueteros, pero el miércoles 12 éstos protagonizaron algo reconfortante, aleccionador y para pensarlo. Vamos a los hechos, aquí y ahora. En la mañana de ese día, un grupo hasta hoy desconocido, llamado Martín Fierro, manifestó en el hall del edificio de Telefónica en la avenida Corrientes esquina Maipú. Casi todos eran muy jóvenes y, pese a la bronca, no generaron desmanes, cuando probablemente ninguno de ellos poseen teléfono. Protestaban contra la venida al país del Rey Juan Carlos de España para sostener las pretensiones sin límites de sus súbditos empresarios. Y precisamente al día siguiente, los diarios hispanos celebraban que -Telefónica ganó 2.014 millones de euros durante los nueve primeros meses del año.

La protesta piquetera fue una demostración de aguda intuición política y sentido nacional, señalando a los coresponsables del difícil momento. Individualizar correctamente a quien tenemos enfrente en una negociación es necesario y acertado. Y esa masa indiscutiblemente criolla y popular, sin estudios universitarios realizados en el exterior para gerenciar  a multinacionales, consideró prioritario que la defensa de la economía (y las fuentes de trabajo) interpretó bien el consejo del General San Martín de que lo primordial es ser libres y que por la libertad debemos luchar aunque sea -en pelotas como nuestros hermanos los indios.

Las poderosas armas de Don Dinero

Disculpen sus graciosas y muy borbónicas majestades que deban usarse estos métodos para hacer trascender  justas protestas de un pueblo en peligro, ya que no dispone de plata dulce para alquilar estrados de hoteles cinco estrellas ni publicar costosas solicitadas.

Los empresarios españoles atacan por todos los medios que los apoyan con firmeza. Un título venido de Madrid expresa: Néstor Kirchner es marxista y no peronista. No es de extrañar. Al General Juan Perón los comunicadores llamaban dictador fascista y a Evita agente nazi. Hasta Hipólito Yrigóyen cayó en la volteada. El popular ex presidente radical fue el primero en declarar al 12 de octubre como Día de la Raza, antes que lo hiciera España, y ello le mereció una gran placa de reconocimiento en el Parque del Retiro en Madrid, reproduciendo fundamentos del decreto argentino que así lo disponía. Más ahora, en ese bronce, le pintaron un insulto:fascista y racista.

El diario El País se quejaba: -Por expreso deseo de Kirchner -dice- casi un tercio de la visita real se desarrollará en la remota Patagonia, fuera del alcance de los medios de comunicación. Además, apenas habrá discursos. Es como si, a la vista de las dificultades que encaran las relaciones entre los dos países, el presidente argentino hubiera optado por difuminar los problemas tras una buena foto con los Reyes, que gozan de simpatía y buena imagen. Pero salvaron un poco el honor los piqueteros le han contestado. Esa masa que allá, y acá algunos, llaman descamisados, chusma, turba, etc., es conciente de las responsabilidades que no asumen  los más ilustrados -el viaje ha adquirido, finalmente, un carácter semiprivado. Ir más allá implicaba el riesgo de tropezar con las inquietudes de los empresarios españoles, que reclaman mejores tarifas para los servicios que prestan y mayores garantías jurídicas para el futuro de sus negocios, o con los sentimientos de sectores de la sociedad argentina que se consideran agraviados por la pujanza de los intereses españoles en su país, alentados a veces por el propio Ejecutivo.

Duro contra Argentina

En otro tramo del artículo del citado El País, se lee: -La intervención de Kirchner ante la flor y nada del empresariado español en la sede madrileña de la CEOE, el pasado 17 de julio -cuando acusó a los presidentes de las grandes empresas españolas de complicidad con la peor corrupción del sistema argentino- dejó un regusto amargo y una sensación de desconfianza hacia las duras maneras del nuevo presidente, que merecieron un eco grande e inmediato en los medios de comunicación de su país. (!) Como redundancia innecesaria de aclarar, dice El País más adelante: en los medios gubernamentales españoles se ve a Kirchner con marcado recelo.

En fin, el miércoles 12 vimos dos bandos enfrentados y bien identificados. Por un lado, aves rapaces financieras venidas del extranjero. Por otro lado, un grupo de muchachas y muchachos enarbolando banderas argentinas pidiendo justicia. En estas circunstancias, a la hora de elegir, cabe preferir a los descamisados, la chusma y la turba. La criolla y masivamente peronista, que como en 1945, ante la prepotencia del embajador gringo Braden, apoyó a un coronel conocido poco antes, pero indudablemente argentino que cambió la historia. El plan de la patota empresarial española consistía en lograr, junto a sus socios menores argentinos y ante la presencia majestuosa de Juan  Carlos I, que el presidente Néstor Kirchner se comprometiera a renovar leoninos contratos incumplidos y abusados, junto al aumento de tarifas en bloque. Es de esperar que no hayan logrado sus objetivos.

 

 

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