Humor "monárquico" y dopamina principesca

Rafael León Rodríguez
Rebelión

Según la Cadena COPE la Fiscalía de la Audiencia Nacional estudia si las expresiones y fotografías alusivas a la relación entre el Príncipe Felipe de Borbón y su prometida aparecidas en un suplemento humorístico del diario vasco Deia, son constitutivas de un presunto delito de injurias contra la Corona.

Personalmente el artículo humorístico en cuestión me ha parecido bastante simpático e ingenioso y, mucho menos "injurioso" o "menoscabador" de la Institución Monárquica que muchas declaraciones "serias" de las tantas que nos inundan en los últimos días al respecto. Y por otra parte, mis cortas entendederas, no alcanzan a comprender por que aspectos similares de la vida de Bill Clinton, Belén Esteban, Estefanía de Mónaco, el Príncipe Carlos de Inglaterra o Isabel Pantoja (por poner algunos ejemplos) pueden ser tratados de manera humorística e, incluso, ser motivo de escarnio (algo que no comparto para ningún caso) y, en cambio, para el caso de la familia real española el mismo tratamiento pueda ser considerado como algo tabú y hasta como motivo de delito. Será que pienso, por supuesto erróneamente, que todos debemos tener los mismos deberes y derechos, que todos merecemos el mismo respeto y tener similares oportunidades, que todos merecemos las mismas críticas y que, por desgracia, todos somos susceptibles de pagar un tributo a la popularidad, especialmente en el caso de famosos o famosillos, en un mundo donde hasta lo más íntimo y personal se ha convertido en motivo de mercaderías y negocio.

Pero claro, parece que, al menos en este aspecto, debe ser cierto el estereotipo de que "España es diferente" y por lo tanto con las cosas de Palacio no se juega.

Y esto me lleva a preguntarme sí la Fiscalía de la Audiencia Nacional se decidirá también a sopesar la posibilidad de imputar al Diario El Mundo, por un artículo aparecido el 14 de noviembre en el que se utiliza al Príncipe Felipe y a Letizia Ortiz como "conejillos de indias" mediáticos para dar a conocer los resultados de las investigaciones de un grupo de científicos norteamericanos acerca de los procesos químicos que desencadenan los "sentimientos" amorosos en el común de los mortales.

Porque, claro, gracias a Pedro J. y a su redactora nos hemos enterado de que es posible que el amor entre el Príncipe y su prometida no esté movido por el interés general de España, ni por las particularidades superiores de una mágica sangre azul (¿Será por eso que todos los príncipes son azules?) ¡No! Según "El Mundo" es mucho más factible que el amor (¡qué bonito es siempre el amor! aunque sea pura química) entre Felipe de Borbón y Letizia Ortiz sea producto de algo tan prosaico, llano y genérico al común de los mortales como la dopamina, la oxitocina y la serotonina, aderezadas con ciertas dosis de endorfinas y encefalinas. ¡Vamos que sólo falta un poco de fino "La Ina"! (Perdón por la publicidad). "Todo un cóctel amoroso que se percibía en sus miradas y revolvía sus neuronas" según El Mundo.

Pero ¡Válgame Tor! ¡Por Odín! ¿Qué es este Pedro J.? ¿Un maldito republicano? Porque, ¡coño!, descubrirnos que los miembros de las monarquías son movidos por los mismos mecanismos físicos, químicos y biológicos que el resto de los mortales es dar argumentos a los republicanos.

O, por el contrario, ¿es un monárquico recalcitrante y anacrónico que no ve con buenos ojos que el futurible heredero de la Corona dirija su dopamina a conquistar a una mujer del pueblo llano cuyas venas sólo podrá correr sangre azul mediante frecuentes transfusiones periódicas? Si es así estaría atentando directamente contra la propia institución monárquica, por su oposición a los tan cacareados aires modernizadores que se dice que la atraviesan a partir del anuncio del compromiso del Príncipe con una plebeya. (Entiéndase la utilización de este término con un carácter positivo. Un plebeyo es alguien perteneciente a una clase social que carece de privilegios. Y pienso que para lograr una democracia plena uno de los pasos a dar es acabar con los privilegios de clase o por motivos de nacimiento, orientación religiosa, sexual o de cualquier otro tipo).

Porque, para este caso, no parece que forme parte de esa legión de monárquicos o "juancarlistas" conversos que proliferan como las setas tras las lluvias primaverales y cuya cualidad más elevada es el peloteo y el asentimiento y complaciencia irreflexiva ante todo lo que huele a cortesano (Pero, ¿a qué huelen las nubes?).

De lo que no me cabe duda es que el artículo de la dopamina "principesca" es toda una apología de lo chabacano, del mal gusto y de la estupidez.

Pero, en fin no creo que ni la simpática página de Deia ni la horterada de "El Mundo" merezcan que unos señores fiscales, con tantos asuntos de importancia de los que ocuparse, pierdan un solo segundo de su tiempo.

Pero bueno, puede que en este caso también sea cierto que España es diferente, aunque no podamos ni debamos decir aquello de ¡viva la diferencia!

 

 

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