El capitalismo español necesita

de la monarquía

Victor F. y Teo Navarro
A Luchar por el Socialismo n.º 9 (Diciembre 2002)

            El capitalismo español nunca ha podido prescindir de la Monarquía, la institución que le ha garantizado históricamente (junto al clero y al Ejército) la "unidad española", siempre cuestionada por las desigualdades territoriales y el retraso económico del país. La Monarquía española era la representación máxima de un Estado centralista dominado por las clases más parásitas, terratenientes y financieros. Fue a estas clases y a esta Monarquía reaccionaria a quienes se alió más tarde la oligarquía industrial de la periferia, una clase que llegó tarde a la historia y prefirió unirse a la reacción madrileña antes que encabezar una revolución democrática.

LA II REPUBLICA, EL FRANQUISMO Y LA MONARQUIA

             El breve paréntesis de la II República fue una nueva demostración de que las clases dominantes españolas, por su congénita debilidad, eran incapaces de asegurar su dominación a través de un régimen de democracia liberal. El levantamiento fascista de 1936 fue la respuesta sangrienta de terratenientes, capitalistas y clero al ascenso revolucionario de los trabajadores y al movimiento de las nacionalidades históricas por su emancipación del yugo madrileño.

            El franquismo se levantó sobre el terror de la eliminación física de toda una generación de militantes y la erradicación de cualquier vestigio de organización obrera y nacionalista. Sobre esta base criminal, el franquismo edificó un aparato estatal brutalmente dictatorial y férreamente centralizado. Con vistas a dar continuidad a este aparato de poder, Franco reinstauró la monarquía en la persona de Juan Carlos.

            El franquismo entró en los años 70 en una crisis que se convirtió en agonía tras la revolución de los claveles portuguesa. La última dictadura de Europa, con sus instituciones en crisis y una base social cuarteada, se enfrentaba a una oleada de luchas obreras, a un clamor imparable en defensa de las libertades democráticas y a un pujante movimiento nacional en el País Vasco y Cataluña.

                Las clases dominantes y los poderes franquistas habían de acometer una reforma para poder sobrevivir y para ello el papel de la Monarquía era esencial. La continuidad del Rey al frente del Estado era símbolo y pieza clave del mantenimiento de las viejas estructuras franquistas de poder y garantía de la "unidad de la patria", de nuevo amenazada.

LA RESTAURACION DEL REGIMEN MONARQUICO

            El régimen monárquico español no es un régimen de democracia liberal "normal", surgido de la "ruptura democrática" con el franquismo, sino un engendro, producto de su "reforma pactada" entre los herederos franquistas y la dirección de la izquierda oficial española.

            Los 25 años transcurridos desde entonces han permitido al capitalismo español integrarse en Europa y configurarse, a partir de las reformas laborales y de las grandes privatizaciones, como un capitalismo con tres grandes características: 1) superconcentrado, alrededor de la gran banca y las multinacionales de servicios, 2) imperialista de segunda, volcado a Latinoamérica y vasallo de EE.UU., 3) unido como uña y carne al aparato central del Estado, cuyas estructuras de poder, no olvidemos, nunca rompieron con el franquismo.

LA MONARQUÍA, INCOMPATIBLE CON LAS LIBERTADES

                La debilidad del capitalismo español ante los grandes imperialismos le obliga a la máxima centralización económica alrededor del propio Estado. Y el Rey es una pieza insustituible en este entramado, porque no hay centralización económica sin centralización política y la Monarquía es el instrumento fundamental y la principal garantía de la unidad española y de la centralización de los diferentes territorios.

              Esta centralización, cuya expresión actual es el "patriotismo constitucional" de Aznar, además de incompatible con el desarrollo de las libertades de los pueblos del Estado español, lleva aparejado un avance imparable hacia un Estado fuerte, libre de todo control, que tiende a establecer un estado de excepción permanente contra toda disidencia o rebeldía. ¿Nadie recuerda las palabras del ministro Trillo hace un mes: "en la España actual, el ruido de los tanques es el ruido del estado democrático"?

EL GOLPE DEL 23-F O LA FÁBULA DEL REY QUE SALVÓ LA DEMOCRACIA

            El golpe del 23-F de 1981 ha sido objeto de una de las mayores tergiversaciones de la Historia española. El objetivo: hacer aparecer al Rey como el gran salvador de la democracia. Pero, por muchos intentos de borrar las huellas del Rey, las evidencias de su actuación son más que suficientes para concluir que fue en todo momento conocedor y cómplice de los planes golpistas del general Armada.

            De los tres condenados como principales responsables del golpe, dos eran los generales más vinculados al Rey de todo el Ejército. El primero era Armada, marqués de Santa Cruz, ex secretario de la Casa Real y servidor inseparable de Juan Carlos desde su adolescencia. Justo 19 días antes del golpe había sido nombrado, a instancias del Rey, segundo jefe del Estado Mayor. Después venía el general Miláns, que se enorgullecía de ser el militar más monárquico de España y amigo personal de Juan Carlos.

            Si Armada era el "jefe político" de la intentona (la "autoridad militar" que debía presidir el "gobierno de salvación nacional"), Miláns era el "jefe militar". Al tercer condenado, el teniente coronel ultraderechista de la Guardia Civil, Antonio Tejero, le tocaba el trabajo más sucio: ocupar el Congreso con varios centenares de guardias, mientras llegaba el general Armada. ¿Alguien piensa, además, que si el golpe hubiera sido contra el Rey, el gobierno de EE.UU. no habría salido en defensa de tan fiel aliado? En cambio, se declararon sospechosamente "neutrales": la intentona era "un asunto interno".

EL GOLPE "FRUSTRADO"

            El golpe proyectado por Armada como alternativa a la grave crisis política del país (el gobierno de la UCD en abierta descomposición, el problema vasco en plena efervescencia y los militares alborotados), debía ser un golpe "constitucional" y promonárquico, un golpe en favor de la "unidad de la patria" y de su bandera y, por supuesto, atlantista. Un golpe que debía contar, además, con la aceptación de los propios diputados.

            El golpe se desencadenó la tarde del 23 de febrero, con la entrada de Tejero pistola en mano en el Congreso. El Rey esperó a pronunciarse largas horas, hasta que Armada pudo acceder al Congreso. En su mensaje hablaba de tomar "las medidas necesarias para mantener el orden constitucional dentro de la legalidad vigente": justo lo que iba a proponer Armada a los diputados.

            Pero Armada no pudo dirigirse a los parlamentarios. Tejero no le dejó. Él se estaba jugando el tipo por un golpe sin "miramientos constitucionales" y no estaba de acuerdo en implantar un "gobierno de salvación nacional" como el que le proponía Armada, que debía incluir -junto a ministros de UCD y AP- a dirigentes socialistas e incluso a alguno vinculado al PCE (Tejero mencionó a Felipe González, Múgica, Solana, Tamames...).

            Fracasado el golpe "constitucional", el Rey no podía apoyar un golpe sostenido por el ala más dura del Ejército pues el choque frontal con el pueblo que ello significaría, amenazaba con arrastrarle a él y a la Corona.

EL PSOE Y EL PCE, CON EL REY

            Si bien el golpe fracasó formalmente, algunos de sus principales objetivos sí fueron alcanzados. El primero de ellos la desmovilización popular. De toda la porquería del 23-F, la mayor correspondió al PSOE, PCE y direcciones sindicales, que llamaron a los trabajadores a estarse quietos y obedecer al Rey.

            Era la primera vez en la historia del país en la que un golpe de estado no era enfrentado con huelgas, manifestaciones y resistencia popular. Éste fue, si cabe, el mayor triunfo del golpe. Y es que el proceso degenerativo de la izquierda parlamentaria había llegado ya muy lejos, después de que hubieran renunciado a la "ruptura democrática" con el franquismo. Las reuniones de dirigentes del PSOE con Armada y las declaraciones de González y algunos dirigentes del PCE abriendo la puerta a un supuesto "gobierno de gestión", reflejaban ya que estaban más que resignados ante el plan Armada.

LA IZQUIERDA QUE SE VOLVIÓ MONÁRQUICA

            Que el capitalismo español necesitaba de la Monarquía parece fuera de toda duda. Algunos se preguntan, sin embargo, si la restauración monárquica era inevitable. Pero no lo era. Si ahora soportamos el régimen monárquico no es porque el movimiento obrero y democrático no hubiera tenido fuerza en los años 70 para acabar con el franquismo sino porque los dirigentes del PSOE y del PCE renunciaron a hacerlo y se subieron al carro de su reforma.

El PCE: En la primera etapa de la transición, la gran responsabilidad le correspondió al PCE, en aquel entonces el gran partido de la clase trabajadora y de la lucha antifranquista. La actitud de la dirección del PCE quedó retratada el 15 de abril de 1977, seis días después de su legalización, cuando el Comité Central, sin ningún voto en contra, acordó: "En lo sucesivo, en los actos del partido, al lado de la bandera de éste, figurará la bandera con los colores oficiales del Estado (...) Consideramos a la Monarquía como un régimen constitucional y democrático (...) Estamos convencidos de ser a la vez enérgicos y clarividentes defensores de la unidad de los que es nuestra patria común". Esta resolución (¡redactada por el entonces presidente de gobierno, Adolfo Suárez!), simbolizó la rendición del PCE ante los herederos del franquismo y representó una declaración de guerra al movimiento de masas, en primer lugar, a sus propios militantes. Después vendría el compromiso con los famosos Pactos de la Moncloa, dirigidos a quebrar la dinámica reivindicativa de los trabajadores... El resultado final era inevitable: la autodestrucción del PCE en un tiempo récord de 6 años. Desde entonces, su vida, atada a la "lealtad constitucional", no ha sido mucho más que una triste agonía. No obstante, 30 años después El PCE se desvincula de la Constitución de 1978 y llama a una "ofensiva republicana"

El PSOE: El servilismo del PSOE puede verse en noviembre de 1982, en el discurso de su dirigente Peces Barba, en la apertura del parlamento en el que el PSOE acababa de conseguir la mayoría absoluta. Éstas fueron sus palabras: "Monarquía y Parlamento son términos complementarios y su integración en la monarquía parlamentaria produce una estabilidad, un equilibrio y unas posibilidades de progreso difíciles de encontrar en otras formas de Estado" (sic). Si las hubiera pronunciado Torcuato Fernández Miranda, antiguo presidente de las Cortes de Franco y mentor de Juan Carlos, a nadie le hubieran extrañado. Pero en boca de un miembro destacado del PSOE, eran una traición a la tradición de un partido republicano y antifranquista que nunca había transigido en su oposición irreconciliable a la Monarquía.

LA ACTUALIDAD DE LA LUCHA POR LA REPÚBLICA

            La chulería y el envalentonamiento del PP, heredero del franquismo, es el alto precio que estamos pagando por no haber acabado en su momento con las estructuras de poder franquistas. El mantenimiento de la Monarquía es la prueba viviente de que no hubo la ruptura con el franquismo.

            Así las cosas. no podemos dar crédito a las promesas de cambio del candidato Zapatero cuando, después de 14 años de gobiernos de Felipe González, hay pruebas más que suficientes de que no hay ninguna posibilidad de cambiar las cosas mientras se mantenga el sometimiento al régimen de la Monarquía y al aparato de poder que éste cobija.

            Si el capitalismo español necesita de la Monarquía para mantener su dominación, los trabajadores y los pueblos necesitamos acabar con ella para avanzar hacia una verdadera democracia y hacia el socialismo. Por eso la lucha por la República representa mucho más que la mera sustitución del rey por un presidente electo.

            La lucha por la República, lejos de ser algo del pasado, se ha convertido en condición imprescindible para que las nacionalidades vean reconocido su legítimo derecho a la autodeterminación y para que puedan convivir, con completa libertad de separación, en una República federal. Luchar por la República es reconquistar las libertades recortadas por el PP en nombre de la lucha contra el terrorismo y la inseguridad y romper con el Estado policial. Es la separación radical entre la Iglesia y el Estado, poniendo fin a los chanchullos eclesiásticos. Es la Reforma Agraria por la que continúan luchando los jornaleros andaluces. Es la liquidación de los privilegios de políticos y altos funcionarios, que han de ser revocables y no cobrar más de lo que un trabajador cualificado. Es la disolución de los cuerpos represivos especiales. Es el acceso democrático a los principales medios de comunicación. Es la elección democrática de los jueces y los responsables del orden público... Es, en fin, un baldeo radical al Estado en beneficio del pueblo y como parte de la lucha por el socialismo.

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