Don Juan de Borbón, mito y destino

Luis Arias Argüelles-Meres 

Editorial Prensa Asturiana 7-4-2003

El 1 de abril se cumplieron diez años de la muerte de un hijo y padre de rey, afortunado en el mito, malparado en el destino. Sus hagiógrafos consiguieron hacerlo pasar por un demócrata y por una víctima del franquismo, lo que es incurrir en un juicio poco acorde con la objetividad. Nunca negó el hijo de Alfonso XIII que en su momento se ofreció a Franco para luchar en la guerra civil en contra de la República. No es un secreto para nadie que, desde el término de la II Guerra Mundial, deseaba asumir los poderes regios.

Todo ello, sin prejuicio de algo que en este país de besamanos casi nadie se atrevió a manifestar. Y es que sería muy dudosa -por no decir nula- la legitimidad democrática de un aspirante al trono a cuyo padre rechazó el pueblo español. Más dudosa aún si tenemos en cuenta que se mostró voluntario a combatir con las armas a los españoles que defendían una República por la que mayoritariamente habían optado. Y esto, que es tan obvio, dio miedo decirlo durante muchos años, especialmente, a partir de la transición. Yo no puedo saber si en su fuero interno el hijo de Alfonso XIII era un demócrata convencido a partir de 1945, más o menos. Pero de lo que sí hay constancia es de que su dinastía había sido rechazada por la ciudadanía y que, de haber accedido Franco a sus peticiones, el padre del actual Monarca se convertiría en rey tras una guerra civil contra un Estado elegido por el pueblo español. Es decir, que le debería el «puesto» a Franco.

Al mito de un don Juan como víctima de la dictadura debió contribuir a buen seguro el hecho de que durante los últimos años del franquismo mantuvo relaciones con la oposición democrática, al menos con parte de ella, lo que hubiera sido impensable en el invicto caudillo.

La historia más reciente de España está plagada de falacias. Entre ellas, de conversiones a la democracia y de cambios de chaqueta en muchos casos asombrosos, por no decir bochornosos. Por eso es difícil -y hasta ingrato- tener que pronunciarse sobre estas cosas, obligadas por lo demás en alguien como el que suscribe, que ni pide votos a nadie ni milita, y está empecinado en decir lo que piensa, muchas veces en contra de falsos y blandos tópicos en los que tan cómodo debe resultar instalarse. Insisto en la fragilidad e inconsistencia del mito de don Juan de Borbón como un luchador por la democracia, entre otras cosas, porque no puede ser demócrata quien se ofrece a luchar con las armas contra los españoles que defendieron un Estado que había sobrevenido por la voluntad popular tras un nefasto reinado. Cosa muy distinta, ya digo, sería considerar que a partir de la II Guerra Mundial, de haber accedido a la Corona don Juan, hubiéramos vivido una situación política diferente. Pero, en ese caso, tendría que haberse legitimado mediante un referéndum libre, tras la vuelta de los españoles del exilio, que entonces eran muchos, y aquéllos sí que tenían (con perdón) memoria histórica. Por otro lado, no conozco aún a nadie que se haya preguntado cómo siendo don Juan tan demócrata accedió a que su hijo viviese en España bajo la educación política de una dictadura como la de Franco. Lamento decir que, en puridad democrática, a don Juan nunca tendría que haberle correspondido ser rey por el dedo de Franco. Ahí la legitimidad sería imposible de sostener. Por lo demás, si a partir de cierto momento de su vida fue un demócrata convencido, sería algo en su favor, lo que tampoco constituiría razón de peso para ser rey mientras sus ciudadanos no lo legitimasen mediante el voto. Y, créanme, a veces, ser políticamente incorrecto no
supone esfuerzo intelectual alguno. Verbigracia, en el caso que nos ocupó en este artículo. Tan sólo es necesario pensar con libertad y sin canonjías.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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