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No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan Carlos «El Rey»
Racanería
real.
Juan de Etxano
IzaroNews 23
de Agosto d 2005
Justo acababa de leer la colaboración de Xabier Arzalluz en la que contaba la
"anécdota" entre el rey Juan Carlos y Felipe González a cuenta de
la compra de unos helicópteros a Francia, cuando aparece en mi baserri un
amigo de la infancia, ya jubilado y que había pasado unos cuantos años en el
servicio de la Casa Real española.
Le enseñé el trabajo de Arzalluz y me contó varias anécdotas de los
miembros de la Casa Real: "un conjunto de parásitos que ni forman parte
de la primera pléyade formada en el siglo III adC. en la antigua Alejandría,
ni de la segunda, formada en Francia durante el Renacimiento. Ni son poetas ni
tienen cualidades artísticas. La mayoría de ellos se caracteriza porque les
gusta ir de cacerías (esta afición debe ser coto de la realeza) y porque son
unos auténticos rácanos, tacaños o avaros".
Evitó hablar de Juan Carlos I puesto que apenas había llegado a cruzar unas
palabras con él. Aun así le interrogué: ¿Pero el rey español también es
de los de la Virgen del puño?. Ni idea, dijo, pero las toñas que cuentan que
se ha cogido, si son verdad, seguro que no ha sido pagando de su bolsillo,
porque visto lo que le rodea.
Sí que había acompañado
a varios de los jefes de Juan Carlos I hasta su presencia: a comidas, a
consultas, a despachar por algún asunto "que se me escapa". La
mayoría de estas reuniones eran para comer, me dijo, "porque esta gente,
a pesar de vivir del Estado y no dar ni golpe, son de una racanería de
Guiness".
"Por citar un ejemplo -me confió-, en cierta ocasión salimos muy pronto
dela casa de un noble sevillano. Mi jefe de entonces y su mujer, otra grande
de España, no tuvieron ocasión de desayunar y me hicieron parar en un motel
de carretera. A los escoltas y a mí nos pidieron que fuéramos a por el
desayuno y que lo llevásemos al coche. Desayunaron gratis y para nada se les
ocurrió preguntar el importe".
Otra muestra de su tacañería ocurrió a la vuelta de un viaje al extranjero.
Les habían regalado una gran caja de "marrón glacé", de dos
kilos. Cuando les dejé a la puerta de su residencia, dijeron a uno de los
escoltas que había tenido un hijo que se lo regalaban, que ellos estaban a
dieta y que no se podían permitir ese lujo. Ante nosotros, el séquito,
quedaron de maravilla. Días más tarde, el escolta nos contó que su mujer, a
quien había llevado los dulces, se llevó un fiasco de alucine: en la enorme
caja sólo quedaban cuatro piezas.
A otro escolta le regalaron un pisapapeles y cuando lo examinó vio que en la
base llevaba el nombre del hotel de donde procedía. Las anécdotas se sucedían
entre risas y tragos de rioja "Imperial".
El comentario que le hice era inevitable: "Es que no tendrán donde
caerse muertos".
"Al revés -dijo-. No pegan ni sello, es verdad, pero todos los meses
asisten a los consejos de administración de ciertas empresas españolas. Allí,
pasan una o dos horas reunidos y recogen el sobre que les dejan a cada uno
encima de la mesa, la dieta. Y además, todos tienen mogollón de
acciones".
Me cuenta también que la mayoría de ellos nacieron en Lausanne, a donde fue
la casa real española al exilio en tiempos de la República, y que casi todos
y algunos más regresaron a España cuando Juan Carlos asumió la jefatura del
Estado español.
La herencia de Franco.
juandeetxano@izaronews.com