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  No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan  Carlos «El Rey»

Nace una futura ciudadana de la III República  

Hay nacimientos y nacimientos.

www.juventudes.org/ 4 de Noviembre de 2005

 

Según parece, pese a que se nos asegura que todos y todas somos iguales al nacer, esto no es para tanto. Algún ilustre dijo una vez que las personas nacemos libres e iguales pese a estar por doquier encadenadas. Pues ahora ni siquiera en nuestro alumbramiento somos iguales.

 

Los medios de comunicación, opinando como una sola voz, como en los mejores tiempos del Ministerio de Información, afirman hoy que hay alumbramientos aseguran la estabilidad institucional, que consolidan la democracia. ¿Se ríen de nosotros? ¿Cómo el nacimiento de alguien puede hacer tales cosas?

 

El nacimiento de una persona sólo puede ser visto como garantía de seguridad democrática en un sistema político carente de autoestima democrática. La estabilidad institucional, la garantía de derechos y libertades sólo puede ser asegurada por quien la conquista y la ejerce. El soberano, que es el pueblo. No es el nacimiento de nadie lo que asegura la democracia, es la lucha organizada de la clase trabajadora, la conciencia de la ciudadanía, la que asegura la democracia. En nosotros reside la soberanía, nuestra es la capacidad de decidir.

 

Dicen algunos partidos monárquicos, como el PSOE y el PP, que hay nacimientos que ayudan a modernizar la monarquía, porque obligan a modificar la Constitución, que afirma la primacía del varón sobre la mujer en la línea de sucesión al trono.

 

No hay debate más falso que el de la modernización de la monarquía. Entre otras cosas porque la monarquía es una de las instituciones premodernas por excelencia. Nada tiene que ver con la Razón o la Ilustración del s. XVIII, con la Democracia o mucho menos con el Socialismo. Sus orígenes son otros: los que consagran la desigualdad entre las personas, los que beben del derecho divino de los reyes, del caudillaje militar o del puro vasallaje. Esas son las fuentes históricas de la monarquía. La nuestra tiene también otras muy peculiares: el golpe de estado fascista del 18 de julio de 1936 y la dictadura franquista.

 

No son operaciones de cosmética constitucional lo que moderniza a la monarquía, sino su abolición. No son los nacimientos los que aseguran la democracia, sino la acción colectiva, consciente y organizada, de los sujetos de la soberanía.

 

Pero lo único cierto es que ha nacido una futura ciudadana de la III República.

 

Hoy más que nunca, se pone de relieve la contradicción principal del marco constitucional del que nos dotamos en 1978. No hay Democracia sin República. La Democracia es nuestra, no de la corona. Ninguna familia es depositaria, garantía o guardiana de nuestra libertad. Ninguna dinastía, ninguna institución. Ni dioses, reyes ni tribunos. Nosotros mismos.

 

La República no es sólo elegir al jefe de estado, sino garantizar nuestros derechos, es instrumento para participar en las decisiones que nos afectan. Necesitamos una República que no sea únicamente votar a un presidente, sino que suponga nuevos instrumentos de participación política, nuevos mecanismos de acción colectiva, nuevas formas de representación institucional. Esto es la Democracia Participativa. Una República con Democracia Participativa.

 

Que no nos engañen. Todas las personas somos iguales. Todos los nacimientos son iguales.

 

Hoy ha nacido una futura ciudadana de la III República. Mañana también.

 

¡VIVA LA REPÚBLICA!

 

¡VIVA LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA!

 

 

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