Mi mensaje de
Navidad a S.M. el Rey
Ramón Cotarelo*
cotarelo.blogspot.com
Señor: vivimos tiempos interactivos en los que ya no es
posible hablar sin que le respondan a uno. Ésta es mi respuesta a su
interesante mensaje de ayer al pueblo español, como parte de ese pueblo que
soy, y que espero escuche Vd. con la atención y el respeto con que yo escuché
anoche el suyo. Pues, parafraseando a Mark Twain cuando hablaba del Papa, yo no
soy más que el Rey; pero tampoco menos.
Pronunció Vd. ayer un discurso equilibrado, como corresponde a un Jefe de
Estado en una monarquía parlamentaria, en la que el Rey reina, pero no
gobierna. Se mantuvo Vd. en esa línea de equilibrio a que obliga la convención
de hablar de acuerdo en líneas generales con el Gobierno, pero sin hacer
especial hincapié en ello para que la oposición no se sulfure; que sabe Vd.
que esta oposición es sulfúrica. Y también sin demasiadas complacencias
para esta última -cuyo nacionalcatolicismo quizá sea de su agrado- para que
el Gobierno no lo llame a Vd. a capítulo, que entre los sociatas gobernantes
quedan algunos republicanos. Y lo hizo Vd. bastante bien. Tocó los temas
importantes con ánimo moderado y conciliador y trató de no olvidar a nadie.
Pero, como la perfección no es humana, tuvo Vd. algunas deficiencias y, malgré
tout, algún olvido. Me permito señalárselos.
Habló Vd. de respeto
mutuo, diálogo y sosiego en la vida política. No hubiera estado mal que
recordara que no todos son iguales y que quienes más han de sosegarse son los
políticos de la derecha y sus periodistas, los eclesiásticos y los laicos
que, en su proverbial energumenismo, a veces tiran hasta contra el trono, cosa
que debiera preocuparlo.
Habló Vd. asimismo de la Constitución, que Vd. juró en su día y del
respeto a las reglas del juego en ella establecidas, pero no mencionó que ya
había Vd. jurado otra "Constitución" con otras reglas de juego,
establecidas por un asesino que lo nombró a Vd. "sucesor a título de
Rey", pero que, muy sensatamente, Vd. decidió no respetar. ¿No se le
ocurre que alguien hoy, con la misma honradez, crea que no está bien respetar
estas reglas de juego de esta Constitución, sobre todo si se pide la reforma
del texto para que dé acogida a un derecho inalienable de los pueblos como es
el de autodeterminación?
Está Vd. en contra del
terrorismo, lo que es muy loable, porque se trata de una plaga de la Humanidad
contempóranea, pero yo, en su lugar, hubiera hablado de todo tipo de
terrorismo, empezando por los Estados terroristas, como los EEUU, que usan la
lucha contra el terrorismo para ejercer el suyo. Más que nada, para
diferenciarnos de ellos. Igualmente tuvo Vd. un sentido recuerdo para las víctimas,
en lo que todos los ciudadanos de bien lo acompañamos. Pero echamos de menos
una firme condena de esos canallas que se valen de las víctimas para sus
fines políticos.
Hizo Vd. un buen repaso de
los logros de nuestro país en distintos campos, el crecimiento, la protección
social, la cobertura sanitaria, la lucha contra la pobreza, todo lo cual es mérito
de este Gobierno; pero no mencionó Vd. sus deméritos, a pesar de hablar de
la vivienda (que es un drama, sobre todo para la juventud, que el Ejecutivo no
ha remediado) o de la ecología y el medio ambiente, sin referirse a una
especulación y corrupción salvajes tanto bajo el gobierno del PP como del
PSOE y por los cuales ya hemos sido criticados hasta por su amigo Putin.
Resumo: se refirió Vd.,
como es preceptivo, dado su cargo, a la unidad de los españoles "que nos
da la fuerza" y a nuestra feliz diversidad, pero omitió Vd. toda
referencia a los ciudadanos del Estado español que no se sienten españoles y
de los que, sin embargo, es Vd. tan Rey como de los otros, al menos de
momento. Y una vez más faltaron a Vd. o a sus asesores, los reflejos
necesarios para hacer visible ese respeto a la diversidad haciendo que, ya que
habla Vd. a todos los ciudadanos de España en español, su discurso se
subtitule en las otras lenguas constitucionales. A ver si, cuando menos,
consigue Vd. borrar el penoso efecto que tuvo su lamentable gesto hace dos años
y medio en Gasteiz [ver fotografía de la izquierda] y que habla un
lenguaje muy distinto al conciliador y pluralista que utiliza Vd. en su
discurso anual. Este discurso que pronuncia Vd. junto a un belén para
ilustrar sobre sus creencias religiosas (que debieran ser asunto privado
suyo), como cuando acude Vd. anualmente a la ofrenda al patrón de España,
Santiago Matamoros, escenificando así una alianza entre el trono y el altar
que muchos ciudadanos no creyentes, como quien esto suscribe, pero también
creyentes, vemos con malos ojos ya que ¿qué función moderadora eficaz
desarrollará Vd. aliando su cargo con una religión caracterizada por haber
sido y seguir siendo una permanente incitación al odio y a la intolerancia
hacia quienes son distintxs? Y ya no le digo nada de cómo deja Vd. a la
"Alianza de las civilizaciones" que el actual Gobierno preconiza por
ahí como una especie de contrajihad occidental.
Por último, hace años tuvo Vd. la amabilidad de recibir a la Junta directiva
de la hoy extinta Asociación Española de Ciencia Política y Derecho
Constitucional, de la que yo era vicepresidente. El presidente, don Manuel Jiménez
de Parga, fervoroso monárquico, quiso iniciar su mandato con ese gesto simbólico.
En aquella visita nos preguntó Vd., como especialistas en la materia, qué
opinión nos merecían los poderes que la Constitución le otorga. Y, como
suele pasar en estos casos, nuestras opiniones fueron divergentes cuando no
contradictorias. Como republicano que era entonces (y sigo siendo), me abstuve
de dar mi parecer por no organizar allí un cacao; mi parecer, según el cual
es indiferente qué poderes le otorgue la Constitución porque el problema, Señor,
es que, aunque habla Vd. continuamente de la unión de la monarquía y la
democracia, su monarquía de Vd. tiene, por decirlo con suavidad, un
importante déficit de legitimidad democrática.
Cuando ascendió Vd. al trono, sólo contaba con la llamada "legitimidad
del 18 de julio", basada en la sublevación militar de 1936.
Posteriormente, en 1977 obtuvo Vd. la legitimidad dinástica, cuando su padre
renunció a sus derechos en Vd. en un asunto de familia que prefiero no
juzgar. Pero la legitimidad democrática, la única que cuenta hoy día, la única
respetable, ésa, Señor, no la tiene Vd. El argumento de que el pueblo español
ya votó a favor de la monarquía cuando lo hizo en el referéndum de la Ley
para la Reforma Política (1977) y en el de la Constitución (1978) es falaz
porque no fue la Monarquía lo que se puso expresamente a votación sino, en
ambos casos, la democracia, siendo la Monarquía un peaje que los demócratas
teníamos que pagar (ya ve Vd. si a veces se pagan precios políticos por el
fin de la violencia) si queríamos vivir como personas dignas, esto es, en
democracia. Pero Vd. sabe que la oposición democrática, los republicanos y
otros pedíamos entonces y muchos seguimos pidiéndolo, un referéndum específico
sobre la Monarquía.
La grandeza histórica de
la gente se observa en estas ocasiones. Sólo hay un modo de comprobar la
veracidad de sus asertos acerca de la fundamentación democrática de la
Corona: someterla a referéndum. Si no quiere Vd. hacerlo en su reinado pues,
al fin y al cabo, sabiendo que es Vd. partidario del fair play, no
sería tampoco convincente pues hay muchos españoles que, como suelen decir,
sin ser monárquicos, son "juancarlistas", recomiéndeselo Vd. a su
heredero, el Príncipe de Asturias. Conozco a sus hijxs Felipe y Cristina (a
la que di clase brevemente), me parecen unas personas modernas y supongo que
no se escandalizarían de una recomendación de este tipo. No hay que
arredrarse a la hora de consultar al pueblo al que se dice servir. No tengo
duda de que si, hoy por hoy, se sometiera a referendum, la monarquía británica,
saldría triunfante y a mí, como republicano, el asunto me parecerá
lamentable pero perfectamente respetable. Igual que la monarquía italiana
(figúrese, hasta aquel sinvergüenza de Vittorio Emnmanuelle) sólo perdió
por un escaso margen. Es, sin duda, un riesgo; pero el único que puede
otorgar a Vd. la legitimidad democrática plena. Todo antes que seguir siendo
el Rey de los españoles porque lo puso a Vd. ahí el último militar felón y
criminal que dio un golpe de Estado.
*Ramón Cotarelo es escritor, catedrático de Ciencia Política en la
UNED
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