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  No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan  Carlos «El Rey»   

 

Las cacerías del Rey 

Félix Población
El Inconformista Digital.

Una vez más se han vuelto a glosar en los medios, si bien con la letra pequeña que hace al caso, las cacerías del Rey. La afición cinegética le viene a Su Majestad de casta y parece muy propio que a don Juan Carlos de Borbón le guste pegar tiros por las fincas más selectas del territorio patrio. Para eso están en el catastro y en la historia de la oligarquía y el caciquismo.

En esta ocasión, sin embargo, la montería tuvo lugar en Rumania, en la región de Covasna, lugar muy frecuentado por los cazadores españoles en los últimos años según referencias del Ministerio de Turismo rumano. Allí se encuentra la reserva de Talisoara Baraolt, cuya población de osos ronda los 5.000 ejemplares. Las capturas permitidas este año se cifraban en 300 plantígrados y 370 lobos. De los primeros, cuatro o cinco están ya en el haber de Su Majestad, a quien suponemos dichoso por el amenísimo y detonante placer deportivo de las emociones vividas. Dios guarde el oído del monarca.

Lo malo es que en Rumania también se dan esas catervas importunas y puntillosas de ecologistas cojoneros que se permiten denuncias tan razonables como la que sigue: para el año que viene se incrementará en la citada región el número de capturas permitidas hasta 342 osos y 555 lobos, según datos del Ministerio de Agricultura, y eso, que ecológicamente resulta reprobable, sólo se aviene a intereses de mera codicia económica. Téngase en cuenta que cada oso muerto deja en el país unos 20.000 euros.


El rechazo que el primer ministro rumano Adrian Nastase hace de esas imputaciones no ofrece síntoma claro de credibilidad objetiva. Más que nada porque Nastase no se dedica al tenis en sus ratos de ocio, como por su apellido cabría colegir: es por azarosa coincidencia presidente de la Asociación Rumana de Cazadores. Se ve que en aquella nación, como en otras, tiene mucho arraigo entre la cúpula dirigente el gusto por el gatillo. Recuérdese que el dictador Ceaucescu, de triste remembranza, fue muy censurado a su caída por sus profusas carnicerías cinegéticas.

Sería recomendable que a Su Majestad, ante ésa y otras circunstancias similares que le puedan sobrevenir aquende o allende nuestras fronteras, se le asesorase convenientemente.

La pasada primavera, el 26 de abril sin ir más lejos, don Juan Carlos estuvo de caza en la finca salmantina de Aldeanueva de la Sierra, propiedad de Alfonso Sánchez Fabrés. Al lugar acuden con asiduidad, además del rey, políticos de renombre como Manuel Fraga, empresarios acaudalados como Alberto Alcocer o aristócratas de rancia prosapia como el duque de Calabria.

Dicha finca ha sido denunciada repetidamente por otro mocerío cojonero, los Ecologistas en Acción de Salamanca, por el uso de lazos y el hallazgo de especies protegidas envenenadas tales como el buitre leonado o el águila real. Los hechos fueron investigados y denunciados oportunamente por el Seprona en 2.001. De nada sirvió la correspondiente apertura de diligencias y su tramitación por vía judicial hace tres años. El caso fue archivado.

Con fecha 1 de julio de 2003, el Defensor del Pueblo resolvió en relación con la autorización para la colocación de lazos con freno en ese coto, por parte del Servicio Territorial de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León, que dicho permiso vulneraba no sólo la Ley de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres de 1.989, sino la propia Ley de Caza de 1.996. La conclusión que se perseguía con el mismo -ante la total perplejidad del Defensor- era taxativamente asegurar cierta rentabilidad económica al terreno cinegético.

Nada se puede hacer para corregir una afición, la del cartucho, que como ciudadano lamento en un monarca de nuestra época. Preferiría que esa vieja tradición borbónica, alojada en la memoria más oscura de la Corona, se perdiera definitivamente con el futuro rey Felipe VI y que éste resolviera sus querencias, de modo inequívoco, a favor precisamente de la legislación que hoy no se respeta en las fincas donde su padre, sin duda muy mal aconsejado, practica su deporte preferido.

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