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Espíritu servil
José Manuel Graña Garrido *
13
de Noviembre de 2006
A propósito
del debate en la Comisión de Presupuestos del Congreso sobre las asignaciones
económicas a la familia real en el que se entabló una polémica sobre el
modelo de Estado, uno no puede dejar de hacerse ciertas reflexiones sobre la
patología psicológica que presentan algunas personas.
Cuando
los siervos tienen asumida su inferioridad y la defienden de manera tan
masoquista como el diputado del PP Juan Manuel Albendea, se descalifican a sí
mismos como representantes de ciudadanos libres. ¿Qué ciudadano puede verse
representado por alguien que considera en un debate en la casa de los Diputados
que los pueblos “son muy
sabios” por estar felices con el hecho de que los individuos sean considerados
vasallos, el jefe del Estado lo sea por razón de espermatozoides, irresponsable
ante la ley, sin control de ningún tipo de su actividad (ya que es también el
Jefe de las Fuerzas Armadas y eso le exime de andarse con explicaciones) y
perpetuador de estos privilegios también por la vía genital?.
Alguien
tendría que decirle al lacayo Albendea que los pueblos de España ya
demostraron que son inteligentes. Sí.
Lo que no son es absolutamente libres. Y
es precisamente al permitírseles expresarse con libertad cuando se constituyen
en República. Y si ésta (la IIª)
constituyó una “malhadada experiencia”(sic) lo fue no por su corta
existencia (tan fructífera en tantos aspectos a pesar de su brevedad) sino por
la brutal y sanguinaria conculcación de la legalidad llevada a cabo por los
mentores y ancestros del citado diputado.
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Solamente la ambición de poder formar parte de la Corte de los privilegios, donde se asientan tenebrosos personajes como Manuel Fraga, conde de Lacalleesmía junto a Antonio Tejero, duque de Sesientencoño , a Chemari Aznar, barón de Cacarroña, o Mariano Rajoy, marqués de Loshilillos, entre otros, puede explicar que una persona pueda ningunear a una Institución como la República que en el año 1931 concitó como nunca antes ningún otro régimen el entusiasmo de la mayoría de los españoles, que asumieron su Constitución con responsabilidad propiciando un periodo brillante (y difícil, por las zancadillas de la derecha asilvestrada) de la Historia de España.
Para
subir en el escalafón de los
siervos parece ser que hay que sostener que el Estado ha de tener un Jefe
erigido “por la gracia de Dios” a todos los efectos y, por lo tanto, inmune
a las leyes humanas y con los mismos privilegios para sus descendientes. Cuanto
más loas y parabienes se dirijan a la Majestad, más posibilidades para el
cortesano. Esta es la manifestación de un espíritu servil. Si además se
tergiversa la Historia pretendiendo descalificar los cortos periodos luminosos
para los pueblos en los que consiguen emanciparse de la tiranía, estamos ante
la expresión de un ser
vil.
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*José Manuel Graña Garrido es responsable Regional de Izquierda Republicana-Esquerda Republicana Galega (IR-ERG)