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No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan Carlos «El Rey»
El
embarazo nacional
Ramón
Afonso
La
prensa sensacionalista española ha patentado un novedoso test de embarazo
consistente en mirar a los ojos a la mujer sujeto de observación y si se
descubre algún luminoso destello en sus ojos o un brillo especial en sus
pupilas no es que se haya fumado un canutito de hierba de la buena, es que está
embarazadísima. El método tiene grandes similitudes con el utilizado en
Oriente, hace algo más de dos mil años, para localizar el lugar exacto del
nacimiento de otro heredero real. De aquella manera y por el comunicado
oficial nos hemos enterado de que la ciudadana Leticia Ortiz Rocasolano está
muy feliz con su embarazo, y de paso que la monarquía española va a tener otro
heredero -el segundo en el escalafón al trono si es chico, si no habrá que
echar cuentas-. El aporte de revitalización plebeya del juancarlismo tal como
calificara Julio Anguita la boda de los Príncipes de Asturias está dando,
nunca mejor dicho, sus primeros frutos.
Hablando
de Monarquía, siempre que se hace patente algún aspecto de su reaccionaria y
anacrónica esencia aparece algún sobaco ilustrado, casi siempre
historiador o periodista reputado, con la intención de convencernos de las
bondades monárquicas o de que sus tradiciones son de obligado cumplimiento o,
en última instancia, de exculparla de sus desmanes. En el caso de la condición
de segundona que se le da a la mujer en el orden sucesorio, por citar uno de
tantos, estos personajes certifican a coro – si es televisivo mucho mejor- que
esa falta de respeto a la mujer y, al mismo tiempo, a todo el pueblo español,
se debe a una antiquísima tradición que nos retrotrae a las relaciones
sociales del siglo XIII, inculpando a Alfonso X, cuando realmente es la
Constitución del 78 la que en su Titulo II, dedicado a la Corona, ignora los
principios democráticos en los que dice inspirarse
para instaurar y legalizar una monarquía que es usufructuaria de los
principios fundamentales del franquismo y que entroniza a su heredero natural,
Juan Carlos I.
Sin
saber lo que dice Benedicto XVI desde Roma, Rouco no se atreve a calificar el
hecho de que una mujer divorciada, aunque él mismo le administrara sin
rechistar el sagrado sacramento del matrimonio, se convierta en reina y madre de
reyes; ni si los atributos que ya se le conceden a su alteza nonata son
producto de la manipulación genética, tan denostada por el cerril
fundamentalismo católico, ya que el común de los mortales necesita algo más
que la unión de un espermatozoide y un ovocito para hacerse maestro de escuela,
albañil, carpintero, incluso cura... Federico Jiménez Losantos, endemoniado
portavoz radiofónico de la Conferencia Episcopal Española, atemoriza a los
ultras monárquicos al lanzar al aire la posibilidad de que el bebé nazca
“homosexual masculino” o “lesbiana” e inicia una campaña desenfrenada
contra los gametos amanerados que pudieran pastorear en las gónadas de Don
Felipe y doña Leticia. Sea como fuere, la Iglesia no llamará a la
desobediencia civil, como sucediera con el matrimonio entre homosexuales,
aunque
condene a todos aquellos que por motivos de objeción de conciencia no
desean contribuir con sus impuestos a la financiación y mantenimiento de los
puestos de trabajo de la familia Borbón.
Que
la vida es injusta, ya se sabe. Este próximo bebé, cuando sea mayor y adquiera
el título de
Príncipe o Princesa de Asturias, aun siendo alteza nada más nacer,
también tendrá que soportar la pesada
carga
de ser Príncipe de Gerona y de Viana, Duque de Montblanc, Conde de
Cervera y Señor de Balaguer. “Se puede asegurar que no vivirá en un piso de
30 m. cuadrados”, se ha apresurado a declarar la Ministra de Vivienda; “¿Dónde
va a meter tantos títulos nobiliarios?”, apuntilló la señora Trujillo. El
Consejero de Educación del Ejecutivo canario aconseja a los futuros padres no
matricular al chico/a en ningún colegio público canario ya que el alarmante
fracaso escolar y/o el fomento de la exclusión social existente en el archipiélago
bien pudieran ocasionarle trastornos sicosociales que lo llevarían a algún
centro de menores tutelado por Águeda Montelongo, consejera fascista y de
Asuntos Sociales del Gobierno
de Canarias, como el de Nivaria en La Esperanza (Tenerife) donde se
trafica y se consumen drogas, donde se ha vejado, torturado e incluso, en opinión
del Fiscal General del Estado, existen indicios de asesinato en la muerte de un
joven de dieciséis años en 2004. Lo que ya se puede adelantar -esto es una
primicia- es que, aunque el vástago nacerá siendo funcionario de carrera no va
a cubrir ninguna plaza de los grupos C, D o E
en el Servicio Canario de Salud (SCS). María del Mar Julios, Consejera
de Sanidad del Construgobierno canario, tras conocer el próximo nacimiento real
-¿qué nacimiento no es real como la vida misma?- ha tranquilizado a sus
progenitores afirmando que espera que ese niño en el futuro tenga unas
condiciones laborales y un salario que le permitan vivir dignamente, lo que ella
ha demostrado no poder garantizar a los combativos trabajadores del SCS.
Sin embargo,
recomienda a sus padres invertir en la sanidad privada
de las islas
ya que goza de una salud de hierro gracias a la constante transfusión de
capital que
realiza el construgobierno desde el sistema sanitario público.
Al
margen de esta realidad, el padre de la princesa, Jesús Ortiz, sigue trabajando
a sueldo (sustancioso, por cierto) de la
Consejería de Turismo en una campaña publicitaria cuyo objetivo es
convencer al mundo de que el agujero de la Montaña de Tindaya (megaproyecto de
Chillida en Fuerteventura) no es un atentado ecológico ni un pelotazo urbanístico
sino la destrucción creadora necesaria para atraer turismo de calidad...
Aunque joven aún, no ve la hora de contarle a su próximo nieto la leyenda
majorera de la Luz de Mafasca que oyó a los viejos del lugar en su viajes de
reconocimiento por la isla, aunque también le podría narrar alguno de
los crímenes y atrocidades cometidas por los “caballeros”
legionarios del Tercio Juan de Austria, por cierto, muy apreciados por su abuelo
Rey.