Muy mal el Rey
Rafael
Torres
Diario Directo 13
de Noviembre de 2007
No se sabe qué es más grave, si que un jefe de Estado
mande callar a otro en tono imperativo, desabrido y extemporáneo, o que
a la gente (a la gente súbdita del que manda callar) eso le parezca
fantástico. Quiero suponer que la unanimidad mostrada en los medios en
relación al incidente protagonizado por Juan Carlos I
en la Cumbre Iberoamericana es una
unanimidad buscada, manipulada, pues así conviene al interés del
pensamiento único, y que, más allá de las pantallas, las emisoras y
las redacciones, sobrevive un poco de sentido común y, si me apuran, de
sentido nacional, y que la consternación y la vergüenza ajena han
sido, en consecuencia, los sentimientos dominantes. De no ser así, de
ser cierto que a la mayoría le parece divertidísimo y apropiadísimo
que el no electo Jefe del Estado español mande callar en público y de
muy malas maneras al electo Presidente de un país
soberano al que, por cierto, nos unen tantas cosas (historia, lengua,
intereses económicos...), estaríamos manifestando los españoles una
gran precariedad democrática, un paupérrimo conocimiento diplomático,
y lo que es peor, una escalofriante inclinación al gamberrismo en
cualquiera de sus modalidades.
Se intenta justificar la demasía del rey criminalizando a la víctima,
que si Chávez es esto, lo otro o lo de más allá, como si el hecho de
que alguien no sea de nuestro agrado justificara nuestros desafueros. No
es cosa de entrar en los intríngulis y en los prolegómenos en los que
se coció, se calentó, la escenita, ni en el hecho de que Aznar (¡Cuantos
problemas sigue dando ese hombre!) jamás habría salido, si no antes al
contrario, en defensa de Zapatero en ningún foro internacional. Sí es
cosa de deplorar, en cambio, el pésimo ejemplo de descortesía que
nuestro máximo representante ha dado al mundo, y también porque no
creo que los españoles seamos tan rústicos e ignorantes.