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No consiento que se hable mal de Franco en mi

 presencia. Juan  Carlos «El Rey»   

El bumerang de la ira real

 

Maurizio Matteuzzi 

 

Sin Permiso 19 de Noviembre de 2007

 

El “¿por qué no te callas?” del rey Juan Carlos dirigido a Chávez, saludado con entusiasmo no sólo por la derecha española, se revela muy peligroso para el gobierno de Zapatero.

 

 

Tras los fáciles entusiasmos provocados por el imperial ¿“por qué no te callas?” con que el sábado de la semana pasada el rey Borbón español trató de hacer callar al presidente venezolano Hugo Chávez, manifestando luego su real disgusto –levantándose y yéndose— con el presidente nicaragüense Daniel Ortgea, ahora en Madrid comienzan a temerse los efectos de las intemperanzas de su majestad. Porque Chávez, que no es precisamente hombre hecho a los modales refinados que se usan en las cumbres, no parece tener la menor intención de “quedarse calladito”. Y aun a pesar de no haber dejado de repetir que “no quiere una crisis política con España”, tampoco ha dejado –en el mejor estilo chavista— de echar gasolina al fuego. No sólo definiendo al rey de España como “un arrogante”, echándole en cara “los 500 años de prepotencia” del imperio español en América Latina y recordándole “cómo llegó a ser rey por la gracia del caudillo Franco”. Sino anunciando también una próxima “revisión profunda” de las relaciones económicas y comerciales con España. Lo que ha hecho saltar las alarmas y aconsejado mayor prudencia a los empresarios españoles, acusado, ellos también, de haber flirteado, como el ex-jefe conservador del gobierno –el “fascista” Aznar—, con el golpe y con los golpistas venezolanos de 2002. Las grandes empresas españolas –Repsol, Telefónica, Endesa, los bancos Santander y BBVA— tienen inversiones colosales en Venezuela (rayanas en los 2 mil millones de euros), y con un tipo como Chávez tienen que ir con guantes de terciopelo. Por eso ahora aconsejan al gobierno “tranquilidad y serenidad”.

 

 

Así, el miércoles, en las Cortes, y ayer en una entrevista, el ministro de exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, ha reiterado la esperanza y la intención de “reconstruir” lo más rápidamente posible las relaciones con Venezuela, rechazando las exigencias procedentes de la oposición de derecha (el PP de Mariano Rajoy y de Aznar) de “llamar a consultas” al embajador en Caracas. “Es la última cosa que hay que hacer”, ha dejado dicho Moratinos, aun dando por buena la “firmeza” de la respuesta del rey a Chávez y de la intervención del primer ministro socialista Zapatero para rescatar el honor de Aznar (“muy claro, muy firme”), no menos que su defensa del “modelo socialdemócrata español” frente a “la izquierda anticuada” de los Chávez, Ortega y Morales.

 

 

A la derecha española –pero no sólo española, y no sólo derecha— eso no le basta. Como elefante en cacharrería ha intervenido ayer el embajador de EEUU en Madrid, Eduardo Aguirre, diciendo que España “se ha cubierto de gloria” mandando callar a un tipo como Chávez, y que debe estar orgullosa de tener “un rey de lujo”, un jefe de gobierno que ha “defendido las instituciones españolas! (¿pero que tendrán que ver las instituciones con el golpe?) y a un ex-jefe de gobierno, Aznar, también “de lujo”. Demasiado lujo.

 

 

La ira real pareció al principio un golpe maestro. Dio la vuelta al mundo. Vídeo en Youtube, sitios web, audiomensajes en los teléfonos móviles que repiten el fatídico “por qué no te callas”. El orgullo de España recuperado, y recuperados también por un instante los bellos tiempos pasados.

 

 

Muy distinta habría sido la cosa, si en la (inútil) cumbre iberoamericana de Santiago hubiera sido el jefe de gobierno Zapatero quien levantara la voz contra Chávez (y Ortega). Un choque entre presidente y presidente, entre electo y electo. Que haya sido un rey –y un rey borbónico señalado a dedo por Franco: es inevitable recordarlo, aun a pesar de sus posteriores credenciales democráticas—, es cosa de todo punto distinta. Harto más desagradable, simbólica y grave.

 

 

Con el transcurrir de los días, la salida de Juan Carlos está revelándose un bumerang. También porque la  “grosería” de Chávez y la vulgaridad de la reacción del soberano han puesto al orden del día algunos de los nudos profundos de la relación entre los “nuevos” países de la América latina y las viejas potencias coloniales (o neocoloniales). Si es verdad e irrefutable que Aznar fue –con Bush y el FMI— el único en reconocer imprudentemente al golpista Carmona en Venezuela, Ortega y Morales han lanzado graves acusaciones contra la actitud y las interferencias de España. 

 

 

El rey se levantó y se fue cuando el nicaragüense recordaba que el embajador español en Managua, como el norteamericano, se habituó a convocar en 2006 a “las fuerzas de derecha” para tratar de cerrarle electoralmente el paso al Frente Sandinista (que terminó ganando las elecciones), y el boliviano (además de denunciar los singulares contactos del embajador de EEUU en La Paz con un colombiano siniestrón) ha acusado al “PP del ex-presidente Aznar” de estar ahora financiando a los departamentos secesionistas bolivianos que hacen la guerra al gobierno. Que son, encima, los de Santa Cruz y Tarija, riquísimos en hidrocarburos. Bonito problema para el gobierno de Zapatero. Que debe agradecer a Juan Carlos.

 

 

Maurizio Matteuzzi es el editorialista para asuntos internacionales del cotidiano comunista italiano Il Manifesto.

 

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